Estamos ya acostumbrados a pensar que los logros de la ciencia y la tecnología son importantes para el bienestar de todos. Sabemos además que para que la ciencia avance se necesita el apoyo generoso de toda la sociedad. Y también estamos convencidos de que en una economía competitiva y en un mundo globalizado, la innovación basada en la ciencia y la tecnología es el factor determinante de la competitividad de las empresas y de la creación de riqueza. Pero nos faltaba algo importante: tomar conciencia de que el desarrollo científico y tecnológico es una responsabilidad que está en nuestras propias manos. No es maná graciosamente caído del cielo, ni fruto de la casualidad y la fortuna. La ciencia es un asunto humano, de interés general, y cuyo desarrollo, en sociedades libres, depende de la participación del público.

La Agenda Ciudadana de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación responde a este convencimiento. Es una especie de experimento social de participación del público en la definición de las prioridades de la política científica y tecnológica para las próximas décadas. Un experimento exitoso. Se puso en marcha hace tres años en España y se logró una participación entusiasta de decenas de miles de ciudadanos. Ahora acaba de concluir una experiencia similar en México, con una participación de centenares de miles. En los próximos años aspiramos a extender la experiencia por toda Latinoamérica y ¿por qué no? por todo el mundo.

 

Lo más sorprendente de las experiencias llevadas a cabo es el entusiasmo con el que el público participa en un proyecto que hasta hace poco se podría haber considerado utópico y completamente ajeno a los intereses inmediatos de los ciudadanos. Después sorprende también -hay que decirlo- el creciente apoyo institucional y político que estas iniciativas están recibiendo. Y por último, aunque no en último lugar, la originalidad y audacia de los retos que el público plantea, elige y promueve en estas experiencias. En España y Europa, hace tres años, sorprendió la preocupación de los ciudadanos por retos científicos y tecnológicos como el almacenamiento de energía o la fabricación de órganos artificiales para trasplantes. En México estamos viendo el interés ciudadano por la extensión de la educación humanística, científica y tecnológica, el abastecimiento de agua, y la conservación del medio ambiente. Debemos felicitarnos por la experiencia: los ciudadanos informados e interesados por el bien público (el público) demuestran un nivel de madurez y cultura cívica al que los académicos y políticos deben rendir homenaje, respeto y reconocimiento.

 

Estamos asistiendo a muchos cambios, muy profundos, en la dinámica política, económica y cultural de nuestras sociedades. En los próximos años asistiremos también a un profundo replanteamiento de las políticas científicas y tecnológicas. Espero que entonces recordemos cómo fueron los primeros pasos de esa nueva era en la que el público asume su protagonismo en todas partes, también en la definición de la agenda ciudadana de la ciencia y la tecnología.

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