El 18 de abril de 1955 fallecía Albert Einstein a causa de una hemorragia interna causada por la ruptura de un aneurisma de aorta abdominal que había sufrido dos días antes. Y también porque el decidió que era su momento de partir.
En la víspera, ya internado en el Hospital de Princeton, el físico alemán rechazó una cirugía más para tratar de remediar el mal y para ello emitió su famosa despedida:
“Quiero marcharme cuando elija. Es de mal gusto prolongar artificialmente la vida. He hecho mi parte, es hora de irse. Lo haré con elegancia”.
Albert Einstein había nacido 76 años antes en una familia judía de la ciudad de Ulm (Alemania), el 14 de marzo de 1879.
Cuando era pequeño, su tío Jacob le transmitió la pasión por la ciencia al regalarle sus primeros libros de divulgación. Con el tiempo se convertiría en el físico más conocido y popular del siglo XX.
Jacob era hermano de su padre Hermann Einstein, y ambos se mudaron sus familias sobre 1880 de Ulm, su ciudad natal, a Múnich, donde iniciaron una empresa dedicada a la instalación de agua y gas. Ante la prosperidad del negocio Jacob convenció a su hermano de instalar un taller de aparatos eléctricos, los cuales comenzaban a extenderse entre las familias pudientes de la época; ahí realizaron algunos experimentos tecnológicos, pero –paradojas del destino- los aparatos y artilugios que afinaban, reparaban y fabricaban estaban destinados para el futuro, por lo que en su momento carecían de compradores, ante lo cual el negocio fracasó y endeudo a toda la familia.
Controvertida igualmente es la leyenda construida en su entorno mencionaba que nunca fue un estudiante brillante, aunque no era tan malo como se dice, si tuvo problemas con la rigidez de sus profesores y, porcon frecuencia sus resultados escolares eran mediocres, sobre todo en las asignaturas de letras. Aunque también se menciona que esta visión viene de los primeros biografos de Einstein, quienes observaron que en las boletas de calificaciones tenía en la mayoría de las materias un 6, o menos, pero no observaron que en el sistema escolar de Suiza esto equivalía a la mejor calificación, mientras que en el sistema alemán el 6 representaba la peor evaluación recibida.
Esta se construyó también sustentada en que Albert en sus primeros años mostró dificultad para comunicarse, tanto que comenzó a hablar hasta los tres años, lo que hacía pensar a su familia que incluso tenía algún retraso mental. Al contrario que su hermana menor, Maya, que era más vivaracha y alegre, Albert era paciente y metódico, y no gustaba de exhibirse. Solía evitar la compañía de otros infantes de su edad y a pesar de que, como niños, también tenían de vez en cuando sus diferencias, únicamente admitía a su hermana en sus soledades.
Pero también desde joven Albert tuvo claro que la Física era su gran pasión.
Así, a los 15 años, sin tutor ni guía, emprendió el estudio del cálculo infinitesimal.
De hecho su famosa teoría de la relatividad especial, la publicó en Annalen der Physik, a los 26 años, justo cuando obtuvo el grado de doctor, en 1905.
Su planteamiento lo difundió primero en una serie de artículos, en los que presentó y desarrolló la que hoy es la ecuación más conocida de la ciencia: E=mc2.
En ella incorporó, en un marco teórico simple fundamentado en postulados físicos sencillos, conceptos y fenómenos estudiados antes por Henri Poincaré y por Hendrik Lorentz.
Ese año también publicó otros trabajos que sentarían bases para la física estadística y la mecánica cuántica.
Estos hallazgos se vieron completados en 1915, cuando definió su teoría de la relatividad general. El día después de que sus postulados se confirmaran tras la observación de un eclipse solar, el London Times tituló: “Revolución en la ciencia. Nueva teoría del universo. Las ideas de Newton, derrocadas”.
Tan evidente era que iba a obtener el Premio Nobel que cuando se divorció de su primera esposa acordó que le daría la mitad del dinero del galardón. Sin embargo, sus ideas habían levantado tal polémica entre los científicos que cuando se lo dieron –en 1921– no fue por su teoría de la relatividad, sino por su descubrimiento de la ley del efecto fotoeléctrico.
De hecho el científico a quien se encomendó la tarea de evaluar la Teoría de la Relatividad para portularlo al Nobel, no la entendió, y los demás integrantes del Comité temieron correr el riesgo de que luego se demostrase errónea.
En 1932, ante el ascenso del nazismo, abandonó Alemania, hacia diciembre de ese año, al observar ya la tendencia antijudia que mostraba la corriente política que encabezaba Adolfo Hitler, y partió hacia los Estados Unidos, donde se dedicó a la docencia en el Institute for Advanced Study; sobre 1940 adquirió la nacionalidad de ee país.
Ese fue su segundo cambio de nacionalidad, pues el primero lo inició cuando tenía 16 años, al renunciar a la alemana, presuntamente para evitar el servicio militar; durante los próximos años fue un apatrica, pues la nacionalidad suiza se la dieron hasta que cumplió 20 años.
Albert Einstein se graduó en 1900 en el Politécnico de Zurich, donde institución en la que también recibió la influencia de la izquierda socialista que se construía entonces. Ahí también conoció a Mileva Maric, una compañera de clase serbia, de talante feminista y radical, de la que se enamoró y con la cual tuvo en secreto una hija que nació hacia 1902, llamada Lieserl, de la cual existen pocas referencias.
El 14 de febrero de 1919 se divorció de Mileva, con el famoso acuerdo de que le daría la mitad de los recursos económicos que esperaba recibir por el Premio Nobel.
El Padre de la Bomba Atómica
Albert Eintein también es considerado el “padre de la bomba atómica”, por sus trabajos para construirla. En 1939, consciente de su influencia mundial, redacta una carta al presidente de los Estados Unidos, Teodor Roosevelt, para impulsar el proyecto atómico e impedir que los «enemigos de la humanidad» lo hicieran antes:
…puesto que dada la mentalidad de los nazis, habrían consumado la destrucción y la esclavitud del resto del mundo.
Pero al observar los efectos de esta se volvió un pacifista total.
Pero lo pacifista ya lo traía desde la niñez, tanto que de muy niño le horrorizaba lo militar hasta el punto de tener verdadero pavor a los desfiles. Esta aversión a la autoridad impuesta la padeció en el instituto, el Luitpold Gymnasium. Allí un profesor le dijo una vez que estaría mucho más contento de no tenerlo como alumno en su clase.
Durante sus últimas décadas de vida, Einstein intentó descubrir una gran teoría unificada de la física, pero falleció sin haberlo conseguido. Hasta los grandes genios tienen sus límites.
Más de cuarenta años después de su muerte, en 1999, la revista Time lo elegiría como la “persona más influyente del siglo XX”.
Al fallecer, a un lado de su cama, en la mesilla quedaba el borrador del discurso frente a millones de israelíes por el séptimo aniversario de la independencia de Israel que jamás llegaría a pronunciar, y que empezaba así: «Hoy les hablo no como ciudadano estadounidense, ni tampoco como judío, sino como ser humano».
Después de 1 hora y 30 minutos de su muerte, el cerebro de Einstein fue extraído por el patólogo Thomas Stoltz Harvey y donado a la ciencia.
El chiste favorito de Einstein
Frank Wilczek, premio Nobel de Física en 2004, suele contar lo que él llama ‘el chiste favorito de Einstein’. Tiene buenas razones para estar bien informado al respecto, dado que vivió en la propia casa del genio judío cuando trabajó en el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton (EE UU). El chiste cuenta que una persona tiene un problema en su coche, un ruido persistente que nadie ha podido resolver. Se lo comenta a un amigo, diciéndole que ya ha pasado por decenas de talleres y nadie ha dado en el clavo. Este le dice que conoce a un mecánico excepcional y le aconseja visitarlo.
El mecánico recomendado enciende el coche, lo escucha un rato y piensa en silencio. Finalmente, gira de manera casi imperceptible una tuerca con una llave inglesa y dice: «Ya está». En efecto, el ruido ha desaparecido. De la sorpresa inicial, el cliente pasa rápidamente al estupor cuando el mecánico le indica que le debe 1.000 euros por el trabajo. «¡Pero si no hizo prácticamente nada! ¡exijo una factura pormenorizada!». El mecánico, impasible, desglosa la factura con dos conceptos. Uno, girar una tuerca del motor: 1 euro. Dos, saber qué tuerca hay que girar: 999 euros.
El reto de la física cuántica y los agujeros negros
El Santo Grial para los físicos es lograr unificar la teoría de la relatividad de Einstein con la física cuántica. En concreto, descubrir las leyes de la denominada gravedad cuántica, que se supone son las que gobiernan el universo. Si salen a la luz se podría averiguar como se originó el universo y lo que pudo haber antes.
También son las leyes que rigen lo que sucede en el interior de los agujeros negros, donde la materia desaparece y sólo queda el espacio-tiempo deformado. Recientemente la película Interestellar ha ofrecido una de las mejores representaciones de un agujero negro, un extraño lugar que hace que en su entorno una hora equivalga a siete años en la Tierra. Estos objetos se consideran la mejor guía para entender las propiedades de la futura teoría cuántica de la gravedad.
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