Cambridge, 28 de febrero de 1953. En el pub The Eagle, por aquel entonces cercano al Laboratorio Cavendish, el biólogo James D. Watson y el biofísico Francis Crick interrumpieron el almuerzo para anunciar que habían descubierto «el secreto de la vida».
Se trataba de la estructura en doble hélice del ácido desoxirribonucleico, el ADN, la biomolécula que contiene la información genética de los seres vivos.
En el hallazgo, que se publicó poco después en la revista Nature, resultaron cruciales los datos de difracción de rayos X proporcionados por la investigadora Rosalind Franklin.
Sin embargo, aunque su participación fue de vital importancia, Franklin no contribuyó de forma voluntaria al descubrimiento. La química y cristalógrafa inglesa logró fotografiar mediante rayos x una imagen del ADN, la que se conoce como Fotografía 51, pero en una investigación propia.
Aunque existe mucha polémica respecto a cómo llegó a manos de Watson y Crick esa fotografía, lo cierto es que el trabajo de Franklin fue capital para el posterior hallazgo de la doble hélice.
Watson y Crick recibieron el premio Nobel por su descubrimiento en 1962. Franklin había fallecido cuatro años antes por un cáncer de ovario y aún hoy se reivindica su papel en este hito en la historia de la ciencia.