La ciencia y el arte son aliados en grandes cambios a favor de la sustentabilidad. Es el caso del proyecto ecológico de jóvenes como Raúl Díaz Martínez, biólogo y estudiante de artes, que se interesa por la conservación de la zona en la que vive, a partir de estudios de las especies endémicas para su aprovechamiento.
En una finca de Hueytamalco, Puebla, Raúl y sus colaboradores Manuel Guzmán y Beatriz Bando Cabañas, dueña de la finca, observaron que el bambú se desarrolla de una forma natural, a partir de esto decidieron darle un vuelco a la actividad ganadera que hasta ese momento era la primera actividad de la finca, para centrarse en las posibilidades que ofrece esta gramínea mediante un proyecto llamado Bambusa, diseño sustentable.
“Beatríz y yo empezamos a observar las especies que había en la zona, a clasificarlas, a ver sus hábitos, sus modos de reproducción, nos dimos cuenta que el bambú tiene un sorprendente nivel de crecimiento y maduración, a diferencia de otros recursos forestales, a partir de que lo siembras, en 4 ó 5 años es aprovechable, y es un cultivo que cuando cortas induces rebrotes, en cambio, ve un árbol de la misma zona, como un cedro, una caoba; lo cortas y tienes que esperar otros 45 años para poder resembrar”, cuenta Raúl.
A partir de esta materia prima, surgió un proyecto integral para hacer la línea completa de desarrollo, protección y aprovechamiento, iniciaron con diseños para explorar las aplicaciones del material, así como estudios para ver sus características de dureza, resistencia a la intemperie y sobre todo, experimentos.
Bambusa se enfoca en una especie nativa de bambú: guadua aculeata y la guadua angustifolia, una especia introducida de Colombia que es de las especies más duras del mundo. Asimismo, emplea otras dos especies introducidas de China que son la bambusa vulgaris y la bambusa oldjam, que son de muy rápido crecimiento. A partir de esas especies estudian su desarrollo y sus aplicaciones.
Raúl Díaz primero estudio Biología y ahora se encuentra estudiando en la Facultad de Artes, él comenta que este proyecto le permite unir estas dos áreas, combinando funcionalidad y diseño.
“Las guaduas son mejores para construcción, la idea de esa rama del proyecto es desarrollar un tipo de vivienda barata, con tierras naturales, adobes, con toda la materia que se tiene a disposición en la zona, que es la idea de vivienda sustentable”, platica.
Con las bambusas está desarrollando un proyecto de fabricación de pulpa de papel artesanal y diseño de muebles, que es donde entra la parte estética, en diseños y acabados. Durante todo el proceso su consigna es utilizar la menor cantidad de combustibles, por ejemplo, si alguien quiere construir una casa, corta el bambú y recoge el barro para el adobe sin necesidad de contratar a ninguna constructora y así maximizar los recursos y procesos naturales que tienen al alcance. De ese modo hace económicamente rentable un proyecto de sustentabilidad, ya que no tienen que importar los materiales de ningún lugar.
“En la finca de hecho hay varios ejemplos de construcción, algunos son enteramente en bambú, otros son híbridos de bambú con cemento, una especie de ferrocemento. También se usa bambú en vez de metal, la mezcla que estamos desarrollando ahorita es de adobe con pasta de papel y bambú, que es otra variante. Estas casa, pues son para lo pobladores, no son grandes construcciones, pero son más baratas, frescas y ecológicas porque no producen escombros”.
Para la construcción, el bambú debe estar protegido del sol y la humedad porque sus principales enemigos son termitas y hongos, por lo que antes de utilizarlo se le debe de dar una preservación con tetraborato de sodio o sales de boro para detener el ataque de estos agentes que lo degradan, de esta forma la construcción puede durar hasta 50 años o más.
“Respecto al papel, es un proyecto que estoy desarrollando por mi perfil de artista visual. Para nosotros es muy importante el papel de buena calidad para impresiones de grabado, pinturas de acuarela, serigrafía y otros trabajos. El papel ya lo he mostrado a maestros y alumnos de artes y están muy interesados”.
La idea es tener un papel de muy buena calidad, de un ph neutro, con una planta que es renovable, porque aunque el buen papel es de algodón o se saca de maderas está lleno de ácidos, que disminuyen la durabilidad de las tintas y con el tiempo el papel se quiebra y se pone amarillento.
“Para tratarlo y hacer la pasta de papel, primero el bambú se corta tierno, se pica y se pone a fermentar en agua, limpia de preferencia, y como está lleno de azucares la fermentación es bastante rápida”.
Al obtener esta pasta, luego se hierve con cenizas o con cal, ya que la cal o la ceniza al estar en contacto con el agua caliente hacen una reacción alcalina y degradan todavía mas la fibra, de ahí pasa al molido en una maquina con piedra volcánica, con un rodillo que en vez de moler como lo haría una licuadora de aspas, macera la fibra.
“La fibra que queda es muy larga, apta para un papel con buena resistencia mecánica y que no necesita ningún aglutinante, la misma planta contiene azúcares que hacen la parte de aglutinación”.
Usar esta planta, que es un pasto gigante, de rápido crecimiento y que cuando lo cortas surgen rebrotes cada vez más grandes y gruesos, es una opción importante para los pobladores de la zona de Hueytamalco.
Los jóvenes tienen sus propios proyectos, implementados con compromiso y mucha imaginación, atendiendo a sus propias necesidades y las de la región, eso es importante, proyectos sustentable para cada zona, cuyos pobladores puedan ejercer en su hogar y con sus propios recursos.