Una dimisión papal se habría justificado por situaciones histórico-políticas, pero nunca porque el Vicario de Cristo considere que la carga es demasiado fuerte; este argumento puede ser un duro golpe para la Iglesia porque debilita la figura más importante del catolicismo.

 

Si no se plantea adecuadamente, un feligrés común no podrá entender que el Papa Benedicto XVI simplemente se haya cansado y ya no quiera dar continuidad a su labor pontificia.

 

La noticia de la renuncia de Joseph Ratzinger plantea más dudas e interrogantes que certezas, no existe claridad en el término que debe usarse para esta situación y tampoco se sabe el estatus en el que quedará el pontífice, en ese sentido “podemos calificar la situación como confusa y negativa”, señaló el doctor Josué Rafael Tinoco Amador, profesor-investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

 

El especialista dijo que la dimisión de Benedicto XVI puede entenderse desde lo político o en lo concerniente a su debilitada salud, así como desde lo que no pudo lograr.

 

El psicólogo social indicó que desde 2005, en el momento que se supo de la decisión del Cónclave, se observó la inconveniencia de nombrar a Ratzinger para la Institución, debido a su avanzada edad y el poco tacto que tenía para los temas sociales, condiciones que dificultarían la continuidad a la labor de Juan Pablo II, Karol Józef Wojtyla.

 

Ocho años después se evidencia que su aportación a la Iglesia Católica como Institución, comparativamente a la de su antecesor, fue reducida por su visión teológica de la jerarquía de la Iglesia y su desinterés por acercarse a la sociedad, consideró el académico del Departamento de Sociología de la Unidad Iztapalapa de la UAM.

 

La decisión del Papa Benedicto XVI es entendible para su vida personal, pero criticable institucionalmente porque incluso se da en víspera de la Semana Santa, una de las conmemoraciones religiosas más importantes para los católicos.

 

Consideró que el Consejo Cardenalicio habrá ya iniciado la discusión respecto a la línea del próximo papado; porque la nota de la renuncia de Ratzinger pudo sorprender al público en general, pero no a la Curia, que debe decidir hacia dónde dirigir la Iglesia Católica en periodo de crisis.

 

En opinión del especialista, la estrategia correcta será atender las necesidades de sus fieles, que continúan abandonando las filas de la Iglesia porque su jerarquía no quiere tocar temas sociales.

 

Los retos evangelizadores “deben dirigirse al feligrés que quiere seguir creyendo en el catolicismo, pero que puede ser homosexual, puede abortar o puede tener relaciones prematrimoniales, porque este es el tipo de católico hoy en día, uno que quiere ser escuchado y atendido, no condenado”.

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