El 14 de agosto de 2003 se anunció que científicos chinos mezclaron células epiteliales humanas con óvulos de conejo, creando varios humano-conejo; los embriones habrían crecido en probetas durante varios días y cuando llegaron más allá de las cien células los investigadores las destruyeron para estudiar las células madre en su interior.
La investigación fue conducida por el científico chino Hui Zheng Sheng de la Facultad de Medicina de la Universidad de Shanghai; fue publicada por la revista del Shanghai Instituto of Cell Biology y reproducida por el periódico norteamericano The Washington Post.
Los científicos norteamericanos manifestaron su decepción ante la falta de datos precisos sobre la técnica utilizada; la Academia Pontificia de la Vida la calificó como una «aberración monstruosa», lo cual fue parte del encendido debate que se desató en el mundo científico, político y teológico sobre la ética de la clonación.
Este no es el único caso en que se buscó mezclar células humanas con las de animales: Científicos estadounidenses en Massachusetts habían intentado en el pasado crear embriones híbridos entre el hombre y la vaca como fuentes de células estaminales, pero no obtuvieron apoyo para continuar con las investigaciones, añadió en su nota The Washington Post.
En la revista científica sólo se detalló que el equipo chino utilizó células del prepucio de dos niños de cinco años y de dos adultos, así como del rostro de una mujer de 60 años, y las mezclaron con óvulos de conejos de Nueva Zelanda.
De los embriones creados en laboratorio, alrededor de 400, sólo un centenar sobrevivieron hasta el estadío en el cual las células estaminales comienzan a formarse.