Una ballena picuda con dientes en forma de pala –una especie hasta ahora prácticamente desconocida para la ciencia– ha sido observada por primera vez después de que dos ejemplares, una madre y su cría macho, quedasen varados y murieran en una playa de Nueva Zelanda. Un estudio en la revista Current Biology ofrece la primera descripción completa de este tipo cetáceo (Mesoplodon traversii), el más raro que existe y del que solo se tenía constancia gracias a unos cuantos restos encontrados de su cráneo.
“Es la primera vez que se encuentran especímenes completos de esta especie, de más de cinco metros de longitud, y somos afortunados de haberlos encontrado”, comenta Rochelle Constantine, investigadora de la Universidad de Auckland y coautora del trabajo.
Hasta ahora todo lo que se sabía sobre este tipo de ballenas procedía de los cráneos recogidos en Nueva Zelanda y Chile a lo largo de 140 años.
Los dos animales fueron descubiertos en diciembre de 2010, cuando quedaron varados en la playa Opape Beach, en Nueva Zelanda, y a continuación murieron. Fue entonces cuando el Departamento Neozelandés de Conservación decidió fotografiar a los animales y tomar medidas y muestras de sus tejidos.
Al principio, ambos mamíferos fueron identificados e incluidos en la especie de ballena picuda de Gray –perteneciente al género Mesoplodon– un tipo mucho más común. Sin embargo, ciertos rasgos morfológicos y los resultados del análisis de su ADN revelaron su identidad real.
Tienen una cabeza prominente
“Se trata de dos ejemplares de ballenas picudas con dientes de pala, la especie más rara que se conoce”, recoge el estudio. Estos mamíferos tienen el cuerpo de color gris oscuro o negro, mientras las ballenas de Gray lo tienen blanco. Además, su cabeza es más prominente que la de las ballenas de Gray.
Distinguir entre diferentes especies de ballenas picudas suele ser complicado atendiendo únicamente a sus características morfológicas externas, especialmente en Nueva Zelanda, donde la diversidad entre este tipo de mamíferos es muy grande.
Por eso, en las últimas dos décadas los científicos se han centrado en la información genética como complemento a los datos morfológicos.
Este hallazgo representa la primera evidencia científica de que esta ballena realmente existe y, además, “demuestra lo poco que sabemos todavía sobre la vida en los océanos”, explican los investigadores.
Los científicos muestran su sorpresa ante la capacidad de estos mamíferos para no ser vistos y avanzan que posiblemente se deba a que viven y mueren en las profundidades del océano. Son muy escasas las ocasiones en que se aproximan a la costa.
El descubrimiento de estos ejemplares destaca la importancia que tienen la tipificación del ADN y la colección de fotografías de los animales que llegan a las playas para identificar las especies raras.
Referencia bibliográfica:
Kirsten Thompson, C. Scott Baker, Anton van Helden, Selina Patel, Craig Millar, Rochelle Constantine. “The world’s rarest whale”. Current biology. 5 de noviembre de 2012.