Recientes investigaciones confirman que uno de los sincronizadores del reloj biológico más poderoso es el alimento, sostuvo Mario Caba Vinagre, coordinador del Centro de Investigaciones Biomédicas de la Universidad Veracruzana (UV), durante su ponencia “Ritmos y relojes en el cerebro de los mamíferos”, como parte del Primer Simposio: Fronteras en las Ciencias Biomédicas, organizado por esta casa de estudios y el Cinvestav.
Caba Vinagre expuso en qué ha consistido su labor de investigación durante los últimos 10 años: “Tomando al conejo como modelo hemos analizado ritmos circadianos, específicamente relojes que existen en el cerebro”.
Explicó que el principal reloj biológico es “el núcleo supraquiasmático que se encuentra atrás de los ojos, en la base del cerebro, cuyo principal sincronizador es la luz.
”Hay otros sincronizadores y uno de ellos, muy poderoso, es el alimento; actualmente un gran número de investigadores alrededor del mundo trabajan en ese tema.”
Comentó que se cree que los ritmos circadianos están ligados a la evolución de la tierra y “tienen que ver justamente con los cambios que ha habido a lo largo del día y la noche durante millones de años; no se sabía hasta hace pocos años, cuando se ubicaron los ‘genes reloj’, que existen en absolutamente en toda la naturaleza, desde los organismos unicelulares”.
El ritmo más evidente en humanos es el ciclo sueño-vigilia; en ese sentido, añadió, “para una especie diurna hay ciertos patrones en toda su fisiología; por ejemplo, la hormona ACTH que corresponde con el cortisol, que estimula la producción de los glucocorticoides y éstos tienen un patrón bajo durante el día, suben en la noche y justo antes de despertarnos están muy altos; la melatonina, por ejemplo, únicamente se secreta durante la noche.
”Podemos observar que toda nuestra fisiología, nuestra conducta y nuestras células cambian a lo largo de las 24 horas del día; somos completamente diferentes en la mañana, en la tarde y en la noche”, subrayó.
En 1972 se publicaron dos trabajos que hacían mención del núcleo supraquiasmático y postulan que una lesión en dicha área provocaba una disrupción del ritmo circadiano que se refleja en la conducta locomotora, la conducta de ingestión de agua o la conducta de secreción de glucocorticoides.
Caba Vinagre explicó que durante su estancia doctoral en la Universidad de Columbia, bajo la dirección de la investigadora Rae Silver, decidió realizar su investigación con conejos y las dificultades que encontró en un inicio: “Comenzar a trabajar de repente con esos animales, que eran muy grandes. Para empezar, no había conejos y fue un poco difícil, así como montar la técnica; teníamos muchos problemas y no salían bien las cosas”.
A diferencia de los roedores, que son manipulados para sincronizarlos con el alimento, los conejos no necesitan eso, aseguró, “desde recién nacidos en sólo tres días su actividad se sincroniza con el momento que recibirán alimento, la madre simplemente les impone el ritmo y estos animales tienen libertad de ir a la hora que quieran, pero solamente los amamantarán una sola vez cada 24 horas.
”Es un fenómeno fascinante y único en la naturaleza, solamente lo tienen estos mamíferos, justo antes de que llegue la madre presentan una gran actividad locomotora que se registra en el laboratorio.”
Señaló además que dicha actividad se relaciona de manera importante con una región del cerebro denominada “bulbo olfatorio”: “Una cosa que encontramos respecto al bulbo es que se activa a la hora de comer, nos preguntamos si habría algún cambio y cuál podría ser su papel en relación con la sincronización locomotora y hormonal en los conejos recién nacidos.”
Y agregó: “Para nuestra sorpresa encontramos que en el momento del alimento hay una gran activación y luego disminuye de manera drástica, implica que tiene un reloj y es precisamente lo que postulamos en un trabajo que será publicado próximamente”.