Washington (EFE).- La economía de China ha crecido casi un 550 por ciento las últimas dos décadas pero su población no está más satisfecha por eso y existe un disgusto creciente por la brecha entre ricos y pobres, según un artículo que publica hoy la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).
La investigación la dirigió el economista Richard Easterlin, uno de los fundadores de la llamada «economía de la felicidad», y muestra que el desarrollo de China ha estado acompañado por un desempleo creciente y el deterioro de los sistemas sociales de ayuda a los sectores con menos ingresos.
En 1990, cuando comenzó la transformación económica de China, la mayoría de la población -sea por edad, educación, niveles de ingresos o regiones- exhibía altos niveles de satisfacción con la vida, según este estudio.
Tanto el 68 por ciento de quienes se situaban en el segmento de mayores ingresos como el 65 por ciento de menores salarios mostraban altos niveles de satisfacción hace poco más de dos décadas, según el economista.
Pero al igual que la línea de crecimiento del producto interior bruto sube abruptamente en las gráficas sobre China desde 1990, la satisfacción ha caído «sustancialmente» entre los más pobres, que muestran su inquietud sobre las perspectivas del empleo y la disolución de la red de seguridad social.
El porcentaje de chinos más pobres que se declaran satisfechos con su vida ha caído más de 23 puntos porcentuales, según el estudio.
Sólo el 42 por ciento de las personas del sector económico de menores ingresos mencionó altos niveles de satisfacción con la vida en 2010, en tanto que el porcentaje de los chinos más ricos que se dicen satisfechos con sus vidas creció 3 puntos porcentuales, para llegar al 71 por ciento.
«Hay quienes creen que el crecimiento económico aumenta el bienestar y que cuanto más rápido sea el crecimiento, más feliz será la gente», dijo Easterlin, profesor de Economía en la Universidad del Sur de California.
«Difícilmente podría conseguirse un ejemplo mejor que el de China para probar esas expectativas», afirmó.
Pero no hay pruebas «de un incremento notable de la satisfacción en China de la magnitud que podría esperarse debido a la multiplicación enorme del consumo per cápita», continuó.
De hecho, según Easterlin, la gente en China está «levemente menos feliz en términos generales, y China ha pasado de ser uno de los países más igualitarios en términos de satisfacción con la vida, a ser uno de los menos igualitarios».
En términos generales la satisfacción con la vida entre los chinos bajó intensamente a comienzos de los años 1990, tocó fondo en los años 2000 y ha retornado a niveles levemente más bajos que hace dos décadas.
Pero, a pesar del éxito económico del país, la trayectoria descendente de la satisfacción entre los chinos de bajos ingresos es similar a las tendencias que se observan en los países de Europa central y del este, que siguen su transición desde un régimen comunista a uno capitalista.
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