Los cazadores furtivos asesinan al año a cerca de 50.000 elefantes africanos, que proceden de una población de menos de 500.000 ejemplares. La captura ilegal amenaza seriamente con la extinción a estos animales.
Para rastrear la procedencia del marfil ilegal y ayudar a la policía a luchar contra este comercio desde su origen, el biólogo Samuel Wasser, de la Universidad de Washington (EE UU) ha realizado por primera vez análisis genéticos en los colmillos de elefantes procedentes de unas 28 incautaciones realizadas entre 1996 y 2014. Cada una de ellas contenía aproximadamente media tonelada de marfil.
“Estas confiscaciones constituyen el 70% de todo el peso del marfil de contrabando y llevan el sello de las mafias transnacionales de crimen organizado implicadas en este negocio”, informa a Sinc Wasser, director del Centro de Biología de la Conservación de la universidad estadounidense, y autor principal del estudio que publica Science.
Los resultados demuestran que hasta 2006 el 96% de las incautaciones de marfil se originaron por la caza ilegal procedente de cuatro zonas. Sin embargo, desde entonces los cazadores furtivos se han movido hacia otras tierras. El nuevo trabajo ha permitido identificar en concreto dos áreas conflictivas desde 2007.
Siguiendo el rastro de los cazadores furtivos
“En la sabana, la caza furtiva se concentra en Tanzania –en especial en la parte sureste en la que se incluye la Reserva de Niassa en Mozambique–, pero se está moviendo hacia el norte a través del Parque Nacional de Ruaha y la adyacente Reserva de Rungwa (ambas en Tanzania)”, revela el científico.
Según el estudio, más del 85% del marfil de elefantes de la sabana incautado entre 2006 y 2014 procede principalmente de la Reserva de Selous, al sureste de Tanzania. Pero desde 2011, el conflicto ha llegado a otros parques del centro del país y se mueve hacia Kenia.
Las zonas de conflicto en la selva se sitúan sobretodo (el 85%) en el ecosistema protegido del proyecto TRIDOM (Tri-National Dja-Odzala-Minkebe) que incluye «el noreste de Gabón, el noroeste de la República del Congo, el sureste de Camerún, así como la adyacente Reserva Dzanga Sangha en la República Centroafricana”, apunta Wasser.
De 1996 a 2005, la mayoría del marfil de elefantes de la selva que analizó el científico se asignó al este de la República Democrática del Congo, pero ninguna de las muestras estudiadas después de 2005 provenía de esta zona.
El trabajo señala además que una de las mayores incautaciones contenía grandes cantidades de marfil de ambas zonas, lo que sugiere un vínculo entre los principales traficantes que operan en estas áreas. A esto se añade el hecho de que de las 28 confiscaciones analizadas, 23 se enviaron o se iban a mandar desde países diferentes a los países de origen, donde se capturaron los colmillos.
Un mapa de las poblaciones de elefantes
Para llegar a estas conclusiones, el equipo de investigación –que ha contado con la colaboración de la INTERPOL en el análisis del marfil– analizó en primer lugar el ADN de excrementos de 1.350 elefantes de sabana y de selva procedentes de 71 localizaciones diferentes en 29 países africanos.
Así los científicos crearon un mapa de las poblaciones de los elefantes y, de este modo, pudieron determinar las zonas de caza ilegal. El análisis genético posterior de los colmillos –elaborado también por los países donde se incautaron del marfil– permitió asignar las incautaciones a poblaciones específicas de elefantes a lo largo del continente africano.
“La ejecución de leyes en estas dos zonas podría parar gran parte de la matanza de elefantes –y de otros animales– y detener desde el origen este complejo sistema criminal que permite que las mafias organizadas operen”, advierte a Sinc Wasser.
Según el biólogo, “se pierde un 10% de la población africana de elefantes al año, por lo que es necesario actuar con urgencia”. Como las zonas de conflicto son pocas y tardan en moverse, “deberíamos ser capaces de rastrear cualquier cambio hacia nuevas áreas siempre y cuando los países que se incautan del marfil sigan proporcionándonos a tiempo el material de las confiscaciones”, concluye.
En la actualidad, el tráfico ilegal de fauna salvaje se sitúa en el cuarto puesto de crimen organizado, y el comercio de marfil representa gran parte de este negocio. Además, los beneficios obtenidos por su venta están asociados a la financiación de organizaciones terroristas africanas.
Referencia bibliográfica:
S.K. Wasser et al. «Genetic assignment of large seizures of elephant ivory reveals Africa’s major poaching hotspots» Science 18 de junio de 2015
(SINC)