Profesora querida

Profesora querida


Manuel Martínez Morales

Chale profe, ¿y ahora que va hacer? Le pregunto porque con la dizque reforma educativa ahora está usted obligado a hacer a un lado el gis y el pizarrón, instrumentos básicos de su profesión y que domina usted con talento y maestría, para capacitarse y actualizarse en el manejo de la nuevas tecnologías de la información y comunicación, las llamadas Tics. Y si no lo hace, ¡cuello!, según establece la nueva ley de educación.

-Mi estimado Chon, lo que sucede es que la susodicha “reforma” fue elaborada sobre el escritorio de tecnócratas que no tienen la menor idea de lo que es la educación ni tienen la intención de mejorar la calidad educativa, sino sencillamente impusieron una serie de normas que fractura los derechos laborales de los maestros y tiene como objetivo último establecer un mayor control sobre los maestros inconformes y rebeldes, que por cierto ya forman una amplia mayoría en el gremio magisterial, tanto en la CNTE como en el SNTE.

-Además, interviene Mané, exigen que los maestros se capaciten en “computación e inglés”, cuando ni siquiera existen suficientes computadoras en los centros educativos para su empleo eficaz y muchas escuelas ni siquiera disponen de energía eléctrica. Y cómo van a enseñar otro idioma cuando nuestros estudiantes ni siquiera alcanzan niveles satisfactorios en la comprensión y uso del español. Para mí que la tal reforma es un champurrado para joder la educación pública y, no tan a la sorda, abrirle más espacios a la educación privada, pues en cuanto a servirle a los poderosos adinerados en eso si que son expertos los políticos y burócratas, comenzando por el actual Secretario de Educación Pública. Así no hay modo ni manera, diría Pánfilo Natera.

A lo anterior habrá que puntualizar acerca de las precarias condiciones laborales de los profesores, tanto los de educación básica, como aquellos que desempeñan su trabajo en el ámbito de la educación superior. Lo cual desde luego impacta en la calidad de los procesos de enseñanza-aprendizaje.

Por ejemplo, en el caso de la educación superior, el investigador del Colegio de México, Manuel Gil Antón, señala al respecto que un amplio sector de maestros universitarios pueden ser considerados como profesores de “tiempo repleto”. Son muchos y sostienen la base del edificio, dice Gil Antón, no tienen contratos de tiempo completo, pero laboran de tiempo repleto. De un salón a otro y de una escuela a la que sigue para completar, apenas, la quincena.

La Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior, ANUIES, dio a conocer, hace unos días, datos preliminares de un estudio sobre el enorme conjunto de académicos que, trabajando a destajo, sostienen a las licenciaturas en México: los y las profesoras “de asignatura”. Pronto podremos estudiarlo a fondo, pero los avances dados a conocer muestran que es urgente atender un grave problema en el espacio laboral de las instituciones de educación superior (IES): se ha conformado un sistema tan estratificado que, por momentos, parece corresponder al de las castas.

Y esta estratificación, apunta Mané, está dando al traste con los objetivos de la educación superior pues no sólo afecta los procesos docentes, sino que también se extiende al campo de la investigación. Pues en este último caso, una buena parte de los ingresos de los investigadores también se obtiene por trabajar “a destajo”.

También hay que destacar que todos los programas de estímulos a la docencia en educación básica (Carrera Magisterial y sus variantes) y docencia en educación superior e investigación (SNI, PROMPEP, etc.) están basados en ese principio.

-Igualito que en los campos de San Quintín- revira el Chon Tepochas. Te dan tu salario base y luego por cada canasta de fresas que entregues te completan con diez pesotes. Entonces ahí tienes a los investigadores apurados llenando los cestos de artículos, ¡ah!, y de los múltiples absurdos formatos diseñados en el escritorio por burócratas que en su vida se han acercado a la investigación científica, y su imagen de los investigadores probablemente corresponda a la de aquellos supersabios de una historieta que con ese título circuló en México hace varias décadas.

-Bueno Chon, pero al profe, con carrera magisterial le llega algo más de diez pesillos que completan el gasto, ¿no?

Además, según observa Gil Antón, ¿Quién se hace cargo de la docencia en los primeros años de los estudios superiores, y muchas veces a todo lo largo de ese nivel? Los llamados profesores “por horas”. Y, en efecto, son un resto: 255 mil maestras y profesores. Imparten 7 de cada 10 cursos que se ofrecen. Una cantidad no menor son profesionistas que se ligan con la docencia ya sea para completar ingresos o por otras razones, pero tienen su espacio laboral de referencia fuera de las IES, y en él obtienen la parte fundamental de sus ingresos. En otros casos, se trata de personas que contribuyen al gasto familiar impartiendo algunas clases dado que pueden realizarse en horarios compatibles con otras obligaciones laborales no reconocidas como tales. Pero hay miles y miles de colegas que acumulan tantas clases como pueden, les interesa la vida académica y a eso se dedican en condiciones muy precarias. La mayoría gana entre 50 y 90 pesos por hora/pizarrón. Sus contratos son inestables, no tienen derecho a ingresos adicionales ni a sabáticos o lujos similares. Las autoridades no los consideran realmente académicos, pero aprovechan su empleo intensivo como la base de la educación superior nacional. Los tiempos repletos ahí están. Baratos. Con ilusiones unos, hartos otros: quemados muchas veces por tantos años girando. Cansados. Los jornaleros del gis y el borrador salen temprano. Madrugan los peones. A darle. (Manuel Gil Antón: Maestros de tiempo repleto. El Universal, 09/05/15)

-¿Entonces camaradas?- pregunta el profesor Malacates, ¿esto significa que, según la reforma, los maestros de todos los niveles nos convertiremos en jornaleros del gis y el pizarrón?

-No profe- responde Mané, nos modernizamos, ahora seremos jornaleros del clic y del bit.

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