América Latina y el Caribe presentan un histórico rezago en innovación, ciencia y tecnología que requiere de políticas públicas y un mayor compromiso del sector privado para fomentar el desarrollo de la economía del conocimiento.
Así queda reflejado en el documento «Señales de competitividad de las Américas» de la Red Interamericana de Competitividad (RIAC), al que hoy tuvo acceso Efe durante el sexto Foro de la Competitividad de las Américas que se celebra en la ciudad colombiana de Cali.
El informe resume las experiencias de aplicación de los diez principios generales de la competitividad acordados en el último foro de Santo Domingo, en 2011, y analiza el panorama de la innovación en Latinoamérica y el Caribe.
En ese análisis, el Banco Interamericano para el Desarrollo (BID) y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) coincidieron al resaltar el retraso de la región en cuanto a la inversión en investigación y desarrollo (I+D).
«América Latina invierte en I+D un porcentaje del producto interno bruto (PIB) que es menos de la cuarta parte de lo que destinan los países desarrollados», señala la Cepal, lo que el BID confirma en cifras recogidas por la Red de Indicadores de Ciencia y Tecnología (RICYT).
Según esos datos, en 1999 las inversiones en I+D de América Latina y el Caribe equivalían al 0,55 % del PIB, mientras en 2009 eran del 0,69 %; al tiempo que en los países de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) aumentaron la intensidad del 2,16 % al 2,40 % en esos períodos.
Pero en la región también hay una brecha interna entre países, y Brasil se ubica a la cabeza de los que más invierten.
En 2007, por ejemplo, el 60 % de los gastos en I+D de toda América Latina y el Caribe los asumió el gigante brasileño con una inversión del 1,09 % del PIB.
Según la Cepal, mientras en la actualidad Brasil dedica al I+D el 1,2 % de su PIB, los países centroamericanos lo hacen tan sólo en un 0,1 %.
De acuerdo al BID, este escenario presenta «grandes desafíos para el Estado y plantea la necesidad de una evolución en las políticas públicas y en las capacidades institucionales para apoyar la innovación».
La financiación de la I+D, prosigue, «sigue concentrada en instituciones públicas» del Gobierno o Universidades hasta el punto de constituir el 59 % del total, frente al 35 % que suponen sus contribuciones en los países de la OCDE.
Además, la cooperación del sector privado con estas instituciones es bastante deficiente, lo que complica aún más que se pueda cerrar la brecha.
Una causa de ello, según el BID, puede ser el escaso reconocimiento por parte de las empresas de la importancia de la investigación para el aprendizaje y la innovación.
Y a esto se le suma la brecha digital que sufre la región frente a la adopción de las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC) en los países de la OCDE, «a excepción de lo relacionado con la telefonía», según el BID.
El predominio de las materias primas y las manufacturas en las exportaciones, un fenómeno en auge en países como Colombia, tampoco ayuda a propiciar un escenario industrial equilibrado que permita asumir los riesgos que acarrea la innovación.
De hecho, Juan Carlos Ramírez, jefe de la oficina de la Cepal en Colombia, alertó de que esta «reprimarización de la economía» en el país andino tiene una fecha de caducidad y de acuerdo a la experiencia «estaríamos a cinco años de que se terminara el actual boom de recursos naturales».
«Esto quiere decir que los beneficios productivos los deberíamos invertir en factores y capacidades productivas a largo plazo», agregó.
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