Descifrar el linaje de los primeros pobladores de América ha supuesto un desafío para los científicos. Hasta ahora, al estudiar la genética se creía que los indígenas americanos o amerindios modernos descienden de los siberianos que migraron hacia Beringia oriental –la masa de tierra que conectaba Asia y América del Norte– hace entre 26.000 y 18.000 años. Estos primeros pobladores americanos se habrían propagado después hacia el sur.

Sin embargo, este primer linaje americano continúa siendo un tema de debate académico debido a que las características faciales de los esqueletos americanos más antiguos no son similares a los de los indoamericanos modernos.

Un artículo que publica la revista Science describe un esqueleto descubierto en la cueva Hoyo Negro, sumergida en la Península de Yucatán en México, que pertenece a uno de los primeros americanos.

El hallazgo arroja nueva luz a esta discusión de décadas entre arqueólogos y antropólogos. Los restos pertenecen a una chica joven que han llamado ‘»Naia'» y tienen una antigüedad de entre 12.000 y 13.000 años.

“Los amerindios modernos se parecen mucho a las poblaciones de China, Corea y Japón, pero los esqueletos de los americanos más antiguos no. Estos últimos tienen cráneos más largos y angostos que los de los amerindios posteriores, y las caras más pequeñas y cortas, lo que hace que se parezcan más a las sociedades actuales de África, Australia, y la Cuenca del Pacífico Sur”, explica el antropólogo, arqueólogo y paleontólogo James Chatters, dueño de la firma de consultoría forense Applied Paleoscience que lidera el estudio.

“Esto ha dado como resultado –añade Chatters– la especulación de que quizá los primeros americanos y los amerindios provinieron de diferentes lugares de origen, o emigraron de Asia en diferentes etapas en su evolución”. 

Pocas pistas para encontrar respuestas

Un rompecabezas complicado de descifrar por lo difícil que es encontrar esqueletos paleoamericanos intactos para su estudio. “Los esqueletos paleoamericanos son raros por diversas razones. Las poblaciones eran escasas, nómadas y enterraban o incineraban a sus muertos donde yacían, lo que hace que las ubicaciones de las tumbas sea impredecible. Además, los procesos geológicos han destruido o enterrado profundamente sus tumbas”, asegura el paleontólogo.

La investigación de los restos sugiere que América no fue colonizada por eventos de migración separados, procedentes de diferentes partes de Eurasia; o múltiples eventos de colonización a partir de Beringia.

Según sus conclusiones, los primeros americanos representan una expansión de la población de Beringia y esto corrobora la hipótesis de que ambos, paleoamericanos y nativos americanos, provienen de una sola población.

“Este proyecto es emocionante por muchas razones: la hermosa cueva, los esqueletos de animales hallados increíblemente bien conservados, el esqueleto humano tan completo, el éxito de nuestra innovadora propuesta de datación… Pero para mí, lo más importante es que finalmente tenemos una respuesta, después de veinte años, a una pregunta que me ha intrigado desde mi primer vistazo al Hombre de Kennewick [los restos de un hombre de 9.500 años de antigüedad hallados en el estado de Washington, EE UU]”, concluye Chatters.

Referencia bibliográfica:

James C. Chatters et al. “Late Pleistocene Human Skeleton and mtDNA Link Paleoamericans and Modern Native Americans”, Science 344: 750 – 754, 15 de mayo de 2014.

 

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