Una investigación de científicos portugueses y suecos publicada hoy en PLOS ONE confirma mediante técnicas de psicología experimental la teoría de detección de las serpientes, según la cual el ser humano y otros primates han sufrido una fuerte presión evolutiva para desarrollar una percepción especial acerca de la presencia de serpientes en su entorno. Este nuevo estudio revela una capacidad extraordinaria del ser humano para detectar ofidios, incluso en situaciones en las que es difícil fijar la atención, muy por encima de la sensibilidad que tiene ante otras fobias.

En los experimentos participaron 205 individuos y los resultados indican que la detección de las serpientes se produce por “un mecanismo rápido y eficiente que se puede disociar de otros estímulos relacionados con el miedo compartidos por la población general, como las arañas”, explica Sandra Soares, investigadora de la Universidad de Aveiro que firma este trabajo.

La detección de las serpientes en una serie de imágenes es excelente incluso cuando otros factores están en contra, por ejemplo, una duración muy breve del estímulo, que la aparición ocurra en la periferia del campo de visión o que las serpientes se camuflen con el ambiente. Todas estas circunstancias impiden que el ser humano perciba estímulos que suponen una amenaza y otros estímulos neutros, pero no afectan a la detección de serpientes.

Esta habilidad tiene un sentido en cada una de estas circunstancias. Percibir una serpiente debe ser una acción rápida que requiera solo de un vistazo para ponerse a la defensiva lo antes posible. Hacerlo mediante una visión periférica es necesario para detectarlas en un mayor número de posiciones cercanas. Y, aunque la atención se centre en otro elemento, como un pájaro, parece haber una detección automática, algo que también funciona si el número de elementos de distracción es muy grande.

Los participantes en los experimentos veían una serie de imágenes y pulsaban diferentes botones de respuesta si creían haber visto o no el objetivo, por ejemplo, una serpiente, entre elementos no amenazantes, como frutas.

Todas estas pruebas se realizaron también con arañas, otro animal objeto de fobia en la actualidad y que por eso se había clasificado junto a las serpientes como causante de un miedo relevante para la evolución. Sin embargo, este trabajo muestra grandes diferencias en los tiempos de respuesta y en la precisión de la reacción del ser humano ante estos dos animales, de manera que “no está claro que haya un fundamento evolutivo en la aversión a las arañas”.

Clave en la evolución del cerebro

La teoría de la detección de especies, desarrollada por la científica Lynne Isbell y apoyada por disciplinas muy variadas, indica que el cerebro de los primates ha evolucionado en buena medida gracias a las serpientes, en particular, desarrollando un sentido de la vista muy agudo para percibir sus formas y colores. Otros autores, como el profesor sueco Arne Öhman, investigador principal de este artículo, desarrollan esta idea para estudiar la atención y la emoción.

Desde el punto de vista de la psicología, los resultados del estudio tienen múltiples implicaciones. Para los psicólogos, las serpientes pueden ser la herramienta ideal para analizar el procesamiento de algunas emociones, teniendo en cuenta que su relación con el miedo es superior a la de otros estímulos, como los de las arañas o los rostros enfadados. Además, esta investigación explora la atención, la emoción y la relación entre ambas, conceptos clave en psicología.

En un futuro, “un mayor conocimiento de la forma en la que procesamos el miedo en nuestro entorno probablemente conducirá a la mejora de terapias para las personas que sufren trastornos relacionados con el miedo, como los problemas de ansiedad”, señala Sandra Soares.

Referencia bibliográfica

Soares SC, Lindström B, Esteves F, Öhman A (2014). The Hidden Snake in the Grass: Superior Detection of Snakes in Challenging Attentional Conditions. PLoS ONE 9(12): e114724. doi:10.1371/journal.pone.0114724

(SINC)

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