Las lenguas son como ciudades en movimiento: sistemas dinámicos que realizan diversas funciones, cuya infraestructura sirve para canalizar una gran variedad de actividades u operaciones, y cuando dejan de satisfacer esas funciones, desaparecen. El trabajo de lingüistas como el que lleva a cabo el doctor José Luis Iturrioz Leza, de la Universidad de Guadalajara, es más que un simple análisis de la estructura de aquéllas, traspasa esa labor y se convierte en “reforestador” de lenguas indígenas.
Desde hace treinta años el especialista se ha enfocado a estudiar la lengua huichola “wixárika” -que se habla principalmente en Jalisco, Nayarit, y en algunas partes de Durango y Zacatecas- de la que ha escrito una exhuaustiva gramática desde un modelo operacional, así como recopilado y definido alrededor de 130 mil palabras que, como él mismo dice, por sí solas no dicen nada, pero si se toma en cuenta que el Diccionario Universal Alemán registra 70 mil artículos y el de la Real Academia 80 mil, se habla de una riqueza sin igual e indica que la obra esté todavía lejos de concluirse.
“México es un país orgulloso de sus pirámides, pero el valor de una pirámide comparado con el de una lengua, es de un valor depreciable. Una lengua es un tesoro infinitamente más valioso que una pirámide, pues si conservamos un dibujo de la construcción, los arquitectos pueden reconstruirla igual, pero si una lengua muere, muere para siempre, no hay manera de reconstruirla partiendo de unos cuantos fragmentos”, dijo el doctor Iturrioz Leza.
Lo anterior significa que se tienen que hacer más esfuerzos para conservar y transferir las lenguas a las generaciones siguientes, a las que no se les haría ningún favor permitiendo que desaparezcan, sostuvo. Es por esta razón que está próximo a publicarse el diccionario de la lengua huichola, así como el inicio de la publicación de la gramática de esta lengua –en sus dos versiones: científica y didáctica-, la cual se prevé abarque casi 10 volúmenes.
En este campo de la lingüística indígena mexicana, en opinión del especialista, la investigación es todavía insuficiente y una buena parte de las lenguas que se hablan en el país (de acuerdo con el Censo de Población y Vivienda 2010 del INEGI, en México se hablan 89 lenguas indígenas) disponen a lo sumo de gramáticas elementales.
“Para la creación del diccionario huichol fue sencillo llegar a las cinco mil palabras, pero ir más allá fue un trabajo lexicográfico titánico, pues implicó penetrar en muchos dominios culturales complejos. No digo que no nos falte nada, pero lo que tenemos representa una parte de lo que es la grandeza del lenguaje huichol. En cada lengua las palabras hay que buscarlas de diferente manera, así como la gramática es diferente, los léxicos también están estructurados de manera distinta; la investigación de la gramática y la lexicografía deben ser paralelas porque se complementan”, explicó el investigador del Departamento de Estudios en Lenguas Indígenas.
El proceso de recopilación y definición de palabras que realizó el doctor José Luis Iturrioz Leza fue a través de la lengua viva, principalmente, más que con textos, porque la lengua empleada en la comunicación directa es una parte de la conducta humana y resulta importante analizarla. Esa comunicación se cristaliza en textos pero estos quedan descontextualizados y no revelan todos los datos que los lingüistas requieren para investigar una lengua. “Si los textos se toman en serio podemos inducir un gran acervo de conocimientos, pero la lingüística no puede dejar de lado el habla directa y la conducta verbal”, dijo el también integrante de la Academia Mexicana de Ciencias.
La creación del lenguaje
Para poder reforestar una lengua es necesario entender antes el proceso de construcción del lenguaje humano, el cual se investiga en tres grandes niveles: el origen y desarrollo del lenguaje en el proceso de hominización (de primates a humanos) y de desarrollo diacrónico de nuevas lenguas, llamado filogénesis del lenguaje; el siguiente nivel es la ontogénesis, que significa la manera en cómo construye cada ser humano su lengua particular a partir del nacimiento, y en tercer lugar la logogénesis, el estudio de los procesos que llevan a la producción de textos o conversaciones.
“En esos tres niveles nos movemos los lingüistas, en un nivel muy general que sería el lenguaje, esa capacidad del ser humano para hablar con signos organizados en sistemas complejos, en segundo lugar la estructura de cada lengua y su adquisición, y en tercer lugar, el habla, el discurso y el texto como producto del lenguaje”.
A lo anterior se puede añadir que en cada conversación el lenguaje se está recreando, continuamente tienen lugar modificaciones y variaciones de las reglas; la historia de una lengua es una historia de cambios graduales. Por ejemplo, planteó el investigador que hace unos cuantos años no se decía “se detuvieron a los ladrones”, se habría considerado una construcción agramatical, lo correcto era “se detuvo a los ladrones”; y ahora es muy frecuente, en diversos países de habla española, decir “se detuvieron a los ladrones”. Muchos cambios como éste están teniendo lugar en la actualidad sin que apenas nos demos cuenta.
“En este ejemplo tenemos una construcción extraña, aparentemente el verbo concuerda con el objeto, no con el sujeto, como era la regla tradicional. Ante este fenómeno caben dos actitudes: por un lado considerarlo como error y prescribir que no hay que hablar así, hay instituciones que se encargan de condenarlo, pero creo que nadie se atreve ya a condenar una estructura de ese tipo porque se ha impuesto, es normal en toda la comunidad hablante. Hay cambios de este tipo constantemente en la lengua, y cuando se acumulan ya no resulta fácil entender textos de un estadio anterior. Un texto clásico como Don Quijote, escrito a principios del siglo XVII, resulta difícil de entender, ya no digamos el poema del Mío Cid, sólo los filólogos lo entienden completamente y con toda su riqueza”, sostuvo.
Iturrioz Leza apuntó que es necesario recordar que así como hay lenguas que cambian y se adaptan, hay otras que desaparecen, y la pérdida de una lengua es la pérdida irrecuperable de un tesoro invaluable. “Debemos aprender todos los mexicanos en sentirnos ricos por el hecho de que haya pueblos que hablan otras lenguas aunque nosotros no las hablemos, y abandonar la postura egoísta de ´y a mí para qué me sirve´. La investigación de cada lengua aporta al conocimiento de la humanidad, es tesoro de conocimientos”.
Mariana Dolores, AMC