Los biodigestores de polietileno son una alternativa para la autogeneración de biogás y biofertilizante en las comunidades rurales, apuntó Arturo Arenas Moreno, quien realiza una investigación sobre la aplicación de los mismos en comunidades cercanas al Cobre de Perote.
Durante su conferencia “Biodigestores de polietileno tubular. Una biotecnología apropiada a las comunidades del Parque Nacional Cofre de Perote”, como parte de las actividades del Simposio “El Cofre de Perote: importancia, situación y perspectivas”, refirió que en aquella región se establecieron los ejidos antes de la declaratoria de Parque Nacional (en 1937), y por ello los pobladores aprovechan los recursos naturales y usan el suelo para diferentes actividades, principalmente la agricultura y ganadería.
El universitario se centró en dos problemáticas que viven día a día los pobladores: la escasez de leña para cocinar y la utilización de fertilizantes para sus cultivos, como la papa, y como alternativa para solucionar ambas propuso los biodigestores de polietileno.
Esta iniciativa forma parte de un proyecto macro que dirige la profesora-investigadora de la Facultad de Biología, María de los Ángeles Chamorro Zárate, intitulado “Educación y comunicación ambiental en comunidades rurales del Parque Nacional Cofre de Perote”, financiado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología y en la que Arturo Arenas Moreno, participa como estudiante de la Maestría en Gestión Ambiental para la Sustentabilidad de la Universidad Veracruzana (UV)
El biodigestor consiste en un contenedor cerrado, hermético e impermeable, dentro del cual se deposita material orgánico a fermentar (como el estiércol de vaca) en determinada disolución de agua para que a través de la fermentación anaerobia se produzca biogás (como sustituto de gas butano) y fertilizante orgánico, llamado biol.
Aclaró que han tomado mucho en consideración trabajar con biotecnología apropiada, pues aunque hay varios tipo de biodigestores, eligieron los más adecuados para la zona, cuyo costo es accesible y son de fácil instalación y mantenimiento.
Una de las primeras etapas fue de información sobre qué son los biodigestores y un diagnóstico sobre las características de las familias de ocho comunidades, como El Conejo, Los Pescados, El Escobillo y Tonalaco.
Posteriormente se desarrolló un trabajo de capacitación para los interesados, la implementación de un biodigestor por comunidad, y por último se evaluó cuál fue la contribución y la aceptación de éstos; en otras palabras, se trató de un proceso de transferencia de tecnología.
Entre los resultados obtenidos a la fecha, figura que de los ocho biodigestores instalados seis han funcionado; que hay familias que ya se abastecen de biogás y, por ende, han disminuido la utilización de leña; que también hay cultivos que son enriquecidos con el biol.
En el caso del biofertilizante, citó cifras favorables dadas por los propios productores: al sembrar lo equivalente a tres cajas de papa, con el biol cosechan 31 cajas y con el fertilizante tradicional sólo 15.
“Los biodigestores pueden ser una biotecnología apropiada y tiene un gran potencial para trabajarse en esta zona, pues muchas personas tienen ganado que genera estiércol al que es necesario darle un manejo”, concluyó Arturo Arenas.
Bosque es sinónimo de agua
Otra de las ponencias fue la del profesor-investigador Margarito Páez Rodríguez, también de la Facultad de Biología, nombrada “El agua en el Cofre de Perote, ¿un recurso que se agota?”.
Explicó la importancia del bosque, el primer eslabón para la obtención del agua, pues en cada lluvia el follaje de los árboles permite una infiltración paulatina al suelo y, en consecuencia, al manto freático.
“El Cofre de Perote, por la cantidad de árboles que tiene, presenta una cantidad de drenes riquísima, pero los caudales están disminuyendo”, alertó Páez Rodríguez y recordó que de esa zona derivan tres cuencas: las de los ríos Nautla, Antigua y Actopan.
“La parte alta se puede decir que no tendría problemas de agua (quizá habría poca corriente), pero si contaminamos la cuenca media, qué agua va llegar a la costa”, remarcó.
El académico comentó que la problemática principal cuando los caudales disminuyen es el avance de la mancha urbana, y citó como ejemplo la comunidad El Conejo, donde se observa cómo se ha expandido hacia la montaña.
Detalló que junto con sus estudiantes determinaron tres sitios de trabajo para tomar muestras de agua y análisis fisicoquímicos y bacteriológicos. Con ellos confirmaron, por ejemplo, la disminución de los niveles de agua y que en ésta hay aportes de materiales extraños (quizá consecuencia de los agroquímicos que suelen contaminar y aumentar el pH, es decir, un indicador que determina el grado de acidez).
El especialista sugirió que se implementen programas de análisis de calidad del agua, con base en la norma oficial.
El simposio se desarrolló a instancias de la Facultad de Biología y la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas.