SINC. Niños, niñas y adolescentes sufren las mismas formas de victimización que los adultos –guerras, atracos y agresiones–, pero también algunas específicas, como la negligencia, el abuso sexual o el secuestro parental, entre otros. Por ello, la literatura científica afirma que esta población presenta una mayor vulnerabilidad a la violencia y a sus efectos adversos.
Ahora, una nueva investigación establece la incidencia con la que los españoles sufren violencia a lo largo de la infancia, dada la falta de datos obtenidos a partir de los reportes de los niños y niñas.
“Establecer la incidencia de la victimización en los grupos de edad más jóvenes es una necesidad imperiosa en España, dado que los estudios llevados a cabo hasta el momento se han centrado, preferentemente, en encuestas dirigidas a grupos de edad adultos o han utilizado las estadísticas obtenidas por organismos oficiales”, explica a Sinc Noemí Pereda, primera autora de este trabajo e investigadora de la Universidad de Barcelona.
El trabajo engloba una muestra de 1.107 adolescentes españoles (590 chicos y 517 chicas), seleccionados de forma aleatoria en siete centros de educación secundaria. Tenían una edad comprendida entre 12 y 17 años, y se les aplicó el Cuestionario de Victimización Juvenil.
El cuestionario engloba seis módulos de victimización: violencia por delitos comunes (hurtos, robos, vandalismo), por parte de cuidadores (maltrato físico, abuso emocional, secuestro parental), de iguales y hermanos o hermanas (acoso escolar, violencia en el noviazgo), sexual (abuso o agresión sexual, exhibicionismo), exposición a violencia (entre progenitores, de progenitores a hermanos, violencia comunitaria) y electrónica (acoso, solicitudes sexuales).
Los resultados, publicados en la revista Child Abuse & Neglect, revelan que un 83% de los adolescentes manifestó haber sido víctima de al menos una de las formas de violencia evaluadas a lo largo de su vida, y un 68,6% en el último año.
En referencia a los delitos comunes, un 61,5% de los jóvenes manifestó haber sido víctima a lo largo de su vida, configurando la forma de victimización más frecuente. La victimización por parte de cuidadores afectó a un 25,3% de los jóvenes a lo largo de su vida.
Por otra parte, el 48,8% de los jóvenes sufrió victimización por parte de sus iguales y hermanos o hermanas y un 8,7% sufrió violencia sexual.
Finalmente, el 12,6% de los jóvenes ha sido víctima de acoso electrónico.
“La victimización en jóvenes españoles es más frecuente de lo que podría estimarse y nos alerta de un serio problema social que deberíamos empezar a prevenir para evitar futuras dificultades en el desarrollo de estos chicos y chicas”, añade Pereda. “Estos mismos resultados se han obtenido en los países que han aplicado esta metodología basada en la información proporcionada por el propio menor”.
Diferencias de género
Se encontraron diferencias significativas en las formas de violencia que padecen chicos y chicas a lo largo de sus vidas. Los jóvenes varones son víctimas de un mayor número de delitos comunes (el 68% de ellos los han afrontado); mientras que en las chicas se producen más casos de abuso emocional por parte de sus cuidadores (23%), victimización sexual (13,9%) y victimización electrónica (17,6%).
“El estudio supone una aproximación innovadora a la extensión de la victimización infantojuvenil en España. Por primera vez en España se ha preguntado por experiencias de violencia múltiples a adolescentes a través de un instrumento de autorreporte que sigue la misma metodología que otros estudios en el contexto europeo, como Finlandia y el Reino Unido”, apunta la experta.
Cerca de un 20% de los jóvenes fue considerado polivíctima, teniendo en cuenta los acontecimientos del último año.
“Estos jóvenes deben ser identificados para conocer cómo la vivencia de múltiples formas de violencia a lo largo de su infancia ha podido influir en su desarrollo. A su vez, se les deben ofrecer recursos para evitar que asuman la violencia como una forma de relación y ayudarlos a conseguir el nivel de bienestar que todo niño, niña y adolescente necesita para convertirse en un ciudadano sano e integrado”, concluye Pereda.
Referencias bibliográficas:
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