La lucha contra el hambre sigue adelante en todo el mundo, pero con unos 805 millones de personas que todavía no tienen suficiente para comer, todavía queda mucho por hacer.
Sesenta y tres países en desarrollo ya han alcanzado la meta relativa al hambre del objetivo de desarrollo del Milenio de reducir a la mitad la proporción de la subalimentación crónica en el año 2015. Lo que sus historias nos dicen es que, para ganar la guerra contra el hambre, necesitamos compromiso político, un enfoque integral, la participación social y la agricultura familiar.
En todo el mundo, los agricultores familiares desempeñan un importante papel socioeconómico, ambiental y cultural que, en medio de graves dificultades, es necesario apreciar y fortalecer a través de la innovación.
En reconocimiento de ello, las Naciones Unidas proclamaron el 2014 “Año Internacional de la Agricultura Familiar”. El tema de este año del Día Mundial de la Alimentación también celebra la contribución que los agricultores familiares realizan a la seguridad alimentaria y el desarrollo sostenible: alimentan al mundo y cuidan de la tierra.
Los hechos expuestos en el informe anual de la FAO sobre el estado de la agricultura y la alimentación (SOFA) justifican claramente el relieve que se está dando a la agricultura familiar.
Alrededor de 500 millones de los 570 millones de explotaciones agrícolas mundiales están a cargo de familias. Ellas son las principales cuidadoras de nuestros recursos naturales. Como sector, suponen el mayor empleador del mundo, suministran más del 80 % de los alimentos del mundo en términos de valor, son a menudo los principales productores de alimentos frescos y prosperan con la producción lechera, de aves de corral y ganado porcino.
[Párrafo con datos de alcance regional o nacional de la producción de alimentos para distribución regional/nacional]
Sin embargo, muchos agricultores familiares, especialmente los productores de subsistencia, son parte del 70 % de la población mundial de las zonas rurales que padece inseguridad alimentaria. Esto significa que los agricultores familiares tienen todavía un gran potencial que pueden realizar con la ayuda adecuada. En el SOFA se señalan los retos que encara el sector y cómo podemos trabajar juntos para superarlos.
En las últimas décadas se han dado cambios profundos en la manera como se producen, comercializan y consumen los alimentos.
Mientras tanto, la productividad agrícola ha aumentado considerablemente, gracias también al progreso científico y tecnológico. Una creciente y cada vez más urbanizada población mundial depende de alimentos producidos por un porcentaje mucho menor de agricultores con relación al período posterior a la Segunda Guerra Mundial. El mercado de productos agrícolas y alimentarios se ha globalizado. La dieta de la gran mayoría de la población mundial se basa solo en cuatro productos.
Es necesario que la agricultura familiar y el apoyo que esta recibe se adapten de forma que puedan responder a tales condiciones cambiantes. La innovación es la clave para que esto suceda: los agricultores familiares necesitan innovar en los sistemas que utilizan; los gobiernos deben innovar en las políticas específicas que aplican en apoyo de la agricultura familiar, las organizaciones de productores tienen que innovar para responder mejor a las necesidades de los agricultores familiares, y las instituciones de investigación y extensión rural necesitan innovar mediante el paso de un proceso impulsado por la investigación y basado fundamentalmente en la transferencia de tecnología a un enfoque que permita y recompense la innovación por parte de los propios agricultores familiares.
Además, en todas sus formas, la innovación tiene que ser inclusiva, con la participación de los agricultores familiares en la generación, el intercambio y la utilización de conocimientos, de manera que asuman como propio el proceso, haciéndose cargo tanto de los beneficios como de los riesgos, y asegurándose de que realmente responde a los contextos locales.
Evidentemente, los agricultores familiares necesitan producir alimentos suficientes no solo para ellos mismos, sino también para los habitantes de las zonas rurales no involucrados en la agricultura o para los habitantes de las ciudades. También tienen que generar ingresos ‐ dinero para comprar insumos como semillas y fertilizantes, pero también para garantizar un sustento decente que alcance para costear la educación de los hijos y otras necesidades.
Cuando los agricultores familiares son más fuertes la situación es beneficiosa para todos: más alimentos disponibles localmente traen más seguridad alimentaria y la posibilidad de producir y comprar comida para y en los mercados locales. A su vez, esto significa comidas más frescas y saludables respetuosas con la cultura local y que realzan el valor de los alimentos locales, contribuyen a una mejor nutrición y hacen circular más dinero en las economías locales ayudándolas a prosperar. La lista de los posibles beneficios no se detiene en esto e incluye, por ejemplo, la posibilidad de vincular la producción local a las comidas en las escuelas y la oportunidad de estimular industrias que puedan respaldar una producción floreciente.
Estos esfuerzos conducen a un desarrollo rural territorial sostenible, algo en lo que todo el mundo – los agricultores, las comunidades y los gobiernos– debe invertir. Cuando combinamos el apoyo productivo a la protección social y a otras formas de apoyo público, como un mejor acceso a los servicios de salud y a las escuelas, podemos crear un ciclo verdaderamente virtuoso de desarrollo sostenible.
En el esfuerzo conjunto por promover un crecimiento económico ambientalmente sostenible y socialmente inclusivo, las mujeres y los jóvenes merecen una atención especial. Las mujeres desempeñan un papel importante, pero no siempre debidamente reconocido, en todo el sistema alimentario: desde la producción y comercialización de los alimentos hasta la garantía de una adecuada nutrición de las familias. Al mismo tiempo, tenemos que contener el éxodo de los jóvenes
del campo, que a menudo se ven obligados a buscar en otros lugares cuando desean mejorar sus vidas. Tenemos que crear las condiciones para que la juventud contemple una vida en las zonas rurales como un futuro que brinda oportunidades; entre tales condiciones se incluyen programas de capacitación que les permitan aprovechar su potencial empresarial.
A medida que nos acercamos rápidamente al plazo de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, también estamos trabajando juntos para labrar el futuro sostenible y libre de hambre que queremos. Los agricultores familiares son protagonistas en este esfuerzo.