El doctor Bouchard (Quebec, 1939) practicó hockey sobre hielo hasta que sus compañeros crecieron más que él: “Era bueno, pero me di cuenta de que me iban a matar”. Ahora, a sus 73 años, pesca con mosca y va al gimnasio. El proyecto de este especialista, que dirige el Laboratorio de Genómica Humana del Centro de Investigación Biomédica de Pennington (EEUU), es reunir 5.000 sujetos para estudiar por qué hay tantas diferencias en la respuesta de cada persona al ejercicio físico. Hace unos días, en Barcelona, asistió al congreso sobre ciencia del deporte del European College of Sport Science.

¿El paradigma de No pain, no gain (sin dolor no hay beneficio) ha caducado?

No hay ningún beneficio evidente para la salud por sufrir más en el gimnasio. Después de cierto punto, el rendimiento decrece a nivel molecular y de todo el organismo. Además, aumenta el riesgo de sufrir lesiones y complicaciones cardiovasculares. Por ejemplo, alguien que corra 30 kilómetros semanales a alta intensidad no tiene mayor probabilidad de prevenir enfermedades que otro que solo corra la mitad de distancia. 

En los ochenta, Jane Fonda popularizó ese eslogan en sus videos de aeróbic. ¿Cómo ha cambiado la concepción del deporte desde entonces?

No lo sé, nunca he entrenado con Jane Fonda [ríe]. Soy un defensor acérrimo de la actividad física como medida de salud pública, pero asumir que sin dolor no hay beneficio es contraproducente y hasta peligroso. Hay muchos entrenadores que en la práctica presionan a sus alumnos porque no mejoran tanto como esperan. La falta de progreso no se debe a que no se hayan esforzado lo suficiente. 

¿Cada uno responde diferente a un mismo entrenamiento?

Hemos analizado sesiones de ejercicios segundo a segundo. Es cierto que la mayoría de personas mejoran su sistema cardiovascular, la flexibilidad, el tono muscular… pero hay otros que con la misma rutina mejoran muy poco o nada. Incluso hemos visto cómo la salud de un 10% de la población empeora. Así que no es una cuestión de sentir más dolor durante el ejercicio para conseguir beneficios en la salud. 

¿Cómo puede perjudicar el deporte a la salud de este 10% de población?

Las respuestas negativas solo se observan a nivel molecular. Hay personas que experimentan en el metabolismo cambios adversos que contribuyen a los factores de riesgo de enfermedades cardiovasculares y a la diabetes. La práctica deportiva incide en sus niveles de presión arterial, colesterol, triglicéridos e insulina. Aunque la mayoría de la población mejore su presión arterial, hay personas que la aumentan por el esfuerzo físico. 

¿Qué otros casos se escapan de la norma?

La práctica deportiva disminuye los niveles de insulina porque durante el ejercicio se queman grasas, mientras que en una minoría de las personas los aumenta porque no son tan eficientes en la eliminación de glucosa. El ejercicio es contraproducente para estas personas. Lo mismo pasa con los niveles de colesterol bueno: hay quienes experimentan un decrecimiento, en lugar de un aumento. 

Pero el tratamiento de muchas enfermedades incluye ejercicio físico.

Un médico siempre recomienda una dieta saludable y deporte a un paciente con diabetes tipo 2, pero luego no lo monitoriza durante la práctica de ejercicio físico. Lo mismo pasa con personas que han sufrido un ataque al corazón. La recomendación es un programa de rehabilitación cardíaca, pero puede que el ejercicio incremente su presión arterial. 

¿Por qué el metabolismo de ciertas personas reacciona diferente a la mayoría?

Aún no lo sabemos. La investigación se encuentra en este punto: entender por qué e intentar encontrar predictores. Pero no veo demasiados esfuerzos que se dirijan hacia esa dirección en la ciencia del deporte. 

Ahora intentan encontrar estos predictores en la expresión genética muscular. ¿Por qué?

Los músculos reciben un impacto muy alto durante el ejercicio. El análisis de estos tejidos nos informa sobre diferencias genéticas asociadas a la práctica deportiva. Cuando podamos predecir estas respuestas genéticamente, podremos hacer diagnósticos a partir de la saliva y otros métodos no invasivos. 

¿Qué necesita para continuar con su línea de investigación?

Miles y miles de sujetos. Los Institutos Nacionales de Salud (NIH) nos financiaron el mayor ensayo controlado sobre ejercicio físico. El estudio contó con 750 sujetos, pero necesitamos ampliar la muestra para conseguir potencial estadístico. Un mínimo de 5.000 sujetos. Sabemos cómo hacerlo, pero no podemos pedir más dinero a los NIH. La única manera de conseguirlo es la colaboración entre instituciones. Estamos intentando construir un consorcio con laboratorios de todo el mundo. 

¿Ha hablado con centros españoles?

Todavía no hay nadie de España involucrado en este proyecto. Sin embargo, lideramos otro estudio de cohortes internacional para identificar los genes que se asocian al rendimiento de la resistencia, en el que está involucrado Alejandro Lucía, investigador de la Universidad Europea de Madrid. 

En el deporte, ¿el futuro es el ejercicio personalizado?

La actividad física personalizada es importante en la prevención y el tratamiento de enfermedades. Las observaciones que hemos hecho hasta ahora son de grupos poblacionales, pero estamos interesados en cuantificar la variedad humana para conocer las consecuencias individuales. Tenemos que pasar de la descripción a la prescripción. Nuestro objetivo es identificar a priori el nivel de ejercicio adecuado para cada persona.

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