Ahuyentar la mala suerte, el mal de ojo y, en suma, a los envidiosos. Ese era uno de los cometidos de los mosaicos en la Antigua Roma, según una investigación coordinada por la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M) que analiza los rituales y prácticas mágicas en estas representaciones artísticas.
Las fuentes literarias antiguas y los datos proporcionados por la arqueología ofrecen mucha información acerca de las creencias religiosas de los romanos, como sus rituales y prácticas mágicas o funerarias. “Con esta investigación pretendíamos conocer cómo se representan estas creencias en los mosaicos romanos de todo el Imperio”, indica la profesora de Historia Antigua de la UC3M, Luz Neira, coordinadora del equipo de doce investigadores que acaba de publicar sus conclusiones en el libro Religiosidad, rituales y prácticas mágicas en los mosaicos romanos (CVG, 2014).
Los mosaicos no son solo una obra de arte, sino también una fuente documental de primera magnitud para el estudio de la historia, destacan los investigadores. Su análisis revela la visión que los ciudadanos más poderosos tenían sobre estos temas, ya que eran las élites, principalmente, quienes los encargaban para sus entornos domésticos y privados. “Las representaciones más habituales versan sobre el matrimonio, los sacrificios (el acto ritual de religiosidad por antonomasia), o escenas contra el mal del ojo y que intentan proteger contra la envidia”, explica la profesora Neira.
Este tipo de mosaicos tenía un efecto apotropaico, es decir, eran una especie de mecanismo de defensa en la superstición romana para alejar los malos espíritus. Para protegerse del mal de ojo, por ejemplo, recurrían a la representación del ojo atravesado por una lanza y rodeado de animales, en algunos casos con inscripciones. Para disuadir a los envidiosos, en los vestíbulos de las casas se situaban imágenes de personajes de la mitología con falos prominentes o escenas que los ahuyentaran, como un mosaico en la isla de Cefalonia donde aparece representado el envidioso como alguien que está retorciéndose y estrangulándose a sí mismo por la envidia que le produce la casa que está contemplando.
Una obra de historiadores y arqueólogos
Estos temas no se circunscriben a una época determinada, sino que están documentados a lo largo de toda la historia del Imperio Romano. “Esto es muy importante porque documenta la pervivencia de ciertas costumbres que procedían del imaginario pagano, señala Luz Neira. En su estudio ha intervenido un gran elenco de especialistas. Jesús Bermejo, del Instituto de Cultura y Tecnología de la UC3M, ha analizado uno de los rituales fundamentales en la ordenación social y jurídica de la antigua Roma: el matrimonio. La profesora Neira ha tratado el tema de los sacrificios de animales, mientras que Ciro Parodo, de la Tünbingen Universität, ha investigado cómo se seleccionaban determinadas festividades religiosas para la representación de los meses en el calendario. Dimas Fernández Galiano, por su parte, ha examinado el cambio de mentalidad de los propietarios de la villa de Fortunatus en Fraga (Huesca) a través de su documentación musiva, mientras que el director del Museo Nacional de Arte Romano, José Mª Álvarez, ha analizado el influjo de héroes mitológicos del imaginario pagano en la configuración de personajes ligados al cristianismo.
El estudio de la compleja relación entre religión y magia se debe a Santiago Montero, catedrático de Historia Antigua de la Universidad Complutense de Madrid. En esta misma línea, Mª Pilar San Nicolás e Irene Mañas, profesoras de la UNED, han analizado las inscripciones destinadas a disuadir al envidioso y las representaciones alusivas a las supersticiones que revelan el pavor de los romanos al mal de ojo. Catia Mourao, del Instituto de Historia de Arte de la Universidade Nova de Lisboa, ha tomado en consideración la metamorfosis, en alusión a las consecuencias de las prácticas mágicas.
Además de introducirnos a las creencias y prácticas funerarias de los romanos, Desiderio Vaquerizo, catedrático de Arqueología de la UCO, desvela en su aportación el terror que suponían las muertes de personas con algún tipo de anomalía física o mental y las prácticas extraordinarias ligadas a sus inhumaciones. Nada que ver con el escenario tranquilo que documentan los mosaicos funerarios, en su mayoría ya de individuos convertidos al cristianismo, estudiados en Cerdeña por Luigi Quattrocchi, y por José María Blázquez, de la Real Academia de la Historia, en Hispania y el Norte de África.