En la región de General Salgado, en el noroeste del estado de São Paulo, fue hallado un espécimen antes desconocido de cocodrilo fósil con restos de otro espécimen cocodriloforme en su cavidad abdominal.
Ésta es la primera vez que se identifican inequívocamente contenidos en el abdomen de cocodrilos fósiles, lo que evidencia que esos animales en ocasiones devoraban a individuos de otras especies del mismo grupo.
Pedro Lorena Godoy, realizó el descubrimiento en Brasil, como parte de su doctorado, y en la investigación fue dirigido por Max Cardoso Langer, docente asociado del Departamento de Biología de la Universidad de São Paulo.
“Considero que es uno de los hallazgos paleontológicos más importantes realizados en Brasil en los últimos años, ya que a nivel mundial fue el primer registro confiable de contenido estomacal en cocodrilos fósiles, y es la primera evidencia de depredación entre diferentes especies de cocodrilos fósiles”, declaró Langer a Agência FAPESP.
La excavación que hizo posible el hallazgo de los animales se realizó en rocas de la llamada Formación Adamantina, que se extiende por el oeste paulista y por la zona conocida como Triângulo Mineiro, en Minas Gerais, datadas ambas como correspondientes al período Cretáceo, hace alrededor de 70 millones de años. El predador, que tendría aproximadamente dos metros de longitud, recibió el nombre de Aplestosuchus sordidus (“abominable cocodrilo goloso”).
Se lo clasificó en el subgrupo de los baurusúquidos, que comprendía a otras especies de cocodrilos carnívoros terrestres. En tanto, la presa quedó identificada como un individuo perteneciente al subgrupo de los esfagesáuridos, animales de tamaño menor y dieta omnívora o herbívora.
Pese a su importancia, el descubrimiento de una nueva especie de cocodriloforme (un grupo que incluye a los cocodrilos actuales y a sus parientes fósiles) no constituye de por sí un logro espectacular. Existen varios registros de otras especies del mismo grupo en la región. “La gran novedad fue efectivamente el descubrimiento del contenido estomacal del animal”, afirmó Langer.
Vestigios de este tipo descubiertos anteriormente se hallaban alterados de tal modo por el proceso digestivo que apenas permitían decir que se trataba efectivamente de restos de animales ingeridos por los predadores.
En cambio, en el descubrimiento actual se hallaron piezas suficientemente íntegras e identificables. “Hallamos cuatro huesos del cráneo y dientes, que son los materiales más resistentes del esqueleto. Y logrados clasificar a estos hallazgos en el subgrupo de los esfagesáuridos”, dijo Langer.
Asimismo, fue la primera vez que se constató la depredación de una especie fósil de cocodriloforme por otra. Pese a ser algo raro, este tipo de depredación es conocido entre algunos cocodrilos de la actualidad. Tal es el caso del cocodrilo marino de Australia, un reptil contemporáneo de más de cuatro metros de longitud. Este carnívoro –que devora todo tipo de animales encontrados en su hábitat, y constituye incluso una amenaza para los seres humanos– también puede alimentarse de cocodrilos de agua dulce. Pero entre los fósiles, tal depredación intragrupal aún no había sido constatada.
El cuadro que se ve en la parte superior, elaborado por los investigadores y publicado en el artículo de PLoS One, muestra los principales componentes de la fauna de vertebrados de la Formación Adamantina durante el período considerado. Las figuras en negro corresponden a subgrupos de cocodriloformes. La número 9 (baurusúquidos) corresponde al subgrupo del predador, y la número 14, al de la presa (esfagesáuridos).
La figura 7 corresponde al subgrupo de los trematocámpsidos, cuyas características ya eran prácticamente idénticas a las de los cocodrilos actuales: hocico alargado con aberturas nasales proyectadas hacia arriba y patas cortas, los rasgos anatómicos típicos de los animales acuáticos. La comparación de la figura 7 con la figura 9 permite percibir fácilmente las características predominantemente terrestres del predador ahora descubierto: hocico más corto con aberturas nasales hacia adelante y patas alargadas.
El cuadro muestra también (en gris) tres tipos de dinosaurios: un carnívoro bípedo de gran porte (figura 1), un herbívoro cuadrúpedo de gran porte (figura 13) y un carnívoro bípedo de pequeño porte (figura 15). Pero lo curioso es que, si bien dichos animales habitaban la Formación Adamantina, la cantidad de fósiles de dinosauros hallados hasta ahora es mucho menor que la de cocodriloformes.
Los científicos todavía no cuentan con una explicación cabal para ese desequilibrio. “Puede ser que haya sido provocado por factores ambientales, o por alguna ventaja adaptativa de los cocodriloformes con relación a los dinosaurios”, conjeturó Langer.
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El cuadro que se ve en la parte superior, elaborado por los investigadores y publicado en el artículo dePLoS One, muestra los principales componentes de la fauna de vertebrados de la Formación Adamantina durante el período considerado. Las figuras en negro corresponden a subgrupos de cocodriloformes. La número 9 (baurusúquidos) corresponde al subgrupo del predador, y la número 14, al de la presa (esfagesáuridos).
La figura 7 corresponde al subgrupo de los trematocámpsidos, cuyas características ya eran prácticamente idénticas a las de los cocodrilos actuales: hocico alargado con aberturas nasales proyectadas hacia arriba y patas cortas, los rasgos anatómicos típicos de los animales acuáticos. La comparación de la figura 7 con la figura 9 permite percibir fácilmente las características predominantemente terrestres del predador ahora descubierto: hocico más corto con aberturas nasales hacia adelante y patas alargadas.
El cuadro muestra también (en gris) tres tipos de dinosaurios: un carnívoro bípedo de gran porte (figura 1), un herbívoro cuadrúpedo de gran porte (figura 13) y un carnívoro bípedo de pequeño porte (figura 15). Pero lo curioso es que, si bien dichos animales habitaban la Formación Adamantina, la cantidad de fósiles de dinosauros hallados hasta ahora es mucho menor que la de cocodriloformes.
Los científicos todavía no cuentan con una explicación cabal para ese desequilibrio. “Puede ser que haya sido provocado por factores ambientales, o por alguna ventaja adaptativa de los cocodriloformes con relación a los dinosaurios”, conjeturó Langer.