Hace tan sólo algunos años, a 177 km al norte de la ciudad de Bogotá, Colombia, en el pueblo de Villa de Leyva, un poblador local encontró de casualidad restos que parecían ser los de un dinosaurio. Desde ese entonces eran exhibidos sin demasiadas especificaciones en el museo de la Junta de Acción Comunal Vereda Monquirá, junto a otras piezas paleontológicas y arqueológicas descubiertas en la zona. Hace tres años, los paleontólogos del Centro de Investigaciones Paleontológicas de Villa de Leiva (CIP) se pusieron en contacto con investigadores del CONICET en el Museo Paleontológico Egidio Feruglio (MEF) de Trelew, Chubut, y luego de un arduo trabajo lograron describir un nuevo dinosaurio: el Padillasaurus leivaensis. Estos estudios fueron publicados en la revista Journal of Vertebrate Paleontology.
“Es la primera especie de dinosaurios de Colombia. Había registros pero eran muy fragmentarios y no alcanzaban para nominar una nueva especie ni tener una precisión sistemática respecto de a qué grupo habrían pertenecido. Ahora pudimos hacerlo. No se conocía prácticamente nada de los dinosaurios en ese país ni de los de la parte más ecuatorial de América del Sur. Se empieza a completar el rompecabezas, podemos saber qué pasó durante el Período Cretácico en la parte más norte de nuestro continente”, asegura José Luis Carballido, investigador asistente del CONICET en el MEF.
Este nuevo dinosaurio recibe su nombre en honor al Dr. Carlos Bernardo Padilla Bernal, fundador del CIP y promotor de la preservación e investigación del registro fósil en Colombia, y a la ciudad donde se hallaron los restos.
“Hace varios años comenzamos una colaboración con el CIP de Colombia, quien acudió al MEF de Trelew para asesoramiento y colaboración en la formación conjunta de recursos humanos, tanto técnicos como científicos. Comenzamos a colaborar en el estudio conjunto de fósiles de sumo interés del período Cretácico hallados en la zona de Villa de Leyva. Esta colaboración fue fomentada por un acuerdo de cooperación entre nuestras instituciones y el CONICET. Hoy vemos publicado el primer resultado de este fructífera vinculación que tiende a poner en valor la colaboración entre instituciones de América del Sur para comprender más cabal y completamente la historia del continente sudamericano”, agrega Diego Pol, investigador independiente del Consejo en el Museo Paleontológico Egidio Feruglio (MEF).
Los estudios realizados permitieron determinar que los restos pertenecían a una nueva especie de dinosaurio de la familia de los braquiosáuridos (familia de los saurópodos), que habitaron el planeta en el Jurásico Superior -hace 150 millones de años- y se caracterizaban por su gran altura, su cuello largo y elevado, sus miembros anteriores más largos que los posteriores y su alimentación herbívora. En este sentido, Carballido resalta que durante este ese período esa familia era muy diversa. Se encontraron restos en América del Norte, Europa, África y Sudámerica (en la provincia de Chubut hay algunos de ellos), pero después de ese período se creía que se habían extinguido en todos los continentes menos en América del Norte.
“Al asignar nosotros a esta familia a Padillasaurus leivaensis estamos demostrando por primera vez que habrían sobrevivido al menos en bajas latitudes en América del Sur durante el Período Cretácico -hace 130 millones de años-. No se extinguieron en todos los continentes, en la parte más norte de América del Sur y la del Norte estuvieron presentes después del Jurásico”, aclara el investigador.
Los paleontólogos del CIP se encargaron de la preparación del material, es decir, de la remoción de la roca mediante medios mecánicos -martillo mecánico y/o cortafierros- o químicos –ácidos orgánicos-. Este proceso duró aproximadamente un año e implicó todo un desafío para los investigadores por el tamaño y tipo de fósil, solían trabajar con especímenes marinos. Una vez que los materiales fueron preparados, acondicionados y estudiados se devolvieron al museo de la junta comunal donde actualmente se exhiben. Esta labor fue clave a la hora de determinar el lugar y la edad del fósil. Por su parte, Pol aclara que el equipo del MEF colaboró en el estudio anatómico y comparativo que permitió determinar que los restos representaban una especie completamente desconocida hasta el momento.
“No teníamos información exacta del lugar donde salió el material y para la paleontología es un problema bastante grande. Por suerte, cuando empezaron con la preparación encontraron restos de amonites -moluscos cefalópodos extintos-. El dinosaurio se murió y probablemente por algún río fue llevado hasta el mar. Villa de Leyva era todo un océano en el período Cretácico, los restos del dinosaurio quedaron en un fondo marino sepultados. Encontraron amonites de dos especies distintas que estudiaron especialistas en estratigrafía de Colombia y por eso pudimos determinar con exactitud la edad de los fósiles: es de unos 130 millones de años. A partir de ese dato, pudimos analizar en los alrededores de Villa de Leyva donde había afloramientos de esa edad y acotar el lugar geográfico muchísimo. Sabemos que es un área bastante chica al norte de Villa de Leyva”, explica Carballido.
Las muestras encontradas correspondían a la columna vertebral, incluyendo vértebras de la región dorsal, el sacro y las caudales (las ocho primeras de cola). Cada uno de los grupos de saurópodos tienen vértebras caudales con características propias y eso es lo que les permitió a los paleontólogos reconocer que se trataba de una nueva especie porque tienen los procesos trasversos con una morfología muy particular. Mientras que la mayoría de los saurópodos presentan procesos transversos simples este animal los tiene divididos.
“Las vértebras caudales de los braquiosáurios tienen algunas características propias que pudimos determinar y encontrar. Una de ellas es el tipo de articulación de las vértebras: la cara anterior es cóncava y la cara posterior es plana. Además, el centro de las caudales en el margen lateral tiene unas depresiones bastante profundas y ciegas que no comunican a nada, es como un agujero de aproximadamente 2 centímetros y es algo típico y único de los braquiosáurios. Ese es el principal carácter por el cual pudimos determinar que pertenecía a esta familia. Si bien los restos están incompletos, estimamos que este dinosaurio medía 16 metros de largo y pasaba 10 mil kg aproximadamente”, comenta el investigador.
Este hallazgo contribuye a expandir los conocimientos científicos de la paleontología en Colombia y representa una oportunidad para empezar a explorar el área donde se encontraron los fósiles. Los investigadores del CIP empezaron a hacer algunas recorridas iniciales en esas zonas y encontraron algunos huesos, por el momento, restos muy fragmentarios como restos de fémures. Carballido afirma que esto indica que a través de los sedimentos marinos de a poco se están acercando a la parte con mayor influencia continental. Se abre la posibilidad de empezar a hacer campañas de prospección e intentar encontrar más restos de dinosaurios en la región.
“Conocemos muchos dinosaurios del cono sur, pero nos queda aun mucho por conocer sobre la fauna de las regiones que hoy son Colombia, Venezuela, y Ecuador. Estos estudios fomentan la integración científica entre países latinoamericanos y brinda la oportunidad de integrar experiencias y conocimientos para lograr un mejor entendimiento de nuestro pasado”, comenta Pol.
Por Cecilia Leone
Sobre investigación:
José Luis Carballido. Investigador asistente. MEF.
Diego Pol. Investigador independiente. MEF.
Santiago Padilla Bernal. Centro de Investigaciones Paleontológicas. Colombia.
Mary Luz Parra Ruge. Centro de Investigaciones Paleontológicas. Colombia.
María E. Páramo-Fonsecac. Centro de Investigaciones Paleontológicas. Colombia.
Fernando Etayo-Sernad. Centro de Investigaciones Paleontológicas. Colombia.
(Imágenes Gabriel Lio, cortesia de los investigadores)