Cuba se convertirá en 2014 en el primer país de América Latina con un proyecto en funcionamiento para la destrucción de los hidroclorofluorocarbonos (HCFC), una de las sustancias más nocivas para el ozono.

     El programa incluye una red de recogida, transporte, almacenamiento y destrucción o regeneración de estas nocivas sustancias agotadoras de la capa protectora de la atmósfera.

     La misión de esta capa es absorber las radiaciones ultravioletas emitidas por el Sol que en porción engrandecida dejan secuelas perjudiciales a la naturaleza y a la persona.

     El debilitamiento de ese manto que protege a los seres vivos de los rayos ultravioletas incrementa la ocurrencia de problemas visuales, de piel (desde melanomas hasta cáncer) y una disminución de las cantidades de especies marinas.

     Nelson Espinosa Pena, director de la Oficina Técnica del Ozono (Otoz) de Cuba, informó a la prensa local que el proceso de destrucción de los HCFC se realizará en la fábrica de cemento de Siboney, en la provincia central de Sancti Spíritus.

     «Allí el horno alcanza una temperatura de 1.200 grados Celsius, lo que permite descomponer las moléculas de cloro, haciendo que los gases eliminados no sean dañinos para la capa», explicó Espinosa Pena.

     En la actualidad, Cuba ejecuta un cronograma de eliminación de los HCFC, que prevé para el cierre de este año el congelamiento del consumo de esas sustancias.

     Según los cálculos, en 2015 se espera la reducción de un 10 por ciento de los HCFC; en 2020 la disminución será de un 35 por ciento y en 2025 de 67,5 por ciento, hasta que se complete en 2030 la eliminación total de emisión a la atmósfera.

     Entre las medidas del gobierno con ese fin están la ejecución de un programa de reconversión de instalaciones de refrigeración comercial y climatización; la recuperación y reciclaje de refrigerantes; el uso de alternativas libres de HCFC; la capacitación de técnicos, mecánicos e inspectores de Aduana, y acciones regulatorias.

     La primera acción realizada en Cuba como parte de su responsabilidad en el Protocolo de Montreal fue la eliminación de los clorofluorocarbonos (CFC) –sustancias con una capacidad de supervivencia en la atmósfera de 50 a 100 años– en la refrigeración doméstica y comercial y los aerosoles farmacéuticos e industriales.

     Institutido en 1987, el Protocolo de Montreal está suscrito por 197 países que se comprometen a disminuir la producción y consumo de las Sustancias Agotadoras del Ozono (SAO) para proteger dicha capa.

     Hoy en Cuba no existen extintores de incendios que contengan alones, ni se fumigan los almacenes con bromuro de metilo; mientras que los pesticidas para los productos agrícolas también están exentos de esta última, aseveró el experto.

     Precisó que de las más de 1.600 toneladas de sustancias agotadoras consumidas en la isla en los años 90 del pasado siglo, especialmente los CFC, se han logrado reducir las emisiones de manera drástica, estimándose en 2013 un total de 280 toneladas.

     En Cuba, el tema ambiental en general, y en particular el vinculado con el cuidado de la capa de ozono, recibe un esmerado seguimiento de parte de las autoridades y especialistas.

     Cada año, Cuba celebra el Día Mundial para la Protección de la Capa de Ozono (16 de septiembre) con un recorte sustancial en la utilización de los compuestos nocivos al escudo protector del planeta.

     Con motivo de la efeméride, bajo el lema «Una atmósfera saludable es el futuro que queremos», las autoridades organizaron esta vez un amplio programa nacional de actividades que comenzó el pasado 1 de septiembre e incluye talleres científicos, conferencias, jornadas de limpieza y otras iniciativas de recreación y en equilibrio con la Naturaleza.

     El Día Mundial para la Protección de la Capa de Ozono fue instituido en 1995 por la ONU, con el objetivo de sensibilizar a la opinión pública sobre este grave problema y eliminar las sustancias destructoras del ozono en la atmósfera.

     Expertos internacionales aseguran que el agujero de la capa de ozono, que llegó a alcanzar una extensión de unos 30 millones de kilómetros cuadrados, mantiene una tendencia a disminuir.

     Según sus cálculos, la recuperación de ese escudo protector hasta los niveles anteriores a 1980 –cuando se alertó del problema– no se producirá hasta el año 2070

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