David Sandoval Rodríguez
Quienes enseñan las humanidades deben repensar su papel dado que la tendencia mundial en las universidades parece apuntar hacia su desaparición, concordaron en señalar los académicos participantes en el Foro Académico “Las humanidades en el siglo XXI. Tradición e innovación” dentro de la mesa titulada “Desafíos y propuestas de las humanidades en el contexto actual”.
En el marco de la Feria Internacional del Libro Universitario (FILU) 2017, los catedráticos Gerardo Galindo Peláez, director de la Facultad de Historia; Sergio Vásquez Zárate, director de la Facultad de Antropología; Arturo Hinojosa Loya, de la Facultad de Sociología, y Mario Muñoz, de la Facultad de Letras Españolas, externaron sus puntos de vista en la mesa moderada por Yolanda Francisca González Molohua, directora de la Facultad de Sociología, realizada el lunes 24 de abril.
Galindo Peláez enfatizó que la historia a nivel mundial y nacional ha estado sujeta a vaivenes políticos e intelectuales, y que incluso su validez fue cuestionada durante la década de los noventa.
“La utilidad de la historia sigue siendo el crear la identidad personal y colectiva, otra utilidad debe entrañar la posibilidad de la búsqueda de la verdad”, dijo.
Enseguida, Sergio Vásquez planteó la existencia de un quehacer pasivo en la antropología contemporánea, “que suele mantenerse al margen de todo compromiso axiológico”.
Consideró necesario desplazar el énfasis de la academia en el desarrollo de competencias y planteó que “nuestro desafío consiste en promover la pertinencia social del humanista”; señaló además la importancia de reorientar a las humanidades hacia un modelo de enseñanza e investigación más crítico, incluso con nosotros mismos y a su vez más comprometido.
En el mismo sentido, Arturo Hinojosa destacó cuatro puntos principales dentro de los desafíos de las humanidades y las ciencias sociales: el primero, es reflexionar sobre la importancia del componente ontológico y epistemológico de las disciplinas en el contexto del sistema económico neoliberal.
El segundo, se refiere a la necesidad de analizar el vínculo entre lo micro y lo macro como enfoques del quehacer científico; el tercero, consiste en replantear la relación entre el individuo y el orden social.
Existen tantas teorías en la actualidad que parece imposible un diálogo o una posibilidad de comunicación, elemento central en la construcción de la ciencia, observó.
Finalmente, el cuarto punto a reflexionar se refiere a la complejidad conceptual y teórica relativa a la interdisciplina, que no ha servido como elemento dinamizador sino por el contrario, ha fomentado un aislamiento entre científicos y teorías.
Para concluir, Mario Muñoz hizo una reflexión acerca del momento actual a partir de la película La dolce vita de Federico Fellini, en la cual el cineasta italiano ya expone la crisis de valores que ocurriría al finalizar la década de los sesenta.
“Me parece necesario repensar en la dirección que ha tomado el mundo desde los años sesenta para tratar de explicarse la crisis y la desmoralización que empuja a todos a una caída libre en un precipicio sin fondo”, dijo.
La literatura es incómoda porque no puede dar respuestas categóricas ni resolver problemas, es su condición, señaló el catedrático, “plantear preguntas, sembrar la duda, propiciar la inquietud y los miedos y decir verdades”.