Todos aquellos enamorados que han declarado su adicción al ser amado pueden confirmar, a partir de los estudios del neurobiólogo Jim Pfaus, que más que una revelación romántica lo que sustentan es una verdad científica.

Durante un par de conferencias impartidas a estudiantes de posgrado de la Universidad Veracruzana, el reconocido investigador de la Universidad de Concordia, en Canadá, aseguró que las estructuras cerebrales –relacionadas con la motivación, la expectación y la formación de hábitos– que se activan cuando una persona consume drogas, son las mismas que cuando experimenta amor, “lo cual podría explicar a este último como un hábito basado en el deseo sexual y sus posibles recompensas”.

¿Es éste un adiós a la concepción del amor romántico? No necesariamente, afirmó Pfaus, “aunque el amor y el deseo coinciden significativamente en las estructuras corticales y límbicas, tienen patrones diferentes en el cerebro. El primero es un comportamiento complejo y abstracto en el que también se involucran aspectos sociales, a diferencia del segundo, en el cual podemos reconocer un objetivo muy específico”.

Por otra parte, añadió, “comportamientos como la monogamia y la creación de lazos afectivos con nuestra pareja están regulados por procesos neurobiológicos en los que intervienen neurotransmisores que son liberados durante el encuentro sexual”.

Para ahondar en la complejidad del comportamiento sexual, Pfaus se refirió a un experimento realizado en su laboratorio de la Universidad de Concordia, en el que se inducía a ratas macho a tener su primer encuentro sexual con hembras impregnadas de esencia de almendras; “a partir de esta experiencia los machos mostraban un condicionamiento al elegir para la cópula a las hembras que tenían ese olor y rechazar a las que no lo tenían”.

Otra fase del experimento consistió en sustituir la esencia de almendras por un olor nauseabundo que las ratas asocian a riesgo de infección y que evitan a toda costa, “y aunque el estímulo era negativo, los machos jóvenes y sin experiencia sexual copulaban con ellas si éstas eran su única opción, lo cual pone de manifiesto la gran fuerza del instinto sexual y cómo las primeras experiencias en este ámbito pueden condicionar parte del comportamiento sexual de una rata adulta”.

En qué medida los resultados de experimentos con animales de laboratorio pueden significar nuevos conocimientos con respecto al comportamiento humano es aún un tema inacabado, pero mientras tanto, algunos de estos descubrimientos arrojan luz en la búsqueda de tratamientos contra las adicciones y algunas disfunciones sexuales.

Un buen ejemplo de ello es el flibanserin, un fármaco utilizado actualmente para tratar el desorden de hipoactividad sexual a partir del cual se busca mejorar la libido de las mujeres. Antes de las investigaciones de un grupo de científicos, liderado por Pfaus, esta droga estaba destinada a tratar la depresión, pero su actuación va mucho más allá: “Actúa a nivel cerebral y su función es equilibrar ciertos neurotransmisores relacionados con la excitación y la inhibición a fin de generar una respuesta de excitación sexual, se trata fundamentalmente de bloquear la emisión de la serotonina y simultáneamente disparar la producción de dopamina y otros químicos que provocan un estímulo sexual”, concluyó.

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