Durante los últimos meses, un fragmento de la barrera Larsen C de la Antártida ha ido desgarrándose a medida que una profunda grieta atravesaba el hielo. La misión Sentinel-1 de Copernicus ha sido testigo del desprendimiento un bloque de hielo con un tamaño que duplica al de Luxemburgo, dando lugar a uno de los mayores icebergs jamás conocidos y modificando para siempre el contorno de la península Antártica.
Aunque la grieta apareció por primera vez hace varios años, parecía mantenerse estable hasta que, en enero de 2016, comenzó a crecer.
Solo en enero de 2017 se extendió 20 km, alcanzando una longitud total de unos 175 km.
Tras algunas semanas de calma, la grieta creció otros 16 km a finales de mayo y continuó a finales de junio.
Además, a medida que la grieta se prolongaba iba desviándose hacia el margen de la barrera, cuando anteriormente había transcurrido en paralelo al mar de Weddell.
A principios de julio, cuando apenas quedaban unos pocos kilómetros entre el extremo de la grieta y el océano, la suerte de Larsen C ya estaba echada.
Los científicos del Proyecto MIDAS, un consorcio de investigación de la Antártida liderado por la Universidad de Swansea, Reino Unido, han estado empleando imágenes de radar de la misión Sentinel-1 de Copernicus para observar de cerca los cambios en la situación.
Como la Antártida se acerca hacia los meses de oscuridad invernal, las imágenes por radar resultan indispensables, dado que los radares pueden suministrar imágenes de los lugares más recónditos independientemente de la luminosidad y de las condiciones meteorológicas.
Como explica Adrian Luckman, responsable de MIDAS: “Los últimos avances en sistemas satelitales como Sentinel-1 han ampliado enormemente nuestra capacidad de monitorizar acontecimientos como este”.
Noel Gourmelen, de la Universidad de Edimburgo, añade: “Al utilizar la información de la misión CryoSat de la ESA, que incluye un altímetro radar para medir la altura de la superficie y el grosor del hielo, detectamos que la grieta tenía una profundidad de varias decenas de metros”.
Como era de prever, una sección de Larsen C de unos 6.000 km2 acabó por desprenderse, como sucede en el ciclo natural que da lugar a los icebergs. Este coloso de hielo pesa más de un billón de toneladas y contiene aproximadamente la misma cantidad de agua que el lago Ontario, en América del Norte.
“Llevábamos meses esperándolo, pero la rapidez con que ha terminado por avanzar la grieta no ha dejado de sorprendernos. Seguiremos monitorizando el impacto de este parto en la propia barrera de hielo Larsen C y en el devenir del iceberg”, indica el profesor Luckman.
El progreso del iceberg es difícil de predecir. Podría mantenerse en la zona durante décadas, pero si se fragmentase, algunas secciones podrían vagar hacia las aguas más cálidas del norte. Como la propia barrera de hielo ya está flotando, este iceberg gigante no afecta al nivel del mar.
Con el parto de este iceberg, se ha desprendido alrededor del 10 % del área de la barrera de hielo.
La pérdida de un fragmento de tal envergadura resulta de interés, ya que las plataformas de hielo a lo largo de la península desempeñan un papel importante de sujeción de los glaciares que discurren hacia el mar, ralentizando su flujo.
Sucesos similares ocurridos más al norte, en las barreras Larsen A y B, y capturados por los satélites ERS y Envisat de la ESA, muestran que cuando se pierde una parte importante de una barrera de hielo, se acelera el flujo de los glaciares situados por detrás, lo que contribuye a la subida del nivel del mar.
Gracias al programa europeo de vigilancia medioambiental Copernicus, los satélites Sentinel nos ofrecen información esencial sobre lo que sucede en nuestro planeta. Esto resulta crucial para monitorizar regiones inaccesibles por su lejanía, como los polos.
Mark Drinkwater, de la ESA, concluye: “La combinación de los satélites Sentinel con misiones de investigación como CryoSat resulta esencial para vigilar los cambios en el volumen de hielo debidos al calentamiento climático”.
“En particular, los datos que recibimos durante todo el año de las herramientas de microondas de estos satélites nos ofrecen información crítica para comprender los mecanismos de fractura de la barrera de hielo y los cambios en la integridad dinámica de las plataformas de hielo de la Antártida”.