La galería de Cartier en el Thyssen‐Bornemisza
El Museo Thyssen‐Bornemisza presenta, del 24 de octubre de 2012 al 17 de febrero de 2013, la exposición El Arte de Cartier, desvelando más de 420 piezas de la Colección Cartier, desde sus orígenes hasta nuestros días.
Esta exposición, una de las más importantes organizadas hasta la fecha por el número de piezas expuestas, refleja el espíritu y la evolución artística de Cartier desde su fundación en París en 1847. El dinamismo de los hermanos Cartier y su interés por el arte de las culturas lejanas o antiguas sentaron las bases de la identidad artística de la Maison. Del estilo Guirnalda al Art Decó de los años 30, de la inspiración china al estilo Tutti Frutti, son más de 165 años de creatividad que esta retrospectiva realza en un amplio recorrido por las múltiples manifestaciones, técnicas y estilos de diseño de sus creaciones. La exposición se realiza en colaboración y con el patrocinio de Telefónica.
La Colección Cartier
Provenientes de coleccionistas privados, de joyeros o de subastas, las más de 1.450 piezas que forman la Colección Cartier han sido seleccionadas, una a una, de acuerdo con unos criterios de estilo e inspiración, origen, materiales y maestría en su realización. Un tesoro de piezas tan rico y variado que es testigo de cada fase de la evolución del diseño y las técnicas que Cartier ha utilizado a lo largo de su historia y, hoy en día, representa un patrimonio artístico y cultural excepcional.
La riqueza del archivo histórico que la Casa Cartier ha sabido conservar durante décadas es una parte fundamental de la Colección y por ello cobra también un destacado protagonismo en el recorrido de la muestra. Formado por bocetos, dibujos, acuarelas y apuntes de extraordinaria belleza, este archivo es un auténtico tesoro desconocido por la mayoría del público y ofrece, sin embargo, una información excepcional para entender la Colección en todo su sentido y explicar cómo, para quién y por qué fueron creadas muchas de las piezas.
El diseñador Jorge Varela, comisario de la exposición junto al director artístico del Museo, Guillermo Solana, y Paula Luengo, del Área de Conservación del Museo, ha concebido un espectacular montaje en el que, junto a las piezas expuestas en cada sala, se proyectan en las paredes imágenes de sus correspondientes bocetos, dibujos y fotografías de los personajes que las lucieron, y que aportan una información adicional de gran valor e interés histórico.
Piezas únicas y préstamos excepcionales
Cierto número de piezas adquiridas recientemente se presentan por primera vez al público. Entre ellas, destacan el collar de rubíes y diamantes de Elizabeth Taylor, regalo de su tercer esposo, el productor Mike Todd, o el broche con forma de flamenco de la Duquesa de Windsor, realizado en colaboración con Jeanne Toussaint directora artística de la Maison en aquella época; una creación de colores, iluminada por un plumaje multicolor de zafiros, rubíes y esmeraldas calibrados, interpretación cromática audaz del flamenco rosa, en la tradición de una visión naturalista y poética.
La exposición incluye también algunos préstamos excepcionales, como la diadema estilo Guirnalda perteneciente a la Familia Real Española, regalo del rey Alfonso XIII a la reina Victoria Eugenia en 1920, y que actualmente la Reina Sofía utiliza en actos oficiales. También, para esta ocasión, el Palacio de Mónaco ha aceptado que sean expuestas varias creaciones Cartier de su propiedad, como las joyas que la Princesa Gracia luce en las fotos oficiales de su boda en 1956, regalos del Príncipe Rainiero III.
Un recorrido cronológico y visual por la historia de la joyería
1. Del aprendiz de joyero a la Rue de la Paix
En 1847 Louis François Cartier abre su primera joyería en un pequeño taller de París. El mayor de sus nietos, Louis, toma las riendas de la compañía en 1899 y traslada la boutique al número 13 de la Rue de la Paix, a tan solo unos pasos de la Plaza Vendôme, corazón del lujo y la elegancia parisina.
En esta época Cartier gana fama gracias a sus creaciones, deseadas por la aristocracia europea y la élite americana. Entre sus clientes se encontraban la Princesa Matilde, prima del Emperador Napoleón III, la Reina Alejandra de Inglaterra, la Princesa rusa Olga Paley y Elisabeth, reina de Bélgica. Fue precisamente otro miembro de la realeza, el Rey Jorge VI, quien encargó a Cartier numerosas tiaras para los invitados de su coronación en 1937. Años antes, su abuelo Eduardo VII había acuñado en honor de Cartier la conocida frase: “Rey de los joyeros, joyero de los reyes” le honró con el primer título de proveedor de la Casa Real de Inglaterra. Muy pronto, este título fue seguido del reconocimiento de las Cortes de España, Portugal, Rusia, Bélgica, Grecia, Italia y el Principado de Mónaco, entre otras.
Dividida en dos secciones, la primera sala de la exposición presenta joyas variadas de la segunda mitad del siglo XIX con guarnición de plata y oro según la técnica tradicional; es el denominado estilo Luis XVI o Guirnalda que alcanza su punto culminante en 1890 y perdura hasta la Primera Guerra Mundial, y que Cartier revolucionó completamente con la introducción de un metal nuevo en el mundo de la joyería: el platino. Su maleabilidad, blancura y resistencia permitía aligerar las monturas para crear verdaderos encajes y guirnaldas de diamantes, llegando a su máximo refinamiento con el desarrollo de la técnica conocida como engaste millegrain a finales del siglo XIX.
La segunda sección muestra una completa selección de tiaras. Convertida en símbolo exclusivo de la realeza, la diadema o tiara evolucionó a lo largo de los siglos hacia piezas de orfebrería llevadas como insignias de soberanía o alto rango. Las grandes diademas de Cartier datan de principios del siglo XX y, en su mayoría, son de platino; son encargos tanto de la realeza como de las grandes
fortunas de uno y otro lado del Atlántico que rivalizaban en esplendor con la nobleza de las cortes europeas. La evolución de la diadema sigue las distintas modas e influencias, desde el estilo Guirnalda a las tiaras Kokoshnik (en ruso “cresta de gallo”), inspiradas en un tocado tradicional, o la diadema bandeau, más acorde con la moda femenina del periodo de entreguerras.
2. Estilo moderno y Art Decó
A principios del siglo XX Louis Cartier abre dos nuevas delegaciones en Londres y Nueva York, e incita a sus diseñadores a dar un nuevo enfoque estético que rompa con el estilo Guirnalda. Desde 1904 surgen nuevos diseños basados en líneas geométricas y formas abstractas, inicialmente aplicados a creaciones de pequeño tamaño, como los broches, pero que pronto se adaptarán a todo tipo de piezas. En 1909 Cartier queda fascinado por la explosión de colores de los Ballets Rusos de Diághilev, que triunfan en el teatro Châtelet de París; como consecuencia, aparecen las primeras combinaciones de piedras de diferentes colores en diseños atrevidos: azul y verde de turquesas, lapislázulis y jades, o de zafiros y esmeraldas, el rojo y negro del coral y el ónix… Buen ejemplo de ello es el diseño “piel de pantera”, a base de ónix y diamantes, que surge en 1914 y acabará convirtiéndose en uno de los iconos de la Casa.
En esos años se desarrollan también nuevas formas de tallado ‐brillante, bala, trapezoidal, cuadrada o triangular‐ que se suman a la talla baguette, creada anteriormente pero cuya forma rectangular y sencilla encajaba visualmente a la perfección con las líneas geométricas del Art Decó.
3. Influencias orientales
A comienzos del siglo XX los hermanos Cartier sintieron la necesidad de viajar alrededor del mundo en busca de nuevas inspiraciones exóticas. Recorrieron el golfo Pérsico hasta encontrar las más hermosas perlas de Oriente, viajaron hasta la
India convenciendo a muchos Maharajás de que permitieran montar con diseños Cartier sus tesoros multicolores, y atravesaron Rusia, donde el virtuosismo de Carl Peter Fabergé retó a Cartier a crear piezas con los preciados trabajos de esmalte, consiguiendo rivalizar en belleza y elegancia con los del maestro. Otros destinos que inspiraron los nuevos diseños de la Casa fueron Egipto, China y el lejano
Oriente.
Esta pasión por las culturas exóticas les llevó a reunir también una rica biblioteca, que se convertiría en fuente inagotable de inspiración, y a coleccionar fragmentos de arte antiguo procedentes de esos países y que incorporaban a las propias piezas. El resultado fue una insólita interpretación del estilo Art Decó de los años veinte, con influencias egipcias, persas, hindúes, chinas o japonesas, que fusionaba el pasado con el gusto contemporáneo; una mezcla fascinante que convirtió las joyas Cartier en piezas únicas, irrepetibles. Surgen así los broches Escarabajo o Diosa, las joyas con piedras talladas con técnicas tradicionales de la India, como las conocidas como Tutti Frutti, relojes, vanity cases y pitilleras con motivos orientales (budas, dragones, etc.) y los más diversos objetos decorativos.
4. El poder del estilo. Clientes emblemáticos
Después de la Primera Guerra Mundial aparece una nueva élite rica, culta, abierta y atrevida formada por las más importantes familias aristocráticas europeas y las grandes fortunas estadounidenses; muchos de ellos se convirtieron en clientes habituales de Cartier: la Duquesa de Windsor, Daisy Fellowes, Mona Bismarck, Millicen Rogers, Gloria Guiness,… En los años cincuenta otros clientes carismáticos realizan sus encargos especiales a Cartier, entre ellos, algunas de las actrices más destacadas de la época, como Grace Kelly, Elisabeth Taylor o María Félix. Algunas de estas piezas extraordinarias podrán verse en la sala, ilustradas además con
proyecciones en los que las protagonistas aparecen luciendo esas mismas joyas.
5. Tiempo precioso, objetos preciosos
El diseño y creación de relojes ha estado presente en la casa Cartier desde sus inicios; relojes de bolsillo primero y muy pronto también de pulsera, que aparecen ya en los libros de contabilidad en 1888 aunque su uso generalizado no llegaría hasta la década de 1910. Una importante efeméride en la historia de Cartier fue la creación de uno de los primeros relojes de pulsera en 1904, expresamente diseñado para el aviador brasileño Alberto Santos‐Dumont. A este modelo le seguirían otros muchos, dotados con el famoso cierre desplegable patentado en 1909; los diseños Tonel, Tortuga o el popular reloj Tanque, creado en 1917 como tributo a los tripulantes de los carros de combate aliados de la Primera Guerra Mundial que liberaron la ciudad de París. Los modelos femeninos, realizados principalmente en platino y diamantes, fueron evolucionando hasta convertirse en la década de 1930 en auténticas joyas, con la esfera más estrecha que la pulsera. Paralelamente surge también un nuevo tipo de reloj de sobremesa, inspirado con frecuencia en motivos orientales, reproduciendo formas arquitectónicas egipcias o japonesas.
El estilo de vida mundano y de lujo exigía con frecuencia que las piezas de joyería fueran preciosas no sólo por el metal o las piedras utilizadas sino por haber sido concebidas especialmente para la persona que lo iba a llevar. En los años veinte y treinta se puso de moda grabar en ellas un mensaje personal dedicado al destinatario. Igualmente, la celebración de determinados acontecimientos en el mundo de las artes, las letras, la política o el deporte, dio lugar a encargos especiales y a la creación de objetos excepcionales, como la espada del académico Jean Cocteau o la réplica del módulo lunar Apolo 11.
6. Fauna y flora
Jeanne Toussaint se puso al frente del departamento de Alta Joyería Cartier en París en 1933; su estilo fue tan paradigmático que creó un nuevo gusto conocido como gôut Toussaint. Las creaciones de la alta costura de diseñadores como Schiaparelli, Dior, Chanel o Balenciaga le proporcionaron una fuente contante de inspiración para la creación de nuevas joyas. Con ella surge una nueva sensibilidad, completamente distinta de la estilización geométrica propia del Art Decó, basada en la inspiración en la naturaleza, en la flora y la fauna, que dio lugar a todo un mundo fantástico e imaginativo: motivos en forma de pájaros, mariquitas, mariposas, tortugas, libélulas, floresexóticas, palmeras,… Fueron famosas, por ejemplo, sus magníficas creaciones felinas, de gran realismo y maestría técnica, utilizando en ocasiones piezas articuladas que daban una sensación de movimiento inigualables: los broches Pantera de la Duquesa de Windsor y Tigre de Barbara Hutton, o el magnífico collar de María Félix formado por dos cocodrilos engastados con diamantes y esmeraldas, que podía llevarse como broches o como collar, cruzando sus extremos, son buen ejemplo de ello; todas ellas, creaciones únicas en la historia de la joyería.