Siempre se ha movido entre dos mundos, la ciencia y el arte, y eso es lo que llevó a José Pintado, del Instituto de Investigaciones Marinas en Vigo (CSIC), a crear en 2007 el proyecto Neuston. En él científicos y artistas de distintas disciplinas mantuvieron una serie de encuentros para tender puentes entre sus respectivas áreas de conocimiento. Pintado combina su actividad investigadora, dedicada al estudio y cría en cautividad de especies marinas protegidas, con la divulgación de la ciencia. Toda su actividad está impregnada de una concepción de la cultura como algo transversal.
¿En qué consiste su trabajo en el Instituto de Investigaciones Marinas en Vigo?
En estudiar la biología de las especies marinas para generar el conocimiento que permita cultivarlas con una aproximación ecológica, es decir, sabiendo cómo funcionan esas especies y sus ecosistemas. Eso implica investigar las condiciones de cultivo, la alimentación, la reproducción, la cría larvaria, las patologías, etc., e incluye el estudio de la microbiota asociada a estas especies -es decir, los microorganismos que viven en su interior o en su exterior- para utilizarlos de una forma beneficiosa, por ejemplo aplicando probióticos a la acuicultura. Esto lo hacemos tanto para el cultivo de organismos marinos utilizados para la alimentación, por ejemplo el rodaballo, como para el cultivo de especies protegidas o amenazadas, para conservar la biodiversidad.
Entre ellas los caballitos de mar, una especie que ha centrado gran parte de sus investigaciones.
Sí, estamos trabajando con caballitos de mar, fundamentalmente con la especie más frecuente en las costas gallegas, el Hipocampus guttulatus. Es la primera vez que esta especie se cultiva en cautividad. Los primeros años fueron difíciles, pero al final se logró la reproducción con éxito y una supervivencia de los juveniles elevada. Ahora pretendemos usar esos caballitos de mar producidos en cautividad y seleccionados genéticamente para el refuerzo de poblaciones naturales de esa especie en áreas protegidas. El objetivo es asegurar su recuperación.
¿Qué impacto tendría para el ecosistema marino la desaparición de los caballitos de mar?
Es una especie a proteger, cubre un nicho ecológico. Pero no es tan importante que desaparezca porque eso vaya a afectar al ecosistema, sino porque en sí misma tiene un gran valor ecológico. Todas las especies de caballitos de mar están protegidas y sometidas a regulaciones de los organismos internacionales de conservación de la naturaleza.
¿Por qué despiertan tanta curiosidad estos animales? ¿Se debe a su físico tan atípico entre los peces o a la existencia de leyendas en torno a ellos?
Creo que se debe a su físico, mitad caballo, mitad pez. En la mitología griega eran caballos marinos los que tiraban del carro de Poseidón. Nosotros queremos aprovechar esa atracción que despiertan para divulgar la importancia de la conservación de la biodiversidad marina. El caballito de mar es un pez muy especial; en lugar de ser ovíparo, como la mayoría, es ovovivíparo, es decir, la cría se desarrolla dentro del progenitor y en este caso del macho, en una bolsa incubadora. Además, tienen un comportamiento reproductivo especial, que incluye un cortejo durante el cual las hembras ponen los huevos en la bolsa del macho. En torno a todo eso también hay mucha mitología y leyendas.
Su afán divulgador le llevó a idear en 2007 el proyecto Neuston, que trataba de establecer un diálogo entre científicos y artistas. ¿Por qué le interesa esa relación entre ciencia y arte?
Personalmente me interesa mucho el arte y siempre me he movido entre esos dos mundos. Realmente creo que no están tan lejanos. Tanto en el arte como en la ciencia buscamos conocimiento, entendernos a nosotros mismos y conocer cómo funcionan la naturaleza y el universo. La idea de Neuston surgió de conversaciones con amigos artistas que sienten una fascinación por el mundo científico, igual que algunos de nosotros sentimos atracción por el arte. Sin embargo, hay una especie de reticencia a entrar unos en los terrenos de los otros e ir un poco más lejos, a pesar de tener mucho en común. La ciencia y el arte pretenden interpretar la realidad usando mecanismos similares. La realidad es compleja, por eso científicos y artistas construimos abstracciones a partir de ella, por ejemplo un modelo matemático, un dibujo o un poema, para extraer los aspectos esenciales que nos interesa conocer y que nos ayudan a entenderla. Para ello necesitamos experimentar. Finalmente, queremos comunicar ese conocimiento que hemos adquirido…
En tu artículo La cultura transversal, en el que explica cómo se gestó Neuston, aboga por un conocimiento menos compartimentado que el que se fomenta desde el sistema educativo.
Efectivamente. Desde la famosa conferencia de C. P. Snow en 1959 sobre las dos culturas, en la que alertaba sobre la separación entre la cultura de ciencias y la de humanidades, la situación poco ha cambiado. Esa separación sigue estando presente y habría que tender a abolirla. En lugar de un encasillamiento tan temprano en una dirección o en otra, lo que necesitamos en los ciclos formativos son conocimientos más globales y comunes, y que un estudiante de Bachillerato no deje las ciencias cuando se pasa a la rama de humanidades. Eso es un error que nos lleva a que la ciencia y los científicos estén en su mundo, y los artistas o gente dedicada a las humanidades en el suyo, cuando en realidad nuestras mentes usan tanto el método científico como el conocimiento al que nos permite acceder el arte a través de las emociones. Creo que necesitamos ambos conocimientos para afrontar las grandes cuestiones que nos afectan a escala global.
¿Cree que la separación entre ciencia y humanidades puede contribuir a esa imagen de los científicos como personas alejadas y aisladas de la sociedad?
Creo que sí. Y también tiene que ver con que cuando hablamos de cultura muchas veces la ciencia no se incluya. La cultura engloba todo: cultura literaria, cultura científica, cultura artística… Todo lo tenemos que interpretar como algo común: el mundo de las ideas y el conocimiento. Quizá esa separación de la que hablábamos hace que a menudo se considere como una persona culta a alguien que conoce la historia o la literatura, sin que necesariamente sepa de ciencia. Esta es la percepción que tiene mucha gente. Yo creo que una persona culta tiene que saber de ciencia también, porque es una parte indisociable de la cultura.
Otra idea que esboza en La cultura transversal es cómo en la actualidad la ciencia está cada vez más orientada a la obtención de resultados inmediatos y muy vinculada a la tecnología. ¿Cómo afecta esto a algunas disciplinas?
Creo que es así. Muchas veces hacemos investigación que pretende ser aplicable, pero para eso necesitamos resolver problemas que son parte de la ciencia básica y que están generando conocimiento. Quizá lo que trasciende es solo esa investigación que se aplica, y es cierto que a menudo se prima ese aspecto sobre el conocimiento. El que estemos actualmente adscritos al Ministerio de Economía indica que se está considerando que la ciencia está más vinculada al desarrollo tecnológico y económico inmediato que al conocimiento, cuando a la larga el conocimiento, saber cómo funcionan las cosas, tiene una repercusión mucho más transformadora de la sociedad. Ejemplos de ello son la teoría heliocéntrica de Copérnico o la de la evolución de Darwin. En este sentido, las disciplinas menos aplicadas pueden resultar perjudicadas.
Así que esta forma de concebir la ciencia también tiene consecuencias para la sociedad…
La percepción que tiene la sociedad de la ciencia es ‘¿para qué sirve esto?’ ‘¿Cuál es su aplicación inmediata?’ A nosotros nos preguntan: ‘¿Para qué sirve conservar los caballitos de mar?’ Hay una concepción utilitarista. Claro que conservar la biodiversidad puede tener una aplicación económica; hoy la biodiversidad se considera un recurso que tiene un valor y de hecho hay caballitos de mar que se crían porque hay un mercado de acuarofilia, es decir, se pueden convertir en un bien económico. Pero la finalidad de la investigación no es esa, es conocer la biología y todos los aspectos que no se conocen de estas especies para intentar conservarlas.