Las hormonas femeninas no sólo están relacionadas con la reproducción, sino que tienen la función de modular el estado emocional del individuo; es decir, pueden ser consideradas como ansiolíticos y antidepresivos naturales endógenos, reveló Juan Francisco Rodríguez Landa, investigador del Instituto de Neuroetología de la Universidad Veracruzana (UV).

En la actualidad, por todos los problemas socioeconómicos, ambientales, estrés laboral y las propias dinámicas sociales, ha aumentado la frecuencia de trastornos ansiosos y depresivos, a la par, el consumo de fármacos. No obstante, en ocasiones no es principalmente el estrés, sino una disminución hormonal la que ocasiona estos trastornos emocionales.

“No podríamos decir que nos es favorable estar consumiendo fármacos, pero sí tendríamos que hacer un análisis muy fino de quién en realidad los necesita, porque a veces podemos tener tristeza o un poco de abatimiento motor, pero no implica que estamos deprimidos”, aclaró el investigador.

En ese contexto, explicó que en la clínica siempre se ha manejado que en el género femenino es mayor la incidencia de ansiedad, depresión y trastornos emocionales, comparado con los hombres. Lo anterior se ha atribuido, principalmente, a los cambios hormonales.

Asimismo, se ha demostrado que en la mujer hay tres etapas muy particulares en las cuales puede haber mayor incidencia de irritabilidad, ansiedad y depresión: periodo premenstrual, postparto y climaterio.

En ese contexto, el investigador puntualizó que han encontrado que durante esos periodos existe una disminución de las concentraciones de hormonas ováricas y a nivel cerebral de los neuroesteroides –hormona que se sintetiza en el cerebro y tiene sus efectos ahí mismo–, como la progesterona y su metabolito, la alopregnanolona. Precisamente, todos ellos tienen la función de modular la actividad cerebral, lo que repercute en el estado emocional de la mujer.

Rodríguez Landa subrayó que la principal aportación de su línea de investigación “Neuroesteroides en la ansiedad y la depresión” es identificar cómo esas hormonas modulan el estado emocional del individuo, para lo cual explicó que trabajan con ratas como sujetos experimentales.

Las investigaciones realizadas han permitido identificar que estos roedores cuando están en la fase proestro-estro –cuando aumentan sus niveles de hormonas– despliegan menos conductas sugerentes a ansiedad o desesperanza; por el contrario, cuando tienen niveles disminuidos de esas hormonas están irritables, ansiosos y desarrollan conductas de desesperanza.

Es decir, si se administran esas hormonas (progesterona o alopregnanolona) de manera exógena “podemos ver que efectivamente ejercen efectos semejantes a los fármacos ansiolíticos y antidepresivos”.

Añadió que estas hormonas no sólo modifican la conducta del individuo en el sentido de disminuir el componente ansioso o de desesperanza, sino que también se observan aumentos en la actividad neuronal, en una estructura particular que se conoce como núcleo septal lateral, donde los fármacos antidepresivos ejercen sus acciones.

“Se ha propuesto que la ansiedad y la depresión asociada a una baja concentración de hormonas o neuroesteroides pueden ser concebidas como un ‘síndrome de abstinencia a la hormona’, por lo que las hormonas pueden ser consideradas como ansiolíticos y antidepresivos naturales endógenos”, puntualizó.

A propósito del tema, el entrevistado comentó que el investigador Carlos Contreras –uno de los fundadores del Instituto de Neuroetología y coordinador del Laboratorio de Neurofarmacología– está en una fase experimental en mujeres que tenían síndrome premenstrual.

“Él dirigió un estudio y encontró que la restitución gradual con estrógenos sintéticos disminuye esa sintomatología de irritabilidad-ansiedad en esas mujeres.”

De paso, Rodríguez Landa mencionó que en la clínica se utiliza el remplazo hormonal, pero generalmente éste es por todo el mes, lo que se ha asociado con problemas como cáncer de mama y de útero, entre otros. “La aportación del Laboratorio de Neurofarmacología (del Instituto de Neuroetología de la UV) fue que únicamente se requiere esa restitución cuando los niveles hormonales caen”.

Rodríguez Landa subrayó que a futuro se debería identificar en qué personas se pueden aplicar las hormonas y en cuáles no, “al parecer es particularmente para cuando hay niveles disminuidos de hormonas”, así como qué estructuras están regulando el efecto de las mismas.

El investigador –quien desde hace 18 años está involucrado en este tema– subrayó: “Nuestros estudios han contribuido al entendimiento de las bases neurobiológicas que subyacen a los trastornos emocionales asociados a los cambios hormonales y, en un futuro, al desarrollo de esquemas terapéuticos eficaces para el tratamiento de estos trastornos emocionales”.

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