El maíz nativo es más que un bien commodity; es cultura, identidad, proeza intelectual, por eso “cuando se coman un tlacoyo piensen que es la experiencia de 350 generaciones de abuelos y abuelas, que no tiene comparación con los totopos de Bimbo (la empresa panificadora más importante del mundo)”, destacó el investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Eckart Boege.

El también integrante de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad, compartió la conferencia magistral “El concepto de patrimonio biocultural de los pueblos indígenas y los Derechos Humanos”, que inauguró el Foro sobre Derechos Humanos, Patrimonio Biocultural y Soberanía Alimentaria, cuya sede fue la Universidad Veracruzana los días 8 y 9 de septiembre.

Ahí criticó que las políticas públicas del país sistemáticamente invisibilizan el concepto de sistema productivo milpa (palabra de origen náhuatl que quiere decir campo recién limpiado), “el laboratorio natural de lo que se come actualmente.

         ”No fue el Colpos (Colegio de Posgraduados), ni (la Universidad Autónoma de) Chapingo, ni Monsanto (proveedora mundial de productos químicos para la agricultura, en su mayoría herbicidas, insecticidas y transgénicos): el laboratorio más importante que ha creado la humanidad en 10 mil años para generar 59 razas de maíces, más de dos mil variedades adaptadas a los ecosistemas, es el sistema milpa.”

         Sin embargo, lamentó, actualmente los estudiosos de la materia discuten temas como la bibliotecología, en tanto “los dos millones de campesinos siguen luchando en contra de la Ley de Semillas, al intercambiar y regalar semillas diariamente”.

         Los productos obtenidos a través del sistema productivo milpa representan el 30 por ciento del Producto Interno Bruto agrícola mexicano, pero de ellos ninguno tiene denominación de origen, “los vende patrias regalan nuestro productos”; en cambio en países como Francia “cualquier nuevo queso ya es denominación de origen”, remarcó.

El etnólogo precisó que del total de las proteínas y carbohidratos que consume el pueblo mexicano, 35 y 54 por ciento, respectivamente, provienen de la ingesta directa del maíz, pues de él se elaboran más de 600 platillos.

Ahí está la disputa ante la pretensión de ingresar maíz genéticamente modificado al país, recalcó, “porque Monsanto dice ‘¿Cuál es el problema? Estados Unidos desde hace 20 años consume maíz transgénico, y no vemos ninguna afectación de salud, ni ambiental’. Pero hay una pequeña diferencia, allá el consumo de maíz pasa por un biorreactor, el estómago de una vaca o un cerdo, por lo menos, pero aquí se consume de manera directa”.

         El científico destacó que no hay estudios en mediano y largo plazo para saber qué sucede con los maíces transgénicos consumidos directamente por el ser humano, como es la costumbre en México. “Aquí hay un problema muy serio de Derechos Humanos que hay que tratar respecto de la introducción comercial de OGM (organismos genéticamente modificados)”.

         A propósito del foro, puso a discusión de los asistentes el siguiente planteamiento: “La agrodiversidad como patrimonio biocultural colectivo, ¿debería ser objeto de Derechos Humanos?”.

         Durante su ponencia, reiteró que México es uno de los ocho centros de origen, domesticación y diversificación genética del sistema alimentario mundial.

         “Como México no hay dos: somos un país megadiverso que tiene nada menos y nada más que 10 por ciento de toda la diversidad mundial; pero tiene otra característica básica que nos da identidad y debemos atender, que es el trasfondo de la diversidad biológica: la diversidad cultural.

         ”Simplemente un municipio de Veracruz tiene más diversidad tanto cultural como biológica que todo el estado de Israel junto.”

         Por ello, Boege criticó que la definición de pueblos indígenas en la Constitución sea light (ligera), y se pronunció porque en ella también se reconozcan sus territorios y su autonomía, pues es ahí donde se concentra el mayor legado biocultural del país.

         Para él, los pueblos indígenas tienen derecho a determinar y elaborar las prioridades y estrategias para el desarrollo o la utilización de sus tierras o recursos: “La Convención 169 de la Organización Internacional del Trabajo dice que los indígenas pueden decir ¡no! a un proyecto estatal o privado sobre sus territorios, cuando va directamente contra su proyecto de vida”.

         Casi al final de su ponencia, Boege parafraseó lo dicho por el relator de la Organización de Naciones Unidas, Olivier De Schutter, luego de una visita que hizo al país: el cambio de alimentación de los mexicanos de lo campesino a lo industrial es el que está generando los problemas de diabetes y obesidad en la sociedad mexicana.

\'Eckart

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