Joaquín Sorolla y Bástida nació en Valencia, España, el 27 de febrero de 1863, ciudad en la que daría sus primeros pasos artísticos en la Escuela de Artesanos, matriculándose posteriormente en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos de Valencia a la edad de 14 años; ahí Inició su aprendizaje artístico en 1877 con el escultor Cayetano Capuz para después formarse en la Academia de Bellas Artes de San Carlos.
A los dos años queda huérfano cuando sus padres fallecen en 1865 a causa de una epidemia de cólera en Valencia, y sus tíos maternos se ocupan de él y de su hermana Concha. Los estudios no le llaman la atención, sintiendo gran inclinación por el dibujo y la pintura.
Inició sus estudios artísticos con el escultor Cayetano Capuz y después recibió una formación académica en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos.
Tras su participación en la Exposición Regional de Valencia en 1879, viaja a Madrid donde presenta tres marinas en la Exposición Nacional de Bellas Artes y aprovecha para copiar a Velázquez en el Museo del Prado.
Su técnica la desarrolló cercana al impresionismo español. Cuando nació el movimiento en Francia estaba en pleno apogeo. Sus pinturas por tanto son tardías para el impresionismo, pero sus obras otorgan un protagonismo absoluto a la luz, con lo cual su estilo maduro se define mejor en el iluminismo, y reflejan con fidelidad las circunstancias históricas y contradicciones del cambio del siglo XIX al XX, sumido en plena crisis, lo que se refleja en los cuadros titulados «Triste herencia» y «¡Aún dicen que el pescado es caro!». Sin embargo, Sorolla tiende a una pintura optimista y vital.
Su pintura «¡Aún dicen que el pescado es caro!» supone uno de los últimos acercamientos de Sorolla al realismo social, y también uno de los más efectivos, pero en él podemos apreciar cómo el artista comienza a experimentar con otros aspectos pictóricos que le resultan más interesantes y que definirán su obra posterior. El realismo social había sustituido a la pintura de historia como género predilecto en los medios oficiales, por lo que Sorolla recurrió a él para labrarse un nombre como pintor en el entorno de las Exposiciones Nacionales. Sin embargo fue un género que no atrajo al pintor y que, a partir de 1900, una vez consolidado su éxito, abandonará por completo.
Fue uno de los pintores españoles más prolíficos, con más de 2,200 obras catalogadas.
También destaca en sus obras su amor por el paisaje levantino, tierra que le vio nacer y la presencia humana, todo ello con plenitud de colores que hacen trepidar con movimiento las figuras que en ellas aparecen. Joaquín Sorolla supo captar la luz del Mediterráneo de forma única.
Consigue por oposición la plaza de pensionado en la Academia Española en Roma por su cuadro El grito del Palleter.
Con su amigo, el también pintor Pedro Gil, se desplazó a París durante el primer semestre de 1885, conociendo de cerca la pintura impresionista -visitando las exposiciones de Bastien Lepage y Adolf Menzel-, que produjo en él, ya de regreso en Roma, variaciones en su temática y estilo, llegando a pintar el cuadro religioso El entierro de Cristo, con el que no tuvo el éxito esperado.
En 1887 presenta como trabajo final de pensionado la pintura que representa a Fray Juan Gilabert Jofré amparando a un loco perseguido por unos muchachos, que le supuso una prórroga de la pensión.
Otra importante faceta suya fue la de retratista, de figuras importantes como fueron Juan Ramón Jiménez, el rey Alfonso XIII, Vicente Blasco Ibáñez, Ortega y Gasset, etc.
En 1914, fue nombrado académico de Bellas Artes de San Fernando, cuando su popularidad ya era reconocida en toda Europa.
Ya con esa fama realizó exposiciones en París (1906), Berlín y Colonia (1907) y Londres (1908), para después exhibir sus cuadros en varias ciudades de Estados Unidos. El éxito en Nueva York le proporcionó un importante encargo: la decoración de la sala principal de la Hispanic Society of America, presidida por Archer Milton Huntington, formada por catorce grandes paneles dedicados a representar las gentes y costumbres de las diversas regiones de España.
En 1920, mientras pintaba el retrato de la señora Pérez de Ayala en el jardín de su casa en Madrid, padeció un ataque de hemiplejía que mermó drásticamente sus facultades físicas y mentales.
Murió en su casa de Cercedilla el 10 de agosto de 1923. Nueve años después, su casa de Madrid fue reabierta como Museo Sorolla.
Joaquín Sorolla, autorretrato