“Con frecuencia vemos la línea de emisión Lyman-alfa del hidrógeno en objetos cercanos, ya que es uno de los marcadores fiables de formación estelar. Sin embargo, a medida que penetramos más profundamente en el Universo, y por lo tanto en épocas anteriores, el espacio entre las galaxias contiene un número creciente de oscuras nubes de hidrógeno que absorben esta señal”, señaló Adi Zitrin, astrónomo del Instituto de Tecnología de California (Caltech), autor principal del artículo.
Trabajos recientes hallaron que la fracción de galaxias que mostraban esta línea disminuyó de manera notable cuando el universo tenía unos mil millones de años, lo que equivale a un corrimiento al rojo de alrededor de 6.
El corrimiento al rojo es una medida que permite establecer hasta qué punto se había expandido el universo desde el momento en que la luz dejó una fuente distante y sólo puede determinarse en objetos celestes difusos mediante el uso de espectrógrafos de telescopios de gran tamaño, como el que poseen los telescopios gemelos de 10 metros del Observatorio Keck, el más grande que existe, hasta el momento, en la Tierra.
Las simulaciones por computadora de la reionización cósmica sugieren que en los primeros 400 millones de años de historia el Universo era ‘impermeable’ a la radiación Lyman-alfa, y, gradualmente, luego de nacidas las primeras galaxias, la intensa radiación ultravioleta de sus jóvenes estrellas quemó el hidrógeno oscuro y generó burbujas de radio creciente que, eventualmente, se superpusieron por lo que el espacio intergaláctico fue ‘ionizado’, es decir, pasó a estar compuesto de electrones y protones libres. En este punto, la radiación Lyman-alfa no tenía obstáculos para desplazarse por el espacio. Y, podríamos agregar, hoy permite que los telescopios terrestres hurguen en el pasado cósmico.