Investigadores del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF), el Centro Tecnológico Forestal de Cataluña (CTFC) y la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) han publicado recientemente los resultados de un estudio en la revista PLoS ONE que pone de manifiesto la urgencia con la que necesitamos reducir la excesiva continuidad de nuestros bosques y matorrales.
Esta continuidad es uno de los principales factores de propagación de los incendios forestales más virulentos, que son los que tienen peores consecuencias ambientales y socioeconómicas, y los que suponen un mayor riesgo para la población.
Según el estudio, la superficie total sobre la que habría que actuar anualmente debería ser muy superior a la actual, si queremos incrementar nuestra eficiencia en la reducción de estos grandes incendios, que serán cada vez más frecuentes en las próximas décadas debido al Cambio Global.
Usando los mismos métodos que hasta ahora –trabajos forestales, pastoreo y quemas prescritas– deberá crecer mucho la inversión que se está haciendo en estas tareas.
Por ello, los investigadores han estudiado el efecto que podría tener un método complementario a los anteriores: reducir la continuidad vegetal relajando los esfuerzos de extinción en incendios que tengan lugar cuando las condiciones meteorológicas garantizan un buen control del fuego por parte de los bomberos.
El fuego para evitar el fuego
Dejar quemar algunos fuegos en años benignos puede ser una vacuna contra el impacto de los grandes incendios
Este es un método conocido en otros lugares del mundo con problemas de incendios similares a los nuestros (por ejemplo, el Parque Nacional de Yellowstone, 1991) y, a diferencia de las quemas prescritas, no se trata de provocar ningún fuego, sino de dejar que algunos incendios espontáneos quemen algunas hectáreas bajo condiciones controladas.
\’El problema es que 40.000 hectáreas quemadas por unos pocos incendios de gran virulencia suele tener un impacto sobre el ecosistema y un riesgo real para la población mucho más elevados que si se queman las mismas hectáreas en un número mayor de incendios y de manera más controlada\’, comenta el investigador Adrián Regos. Y añade: \’El modelo que hemos utilizado –basado en datos reales del territorio catalán– indica que modular los esfuerzos de extinción en fuegos que se producen bajo condiciones suaves puede incrementar considerablemente las oportunidades de encontrar espacios para apagar los incendios más virulentos bajo condiciones extremas\’.
Los autores del artículo son conscientes de la dificultad de implementar este tipo de medidas, porque habría que establecer los criterios adecuados para decidir cuándo, cómo y dónde se relajan estos esfuerzos, sin correr ningún riesgo para la población y minimizando los efectos sobre el ecosistema.
\’El objetivo es acabar teniendo un mayor control sobre el régimen de incendios en una perspectiva a largo plazo. En el contexto actual de cambio climático, nuestra capacidad de modificar este régimen es muy limitada si no encontramos métodos efectivos de intervenir sobre las masas forestales arboladas a gran escala\’, explica Lluís Brotons, coautor del estudio.
Una idea de bombero, pero con mucho sentido
Las previsiones de cambio global pronostican que el trabajo de los equipos de extinción del fuego será cada vez más difícil, por el aumento del riesgo de incendios y el aumento de situaciones climatológicas extremas. Por eso, hace tiempo que tanto los bomberos, especialmente el Grupo de Apoyo de Actuaciones Forestales (los GRAF), como los diferentes colectivos implicados en la gestión del territorio reclaman medidas más efectivas de reducción de la biomasa forestal.
Para los investigadores de este estudio, esta modulación de la extinción en situaciones benignas debería entenderse como una vacuna contra los grandes incendios que se producen en situaciones más extremas.
\’Este método es sólo una alternativa más que se podría utilizar bajo determinadas condiciones, pero no estamos diciendo que es eso lo que se deba hacer -puntualiza el investigador Lluís Brotons-. Lo que sí decimos de manera contundente es que hay que rebajar la continuidad forestal de una gran parte del territorio, y que debemos hacerlo ya. De lo contrario, corremos un riesgo cada vez mayor de sufrir pérdidas catastróficas desde el punto de vista ecológico, económico e incluso de vidas humanas\’.