Enrique Florescano no tiene temas sino obsesiones y se ha casado con ellas, por eso las retoma consistentemente, se casa con sus ideas y ésa es una de sus grandes virtudes, aseveró Javier Garciadiego, presidente de El Colegio de México y uno de los analistas de la obra del historiador, durante el homenaje nacional organizado por la Universidad Veracruzana (UV).
“Me ha invitado a dos proyectos, lo cual agradezco infinitamente, pero más le agradeceré que no vuelva a hacerlo porque es un hombre inagotable, incansable”, añadió.
Momentos antes, Juan Ortiz Escamilla, del Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales de la Universidad Veracruzana (UV), había apuntado hacia la capacidad del homenajeado para atender varios asuntos a la vez, en distintas partes del país y sin que nada escape de sus manos.
Subrayó que su increíble capacidad le convierte, además, en garante de la calidad de los trabajos que publica. “Nunca vamos a encontrar una obra suya que no contenga sentido social o valor intelectual importante”.
Al abordar la historia oficial y la moda de “descuartizarla” en la actualidad, Ortiz Escamilla se preguntó si existe en realidad una “historia oficial” o existen muchas que se corresponden con la pluralidad que se ha dado en todo el territorio nacional, en la que hasta los gobernadores de algunos estados se atreven a mutilar el contenido de los libros de texto gratuito.
¿De qué manera podemos intervenir los historiadores en torno del uso que se da a la historia? Ésa es la enorme enseñanza de Florescano: qué y cómo enseñar, cómo difundir. “Aún tenemos muchos pendientes”.
En la continuidad del tema, Javier Garciadiego añadió conceptos susceptibles de análisis, al considerar la permanencia de dos historias: la oficial y la gubernamental.
“La primera no me satisface porque existen muchas historias oficiales. La Iglesia tiene su propia historia oficial, lo mismo la izquierda con su absurdo Zapata de caballo blanco y su Flores Magón absolutamente puro. Por otra parte, la historia gubernamental es ‘histórica’; no es la misma aquella que sostenía Cárdenas que la de la unidad nacional de Ávila Camacho, la de modernización con De la Madrid y Salinas o la que puedan sostener muchos otros políticos.
”En 1992 me sorprendía la crítica a aquella propuesta de dos libros de texto, que provenía de tradicionalistas que defendían una historia gubernamental totalmente rebasada.”
Al reseñar su concepto personal en torno a la trayectoria de Florescano, Garciadiego recordó que el maestro “maduró y se forjó trabajando en las principales instituciones historiográficas del país, especialmente en el Instituto Nacional de Antropología e Historia que dirigió por varios años a partir de 1982”.
Pero su dedicación nunca ha sido excluyente y mantiene esa rara cualidad de la omnipresencia. Sus intereses son múltiples y siempre se expresan en variados compromisos institucionales: organizador de encuentros disciplinarios, líder gremial –presidente del Comité Mexicano de Ciencias Históricas–, jurado de muchísimos premios, diseñador y garante de incontables proyectos.
“Así como empleamos el término polígrafo para referirnos a aquel que escribe de muchos temas y en muchos estilos, Florescano es un hombre poliédrico, mantiene diferentes personalidades. Es un Quetzalcóatl…”