La cuenta calendárica náhuatl llegó a tener una precisión mucho mayor que el calendario juliano, el cual incluso hubo que ajustarlo 10 días, afirmó Arturo Meza Gutiérrez, investigador y difusor del pensamiento autóctono mesoamericano del instituto Calpulli Toltecayotl, quien dictó la conferencia “Los ciclos de la vida en la filosofía ancestral”en el auditorio del Museo de Antropología de Xalapa (MAX).
Dicho evento ocurrió dentro de los festejos del Día Mundial de la Tierra, organizados por el Centro de Ecoalfabetización y Diálogo de Saberes (EcoDialogo) de la Universidad Veracruzana.
Los nombres de los meses del calendario náhuatl, explicó, reflejaban los cambios más visibles que ocurrían en la tierra durante el transcurso de cada uno de ellos, o festividades que se llevaban a cabo en ese tiempo. Eran 18 en total, de 20 días cada uno.
Según las crónicas antiguas, fue Tonacacihuatl –a quien nombraron Diosa Madre– la que estableció los ciclos recurrentes en la naturaleza y de quien se desprendió la representación de la esencia femenina de lo que en ella existe, y que está presente en cada segmento temporal de lo que se ha vivido, relató.
El primer mes eraAtlcahualo, cuyo significado es “Lo que dejó el agua”, debido a que en estas fechas se extraía del lecho de ríos y lagunas la tierra fértil con que se abonaban los campos que se sembrarían en esta veintena.
Tozoztontli correspondía al tercer mes, cuyo significado es“La pequeña vigilia”,debido a que en esa fecha se ocupaba parte de las noches en vigilar los campos que se habían sembrado, aunado a esto se llevaban a cabo disciplinas religiosas nocturnas; esta veintena era sucedida por Ueitozoztli, “La vigilia grande”, en la cual el periodo para cuidar los cultivos era mayor.
Durante Ueitecuilhuitl, “La fiesta grande de los principales”, el octavo mes, los grandes señores invitaban a sus siervos, a todos los moradores de sus dominios, así como a quien quisiera asistir, a los festejos que se realizaban en estos días durante los cuales la figura principal era Xilonen, “Madre de los jilotes”; cabe destacar que durante esta celebración las clases sociales quedaban olvidadas, lo cual habla de la igualdad que acompañaba a estas fiestas.
El décimo mes, Xocotl uetzi, que significa “Cuando caen los frutos”, también conocido con el nombre de Uei Miccailhuitl “La fiesta grande de los muertos”, era de suma importancia; aquí es cuando se festejaba a los familiares que ya habían partido, tradición que, amalgamada con ritos católicos, dio origen a los festejos actuales del Día de Muertos.
Otros meses tomaban su nombre de diversos acontecimientos; Tleo’co, “La presencia de los generadores de la naturaleza”, hacía alusión a la llegada del otoño, el cual se manifestaba por el cambio de color en el follaje de los árboles; Quecholli, “Las aves de cuello de hule”, se refería a la llegada de grandes parvadas de flamingos a lagos y lagunas; Atemoztli, “El descenso de las aguas”, era nombrado así por la escasez de lluvias característica de esos días.
Para finalizar, Arturo Meza resaltó la importancia del rescate de este tipo de conocimiento, al considerarlo de sumo valor para las generaciones presentes y venideras, debido a que necesitan conocer sus orígenes para así tener algo en lo cual sostenerse.