El síndrome de Estocolmo es una reacción psicológica en la cual la víctima de un secuestro, o una persona retenida contra su voluntad, desarrolla una relación de complicidad, y de un fuerte vínculo afectivo, con quien le ha secuestrado.
Se debe, principalmente, a que malinterpretan la ausencia de violencia contra su persona como un acto de humanidad por parte del secuestrador, lo que los lleva a mostrar dos tipos de reacciones: Por una parte, sentimientos positivos hacia sus secuestradores, mientras que por otra parte, muestran miedo e ira contra las autoridades (policiales). A la vez, los propios secuestradores muestran sentimientos positivos hacia los rehenes.
Según datos de la Federal Bureau of Investigation (FBI), alrededor del 27 % de las víctimas de 4,700 secuestros y asedios recogidos en su base de datos experimentaron esta reacción.
El “Síndrome de Estocolmo” debe su nombre a un hecho sucedido el 23 de agosto de 1973 en la ciudad de Estocolmo, Suecia, cuando, se dio un fallido atraco al banco Kreditbanken, el llamado robo de Norrmalmstorg; dos delincuentes mantuvieron, durante seis días como rehenes a cuatro de los empleados – tres mujeres y un hombre.
Jan Erik «Janne» Olsson entró el 23 de agosto de 1973 encapuchado, armado con una metralleta y con explosivos en la sucursal del Kreditbank en la céntrica plaza de Norrmalmstorg: «Tírense al suelo. Ahora empieza la fiesta», dijo en inglés antes de disparar al techo y tomar como rehenes a tres empleadas y plantear condiciones a la policía: tres millones de coronas suecas, un coche y vía libre para salir de Suecia.
Al ser alertada la policía, dos oficiales llegaron de forma casi inmediata. El atracador hirió a uno de ellos y mandó al segundo sentarse y cantar. Olsson había tomado cuatro rehenes y exigió tres millones de coronas suecas, un vehículo y dos armas.
Olsson exigió además que fuera trasladado desde su celda al banco Clark Olofsson, entonces uno de los criminales más conocidos del país y con quien había coincidido en la cárcel, lo cual fue aceptado. En el banco estaba escondido otro empleado que pasó a integrar el grupo de rehenes en la bóveda de seguridad.
Rehenes y secuestradores jugaron a las cartas y al cinco en raya y entablaron lazos afectivos que pronto quedaron de manifiesto.
En las conversaciones telefónicas mantenidas durante el cautiverio con el primer ministro sueco, Olof Palme, Kristin Enmark, de 23 años, que ejercía de portavoz de los rehenes, tomó claramente partido por “Janne” Olsson frente a la policía.
“Confío plenamente en ellos, viajaría por todo el mundo con ellos”, llegó a decir de sus secuestradores Enmark, dispuesta a aceptar la propuesta de Olsson de que los dejaran salir en coche llevándose a dos rehenes, una idea rechazada por las autoridades.
A los tres días del inicio del secuestro, para evitar el uso de gases lacrimógenos por parte de la policía, los rehenes fueron obligados a ponerse de pie con sogas alrededor de sus cuellos, hecho que fue percibido por ellos como una amenaza real contra sus vidas.
Allí permanecieron seis días, los últimos cuatro limitados a un espacio reducido.
Los acontecimientos se precipitan a partir del cuarto día, cuando la policía taladró el techo de la bóveda: Olsson amenazó con colocar sogas al cuello de los rehenes e hirió de un tiro a un agente.
El sexto día, unos agentes lograran colarse en la entidad y cerrar la bóveda para aislar a los rehenes. La policía soltó gas lacrimógeno y a los pocos minutos, Olsson se rindió, sin que hubiera heridos.
Los rehenes se negaron a salir antes que sus captores, por miedo a que éstos fueran castigados y se despidieron de ellos con abrazos.
Dos de los rehenes siguieron trabajando en el banco, mientras que otra estudió psicoterapia y la cuarta desapareció de la luz pública.
El origen del Síndrome de Estocolmo
Después de los hechos, al preguntarle a Olsson sobre el síndrome, bautizado inicialmente como “de Norrmalmstorg” por el criminólogo Nils Berejot, que colaboró con la policía durante el robo, rechazó la existencia del mismo y en cambio afirmó que fue su personalidad la que provocó una reacción positiva de los cautivos.
“Me llevé bien con todos. En el talego me visitaron dos rehenes, y cuando me casé en la cárcel, los policías hicieron de testigos”, aseguró en una entrevista a la agencia sueca TT el ex secuestrador, que después trabajó en una concesionaria de autos.
Olsson sostiene que él quiso irse cuando recibieron el dinero de la policía, pero que su compañero no se atrevió.
“No me arrepiento de lo ocurrido, igual en cierto modo. Pero de qué sirve”, confesó.
El “drama de Norrmalmstorg”, que ha originado varios libros y una película, también ha dado pie a mitos como que Olofsson se llevó una importante suma de dinero del banco o que una de las rehenes tuvo sexo con uno de los captores, luego desmentido.
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Clark Olofsson fue absuelto en segunda instancia por lo ocurrido en el Kreditbank, pero luego recibió varias condenas por otros delitos, que lo llevaron a cárceles de Suecia y de Dinamarca.