Los estudios sobre cómo la información sensorial que recibimos del entorno se transforma  en conocimiento y se representa en el cerebro, son útiles para entender fenómenos que ocurren a mayor escala, como los sociales. Esta es la tesis que Pablo Rudomín sostuvo durante la conferencia “Información vs conocimiento”, impartida la semana pasada en la Instituto de la Judicatura.

El investigador del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados y ex presidente de la Academia Mexicana de Ciencias, abundó en el significado del concepto conocimiento desde una visión neurofisiológica, el cual definió como “la representación interna de un proceso cognoscitivo”; esto es, el conjunto organizado de datos e información destinados a resolver un problema específico que son procesados en el cerebro e integrados mediante la memoria y el aprendizaje y son la base para la generación de hipótesis o modelos.

Con base en esto, mencionó que los estudios sobre cómo ocurre la ejecución de movimientos voluntarios han mostrado que la información proveniente del entorno y del propio cuerpo es utilizada para planearlos con anticipación. Esta planeación involucra varias regiones de la corteza cerebral (el tejido nervioso más externo) en donde se generan mapas o modelos cognoscitivos (representaciones cerebrales) relacionados con el movimiento.

Durante la fase de planeación de un movimiento voluntario, unas milésimas de segundo antes de su ejecución, la actividad de las neuronas de la corteza motora se organiza de tal forma que se genera una representación temporal y espacial del movimiento planeado, lo cual es equivalente en muchos sentidos a lo que entendemos por conocimiento, afirmó Rudomín. “El conocimiento permite a los individuos y a las sociedades reaccionar de forma anticipada a los retos del entorno y aumentar con ello la probabilidad de sobrevivencia”.

Un aspecto relacionado con estas cuestiones que es importante destacar, enfatizó el científico miembro de El Colegio Nacional, es que el paso de la planeación a la ejecución del movimiento requiere de una toma de decisiones colectivas, en este caso, de las neuronas pues “no existe una sola que lo sepa todo”. Este modelo distribuido de toma de decisiones evita que cuando una de sus componentes falla el sistema colapse, como ocurre con los modelos jerárquicos característicos de las sociedades actuales.

El hallazgo relativamente reciente de las neuronas espejo también ha contribuido a explicar cómo se han conformado la cultura y las sociedades humanas, propuso Rudomín. Estas son células especializadas que facilitan la imitación y la empatía pues permiten que las acciones ejecutadas por otros individuos se conviertan en mensajes que son entendidos por un observador.

Según el mecanismo propuesto, cada vez que un individuo ve una acción ejecutada por otro, las neuronas que corresponden a esta acción en el observador son activadas en su corteza premotora.

“El sistema de neuronas espejo permite al individuo detectar las expresiones faciales de otras personas y a través de ellas inferir algunos aspectos de su estado mental, necesario para anticipar posibles acciones futuras”. Ello permite adecuar la respuesta propia a las actitudes e intenciones de los otros, lo que es fundamental para la interacción social y para el desarrollo del lenguaje.

“Lo que somos depende en buen grado a quién imitamos cotidianamente; esta es una cuestión de sentido común, lo sabemos de nuestra vida cotidiana pero ahora hay bases fisiológicas para entender estos procesos con más detalle”.

Agregó que cada vez es más claro que la interacción que establecemos con el entorno y sobre todo con otros individuos influye en la integración de la autoconciencia y de los procesos cognoscitivos (como la memoria y el aprendizaje), en particular, durante las primeras etapas del desarrollo humano. De tal manera que el comportamiento social no es necesariamente la suma de los comportamientos individuales, explicó, sino una propiedad emergente, resultado de la interacción entre las personas.

El reconocido neurofisiólogo, quien obtuvo en 1987 el Premio Príncipe de Asturias, agradeció la invitación a ser parte del ciclo de conferencias “Ciencia y cultura para juzgadores” porque enriquece el aprendizaje y el diálogo entre científicos y abogados.

“Espero que esta visión panorámica acerca de los problemas que nos interesan les ayude a interactuar con este mundo ya globalizado de desarrollo científico y tecnológico, los cuales afectan nuestra vida diaria; y a nosotros nos ayude a entender el mundo complicado que es establecer reglas y leyes que rijan un comportamiento civilizado”, dijo a la audiencia.

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