Los puntos calientes de biodiversidad son aquellas zonas donde, en general, el número de especies y endemismos amenazados por unidad de superficie es mayor, y por tanto, zonas prioritarias para su conservación.
Estos puntos calientes corresponden a zonas húmedas y bosques –donde indudablemente hay una elevada diversidad de organismos–, pero también engloba alguna zona desértica como el Cuerno de África –áreas de Etiopia, Somalia–.
Un estudio liderado por la Zoological Society of London y la Wildlife Conservation Society, en el que también participa la Estación Experimental de Zonas Áridas (EEZA), resalta la importancia de estas zonas áridas desprotegidas del planeta.
“El propósito de este trabajo es hacer una llamada de atención a científicos, gestores, políticos y entidades financiadoras sobre la importancia y necesidad de invertir esfuerzos en la preservación de los desiertos, particularmente en el Sahara”, declara a Sinc Teresa Abáigar Ancín, de la EEZA y coautora del estudio que publica la revista Diversity and distributions.
La situación del Sahara es “preocupante” para los expertos. El desierto ha sufrido y sufre la desaparición de algunas especies emblemáticas, como por ejemplo el orix de cuernos de cimitarra, y otras están al borde de la extinción –el adax, el guepardo y la gacela dama–; además, el resto de especies de ungulados y grandes carnívoros del desierto y Sahel hayan pedido más del 70% de su área de distribución original.
Sahara: un desierto único
“El procedimiento de nuestro trabajo fue elaborar mapas de distribución histórica y actual de 14 especies de grandes mamíferos –ungulados y carnívoros– para comprobar la regresión que han sufrido las especies y estimar el área que ocupan actualmente”, apunta la investigadora.
El Sáhara es un desierto cálido con particularidades especiales. Por su tamaño es el mayor del mundo, con más de 11 millones de km2 si se incluye el Sahel, una superficie mayor que el continente australiano. Tiene una gran diversidad topográfica –desde altitudes por debajo del nivel del mar, hasta montañas de más de 3000 m–, y un clima heterogéneo.
Asimismo, su límite sur con el Sahel constituye la transición entre dos regiones biogeográficas (el paleártico y el afrotropical), y se extiende por más de diez países considerados en vías de desarrollo y con una gran inestabilidad política y social.
“Las zonas más desprotegidas son las interiores y centrales del desierto donde el acceso, por diversas razones, es más difícil”, resalta Abáigar.
Áreas de especial protección
Las zonas de especial protección que se regulan por tratados o convenios específicos son el Ártico y la Antártida.
Según los científicos, estos últimos son lugares en los cuales el cambio climático va a ir dando pistas sobre su evolución y alcance. “En este sentido –añade la científica– es importante estar atentos para ir previniendo sus efectos”.
Aprender de los desiertos, conocerlos mejor y estudiar sus adaptaciones biológicas, ecológicas y de comportamiento ayudará también a este propósito porque, en su mayoría, contienen especies que han evolucionado ya en un ambiente estresante.
“Su biodiversidad ha aprendido a aprovechar unos recursos que han sido, son o van a ser limitantes o extremos como es la escasez de agua, las temperaturas, el viento o el nivel de insolación”, concluye Abáigar.
Referencia bibliográfica:
S. M. Durant et al. “Fiddling in biodiversity hotspots while deserts burn? Collapse of the Sahara»s megafauna”. Diversity and distributions:1-9, 2014.