Un equipo de investigación de la Universidad de Cádiz, en colaboración con otros grupos del Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental (CIBERSAM), han llevado a cabo una investigación traslacional pionera centrada en el efecto antidepresivo inmediato que se produce tras la aplicación de la técnica de estimulación cerebral profunda (ECP).
Hasta la fecha esta técnica ha obtenido resultados de gran relevancia científica e interés clínico para los pacientes que sufren depresión mayor y no responden a los abordajes terapéuticos disponibles, publicados recientemente en la revista Molecular Psychiatry.
Los estudios básicos y clínicos han puesto al descubierto que el efecto inmediato o temprano de la ECP para el tratamiento de los pacientes que padecen depresión mayor resistente está condicionado por el uso de fármacos analgésicos y antiinflamatorios administrados después de la cirugía.
Así se debe explicar que la ECP es una técnica neuroquirúrgica terapéutica que se utiliza con éxito en pacientes con párkinson desde hace años. Desde el año 2005, se decidió aplicar el uso de esta terapia neuroquirúrgica a pacientes con diferentes desordenes psiquiátricos, principalmente los que padecen depresión mayor resistente, debido a su especial gravedad.
El tratamiento consiste en implantar al paciente unos electrodos para la estimulación del área subgenual cingulada, un área de la corteza cerebral que está alterada en esta patología. Los ensayos clínicos realizados hasta la fecha en diferentes países demuestran que la tasa de respuesta, al año de haber iniciado el tratamiento, es mayor del 60% (casi dos de cada tres pacientes). Sin embargo, estos trabajos también habían detectado que inmediatamente tras la intervención se producía una mejoría transitoria de la que no se conocían los mecanismos responsables.
“Hay que tener en cuenta que los pacientes con depresión mayor resistente están en una situación muy difícil ya que no han respondido a los tratamientos convencionales. Cuando apareció esta técnica, los primeros resultados fueron muy esperanzadores, hasta el punto que se pensó que este primer efecto antidepresivo tras la implantación era debido a las inmensas expectativas que los pacientes tenían de recuperarse. Sin embargo, en nuestras investigaciones nos planteamos que podría haber algún mecanismo neurobiológico adicional», explica Esther Berrocoso, una de las autores de la universidad gaditana.
Claro efecto antidepresivo
Así, desde la Universidad de Cádiz se iniciaron una serie de estudios preclínicos para investigar los mecanismos neurobiológicos responsables del efecto inmediato y temprano de esta técnica. «Los datos que proporcionaron nuestros experimentos sugerían que en las etapas tempranas del tratamiento se producía un claro efecto antidepresivo que era debido a la producción de un fenómeno de inflamación localizada en el entorno de la lesión. Es decir, se descubrió que el acto neuroquirúrgico que se realiza para implantar los electrodos en la corteza cerebral producía mediadores moleculares durante un corto periodo de tiempo que promoverían un claro e inmediato efecto antidepresivo”, afirma Berrocoso.
Las investigaciones realizadas en este trabajo han descubierto algunos de estos mecanismos. En concreto, el efecto inmediato o temprano de esta técnica consiste en la producción de un fenómeno complejo de inflamación local acompañado de la síntesis de moléculas proteicas en la corteza cerebral de gran valor en la producción del efecto antidepresivo. En otras palabras, el efecto antidepresivo inmediato está relacionado con la expresión de una proteína (p11) y la producción de un fenómeno inflamatorio local y autolimitado a una zona muy específica del cerebro que «no es precisamente mala, sino por el contrario es beneficiosa para la mejoría de la depresión».
De hecho, «proponemos que tras la implantación de los electrodos se producen fenómenos moleculares que son beneficiosos además de los propios de la estimulación cerebral”, aclara Berrocoso. Como consecuencia de estos descubrimientos relacionados con la inflamación, este grupo de científicos sostiene que «los analgésicos antiinflamatorios que se administran para controlar el dolor de los pacientes tras esta intervención quirúrgica podrían ser contraproducentes, en un primer momento, para el efecto antidepresivo».
Por ello, y para continuar con las investigaciones puestas en marcha, «estamos explorando el uso de analgésicos que no tengan efectos antiinflamatorios. Es decir, trabajamos en el desarrollo de otros protocolos de control del dolor que no interrumpan este efecto beneficioso y antidepresivo, ya que así se ayudaría a los pacientes que tienen una depresión grave a que consigan un tratamiento efectivo lo antes posible». Asimismo, la investigadora también quiso hacer hincapié en que «los resultados son prometedores, pero todavía es necesario guardar la cautela debida, dado que es necesario comprobar nuestra hipótesis en un mayor número de pacientes».
De esta forma, se plantean dar un paso más y «aunque los resultados antidepresivos con esta técnica son esperanzadores, no debemos olvidar que estamos hablando de una técnica que precisa de cirugía intracraneal. Así, nuestro grupo tiene como objetivo estudiar con más detalle qué cambios neuroquímicos específicos provoca esa técnica neuroquirúrgica para poderlos convertir en una posible diana terapéutica a través de un tratamiento menos intervencionista», explica Berrocoso.
Un problema global
Para entender mejor este descubrimiento es importante saber que una de cada cinco mujeres y uno de cada diez hombres sufrirán una depresión a lo largo de su vida en España. En estos momentos, la mitad de los pacientes con depresión mayor (la forma más grave de la enfermedad) no responden a los tratamientos: los síntomas persisten a pesar de seguir el tratamiento correctamente durante un tiempo suficiente.
En estos casos, el paciente suele acabar con un trastorno funcional crónico. La Organización Mundial de la Salud prevé que en los próximos años la depresión se convierta en la segunda causa de discapacidad en todo el mundo. Pero la resistencia al tratamiento puede tener consecuencias más graves, ya que se estima que la depresión mayor está presente en el 70% de los suicidios consumados, por lo que se hace necesaria la investigación de nuevos abordajes terapéuticos.
Referencia bibliográfica:
http://www.nature.com/mp/journal/vaop/ncurrent/full/mp201363a.html