Manuel Martínez Morales
En el devenir histórico de los modernos estados nacionales, el control y usufructo de los recursos naturales, así como la autosuficiencia alimentaria y la autonomía en el desarrollo científico y técnico, han sido algunas de las condiciones sin las cuales aquéllos no pueden asegurar su identidad ni el ejercicio pleno de su soberanía y autodeterminación.
Entre otros recursos estratégicos destacan el petróleo y aquellos que derivan en fuentes de energía, como son los ríos, los yacimientos de uranio y las regiones donde puede aprovecharse la energía solar o la fuerza de los vientos para la generación de electricidad.
El caso del petróleo es paradigmático por la importancia que adquirieron los combustibles fósiles como fuente principal para la generación de energía y, consecuentemente, por la guerra desatada durante el último siglo en torno a la extracción, explotación, industrialización y comercialización del petróleo y sus derivados.
Con tal de tener acceso a los yacimientos de petróleo y así poder extraerlo y explotarlo, las transnacionales –y los estados a su servicio- están dispuestas incluso a desatar sangrientas guerras sin escrúpulo alguno, pero su dominio sobre este recurso no se limita únicamente al saqueo sostenido en la violencia, sino que puede lograrse mediante reformas a modo, con la complicidad de gobiernos sometidos o comprados por las transnacionales petroleras -los cuales han entregado sin reparo nuestras reservas petroleras a dichas empresas y el capital económico que éstas representan- sino que se extiende también hacia otras esferas como la investigación científica y el concomitante desarrollo tecnológico. Así, podemos constatar que la dependencia tecnológica y el subdesarrollo científico, inducidos intencionalmente a partir de los intereses económicos de las transnacionales, han sido la regla –más que la excepción- en la historia moderna de México.
En particular, la ciencia y la tecnología han estado vinculadas –para bien o para mal- a la guerra por el petróleo.
Para referirme a esta situación en nuestro país, parto inicialmente de lo que el historiador Leonel Corona dice al respecto (cito libremente):
Por causa de utilidad pública, el 18 de marzo de 1938 Lázaro Cárdenas decreta la expropiación de los bienes propiedad de las compañías inglesas y estadunidenses, y el 7 de junio de ese año se crea Petróleos Mexicanos… Con la nacionalización de la industria del petróleo ya no sólo se exportan crudos y productos primarios, sino que se orienta a satisfacer y estimular la demanda interior.
Inicialmente, el desarrollo tecnológico relacionado con la industria petrolera se logra en la Escuela de Ciencias Químicas, la cual apoya también la capacitación técnica de recursos humanos para los procesos de refinación y transformación del petróleo. (L. Corona: La tecnología, siglos XVI al XX, volumen 12 de la serie Historia Económica de México. UNAM, 2004)
Posteriormente, y como consecuencia de la transformación industrial del país y de la necesidad de incrementar la tecnología relacionada con el desarrollo de las industrias petrolera, petroquímica básica, petroquímica derivada y química, el 23 de agosto de 1965 fue creado el Instituto Mexicano del Petróleo (IMP). En el decreto que se publicó en el Diario Oficial el 26 de agosto de 1965, se establecen como objetivos del IMP: a) La investigación científica básica y aplicada; b) El desarrollo de disciplinas de investigación básica y aplicada; c) La formación de investigadores; d)La difusión de los desarrollos científicos y su aplicación en la técnica petrolera; e)La capacitación de personal obrero que pueda desempeñar labores en el nivel subprofesional, dentro de las industrias petrolera, petroquímica básica, petroquímica derivada y química.
De esta forma, desde 1965, el Instituto Mexicano del Petróleo ha contribuido al desarrollo del país, mediante la formación de recursos humanos y la creación de tecnología propia.
Empero, a partir de la implantación de la llamada política “neoliberal”, con la “Reforma Energética” como una de sus secuelas, comenzó un embate deliberado contra la educación pública superior, la investigación científica y el incipiente desarrollo tecnológico; embate traducido en la paulatina asfixia financiera de las instituciones públicas encargadas de las tareas mencionadas y, de ameritarlo, la cancelación de proyectos o la clausura definitiva de centros e institutos de investigación científica y tecnológica.
Actualmente, el IMP no recibe suficiente presupuesto del gobierno y éste se justifica diciendo que debe generar sus propios recursos. En las discusiones sobre la reforma energética, muchos personajes, algunos del poder Legislativo, otros, directivos o ex funcionarios de Pemex, han arremetido contra el Instituto Mexicano del Petróleo, llegando incluso a responsabilizarlo de la inoperancia tecnológica de Petróleos Mexicanos.
No perdamos de vista que el esfuerzo por alcanzar un desarrollo científico y tecnológico orientado hacia el beneficio nacional colectivo forma parte de la lucha, no sólo por el petróleo, sino de la batalla más amplia por liberarnos de la dictadura del capital y de los gobiernos –como el mexicano- funcionales a éste. Si no se entiende así, seguiremos dando vueltas, ciegamente, alrededor del molino con piedra y soga atadas al cuello.
Reflexionar para comprender lo que se ve y lo que no se ve.