“La Unión Europea socava su propia competitividad en el sector de la agricultura, se daña a sí misma y a las actividades humanitarias que se desarrollan en países subdesarrollados”, según asegura un grupo de científicos liderados por la Universidad de Lleida (UdL) en un artículo publicado en la revista Trends in Plant Science del grupo Cell.
En el trabajo se resumen casos de estudio sobre la competitividad en el sector agrícola. Sus autores proponen que se “armonice” la política agraria y se adopten “principios racionales basados en estudios científicos” para prevenir el declive de la economía y la pérdida del estándar de vida europeo.
‘»La UE va a depender casi por completo del progreso científico y de la exportación para conseguir productos alimenticios. Irónicamente, el resto del mundo ha adoptado una tecnología –que es muy impopular en Europa–, al darse cuenta de que es la única manera de lograr una agricultura sostenible'», declara Paul Christou, investigador del Institució Catalana de Recerca i Estudis Avançats (ICREA) en la Universidad de Lleida.
Según el grupo de expertos, muchos aspectos de la política agrícola de la UE, incluidas las relativas a los transgénicos, no tienen coherencia interna y obstaculizan lo que la propia política se propone alcanzar.
“La UE ha promulgado una serie de estrategias que pretenden que Europa sea la economía más competitiva basada en el conocimiento, pero ha fallado. Esto es así debido a la paradójica ejecución de las políticas descritas, que son contradictorias, incompetentes y que en realidad promueven las prácticas que ellas mismas rechazan. En muchos casos, estas políticas se basan en intereses políticos a corto plazo en vez de evidencias científicas y modelos económicos a largo plazo”, aseguran.
Política de la UE sobre los transgénicos
Por ejemplo, la Estrategia de Lisboa tiene como objetivo crear una bioeconomía basada en el conocimiento y reconoce el potencial de los organismos genéticamente modificados (OGM), “pero la política de la UE sobre estos cultivos ha creado un ambiente que hace que esto sea imposible”, subrayan.
Asimismo, Christou insiste en que son los grandes productores los que se benefician de las subvenciones destinadas a apoyar a los agricultores, en detrimento de la agricultura familiar.
‘»A los agricultores de la UE se les niega la libertad de elección; en esencia, se les impide competir porque las políticas de la UE discriminan activamente a aquellos que deseen cultivar transgénicos, pero exactamente los mismos cultivos son aprobados para la importación'», dice Christou.
Todo esto, según él, a pesar del hecho de que los transgénicos deben pasar por estrictas pruebas de seguridad y no ha habido ninguna evidencia de daños o riesgos a la salud en los más de 15 años de agricultura de OGM en todo el mundo.
Según este grupo de científicos, para revertir esta situación, la UE debe crear las políticas pertinentes, eliminar las inconsistencias que envuelven el cultivo e importación de transgénicos, así como establecer unos niveles aceptables de plaguicidas y micotoxinas. “Esto haría de la agricultura europea una industria competitiva con un comercio armonizado”, enfatizan.
Los científicos auguran que siguiendo la trayectoria actual, la UE se enfrenta a quedarse por detrás del resto del mundo en tecnología, economía y políticas humanitarias.
Referencia bibliográfica:
Masip et al. ‘»Políticas agrícolas de la UE paradójicas sobre los cultivos genéticamente modificados.'» Trends in Plant Science1–13. (2013).