Antoine-Laurent de Lavoisier, quien llegaría a ser el padre de la química moderna, nació en París, Francia, el 26 de agosto de 1743.
En un principio su familia lo orientó a seguir la carrera de derecho, la cual cursó en la facultad de derecho de París, de donde se graduó en 1764, aunque ya desde entonces desarrollaba trabajos de investigación científica.
Pero también esta carrera fue la que le permitió trabajar como recaudador de impuestos del rey antes de su caída por la Revolución Francesa, era parte de los «granjeros de hacienda¨ (Ferme Généralé), que fue precisamente lo que lo llevó a la guillotina, y lo que generó su enemistad con el revolucionario Jean-Paul Marat.
Como padre de la química moderna, identificó el oxígeno y comprendió su carácter vital para la respiración; estableció la ley de la conservación de la materia; es el autor de la nomenclatura moderna de la química; descubrió la composición del aire, determinando que el aire estaba formado por dos gases: el aire desflogistado del químico inglés Joseph Priestley, que llamó ‘»oxígeno'» y el aire flogistado del químico escocés Daniel Rutherford, al que llamó azoe y posteriormente se conoció como nitrógeno; al aire inflamable del físico y químico inglés Henry Cavendish, lo llamó hidrógeno. Concentró los rayos del Sol para llevar a cabo, sin combustión, la inflamación del diamante en una atmósfera de oxígeno, por lo cual es otro precursor del horno a energía solar.
En 1766 recibió la medalla de oro de la Academia de Ciencias francesa por un ensayo sobre el mejor método de alumbrado público para grandes poblaciones. Con el geólogo J.E. Guettard, confeccionó un atlas mineralógico de Francia. En 1768 presentó una serie de artículos sobre análisis de muestras de agua, y fue admitido en la Academia, de la que fue director en 1785 y tesorero en 1791.
Su esposa, Marie Paulze, con quien se casó en 1771, fue además su más estrecha colaboradora, e incluso tradujo al inglés los artículos redactados por su esposo. Un año antes, éste se había ganado una merecida reputación entre la comunidad científica de la época al demostrar la falsedad de la antigua idea, sostenida incluso por Robert Boyle, de que el agua podía ser convertida en tierra mediante sucesivas destilaciones.
La especulación acerca de la naturaleza de los cuatro elementos tradicionales (aire, agua, tierra y fuego) llevó a Lavoisier a emprender una serie de investigaciones sobre el papel desempeñado por el aire en las reacciones de combustión. Presentó a la Academia los resultados de su investigación en 1772, e hizo hincapié en el hecho de que cuando se queman el azufre o el fósforo, éstos ganan peso por absorber «aire», mientras que el plomo metálico formado tras calentar el plomo mineral lo pierde por haber perdido «aire». A partir de los trabajos de Priestley, acertó a distinguir entre un «aire» que no se combina tras la combustión o calcinación (el nitrógeno) y otro que sí lo hace, al que denominó oxígeno (productor de ácido).
Los resultados cuantitativos y demás evidencias que obtuvo Lavoisier se oponían a la teoría del flogisto, aceptada incluso por Priestley, según la cual una sustancia hipotética –el flogisto– era la que se liberaba o se adquiría en los procesos de combustión de las sustancias. Lavoisier publicó en 1786 una brillante refutación de dicha teoría, que logró persuadir a gran parte de la comunidad científica del momento, en especial la francesa; en 1787 se publicó el Méthode de nomenclature chimique, bajo la influencia de las ideas de Lavoisier, en el que se clasificaron y denominaron los elementos y compuestos entonces conocidos.
En 1789, en colaboración con otros científicos fundó Annales de Chimie, publicación monográfica dedicada a la nueva química. La expansión de la doctrina defendida por Lavoisier se vio favorecida con la publicación en 1789 de su obra Tratado elemental de química. De este libro, que contiene una concisa exposición de su labor, cabe destacar la formulación de un primer enunciado de la ley de la conservación de la materia.
También efectuó investigaciones sobre la fermentación y sobre la respiración animal. De los resultados obtenidos tras estudiar el intercambio de gases durante el proceso de respiración, en una serie de experimentos pioneros en el campo de la bioquímica, concluyó que la respiración es un tipo de reacción de oxidación similar a la combustión del carbón, con lo cual se anticipó a las posteriores explicaciones del proceso cíclico de la vida animal y vegetal.
Lavoisier fue asimismo un destacado personaje de la sociedad francesa de su tiempo. De ideas moderadas, desempeñó numerosos cargos públicos en la Administración del Estado, entre ellos el ser integrante de la Ferme Générale, lo que le permitió acumular una gran riqueza, la que utilizó para equipar su laboratorio –uno de los más avanzados y caros de Europa– y de la Academia de Ciencias de Francia, dos instituciones que no contaban con las simpatías de los revolucionarios.
Nunca se preocupó por mantener una buena relación con los revolucionarios, porque estaba convencido de que la República no podría prescindir de sus investigaciones.
Un año después del inicio del Terror, el 7 mayo de 1794, tras un juicio de tan sólo unas horas, un tribunal revolucionario lo condenó a la guillotina.
La enemistad con Marat podría tener origen en el rechazo a un trabajo presentado por el después revolucionario por parte de una comisión de la Academia de las Ciencias de la que formaba parte Lavoisier, sobre el fluido ígneo, que Marat consideraba que podía observarse mediante experimentos.
Se dice que el presidente del tribunal que lo juzgó pronunció la frase “la República no necesita sabios ni químicos, el curso de la justicia no debe parar”, pero se carece del soporte histórico.
Antoine-Laurent de Lavoisier fue guillotinado junto con otros 23 miembros de la Ferme Générale el 8 de mayo de 1794.
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