En el devenir histórico de los modernos estados nacionales, el control y usufructo de los recursos naturales, así como la autosuficiencia alimentaria y la autonomía en el desarrollo científico y técnico, han sido algunas de las condiciones sin las cuales aquellos  no pueden asegurar su identidad ni el ejercicio pleno de su soberanía.

            Entre otros recursos estratégicos destacan el petróleo y aquellos que derivan en fuentes de energía, como son los ríos, los yacimientos de uranio y las regiones  donde puede aprovecharse la energía solar o la fuerza de los vientos para la generación de electricidad.

            El caso del petróleo es paradigmático por la importancia que adquirieron los combustibles fósiles como fuente principal para la generación de energía y, consecuentemente, por la lucha generada durante el último siglo en torno a la  extracción, explotación, industrialización y comercialización del producto y sus derivados.

            Con tal de tener acceso a los yacimientos de petróleo y así poder extraerlo y explotarlo, las transnacionales –y los estados a su servicio- están dispuestas a todo, pero su dominio sobre este recurso no se limita únicamente al saqueo, sino que se extiende también hacia otras esferas como la investigación científica y el concomitante desarrollo tecnológico. Así, podemos constatar que la dependencia tecnológica y el subdesarrollo científico, inducidos intencionalmente a partir de  los intereses económicos de las transnacionales,  han sido la regla –más que la excepción- en la historia moderna de México.

En particular, la ciencia y la tecnología han estado vinculadas –para bien o para mal- a la lucha por el petróleo.

Como consecuencia de la transformación industrial del país y de la necesidad de incrementar la tecnología relacionada con el desarrollo de las industrias petrolera, petroquímica básica, petroquímica derivada y química, el 23 de agosto de 1965 fue creado el Instituto Mexicano del Petróleo (IMP). En el decreto que se publicó en el Diario Oficial el 26 de agosto de 1965, se establecen como objetivos del IMP:

  1. La investigación científica básica y aplicada;
  2. El desarrollo de disciplinas de investigación básica y aplicada;
  3. La formación de investigadores;
  4. La difusión de los desarrollos científicos y su aplicación en la técnica petrolera;
  5. La capacitación de personal obrero que pueda desempeñar labores dentro de las industrias petrolera, petroquímica básica, petroquímica derivada y química. 

De esta forma, desde 1965, el Instituto Mexicano del Petróleo ha contribuido al desarrollo del país, mediante la formación de recursos humanos y la creación de tecnología propia.

Empero, a partir de la implantación de la llamada política “neoliberal”, alrededor de 1982, comenzó un embate deliberado contra la educación pública superior, la investigación científica y el incipiente desarrollo tecnológico; embate traducido en la paulatina asfixia financiera de las instituciones públicas encargadas de las tareas mencionadas y, de ameritarlo, la cancelación de proyectos o la clausura definitiva de centros e institutos de investigación científica y tecnológica.

Quizá la suerte del instituto no cambie en los próximos años, porque las actividades de la Secretaría de Energía y Petróleos Mexicanos están enfocadas en buscar opciones que les permitan no solamente continuar con la producción de los hidrocarburos, sino buscar incrementarla, obviamente con el apoyo de tecnología externa –obedientes al mandato del capital transnacional- en tanto que el IMP y las universidades continuarán en el limbo.

El Instituto Mexicano del Petróleo ha aportado a Petróleos Mexicanos (Pemex) diversas innovaciones, productos y tecnologías que le han permitido resolver problemas científicos, técnicos y tecnológicos de la industria petrolera.

El Instituto se caracteriza por el profundo conocimiento sobre Pemex, por el espíritu de servicio y de trabajo en equipos multidisciplinarios, por la capacidad para crear tecnología y contribuir al avance de la ciencia en las disciplinas que requiere la industria.

Los grupos de investigación trabajan en temas como geología y geofísica de exploración y explotación, procesos de transformación, recuperación de hidrocarburos, explotación de campos en aguas profundas, aseguramiento de la producción de hidrocarburos, ingeniería molecular, matemáticas aplicadas y computación, mientras que los servicios de alto contenido tecnológico se concentran en exploración y producción, ingeniería de proceso y de proyecto, seguridad y medio ambiente.
            Pero el IMP -al igual que otros centros y universidades en que se cultiva la investigación científica y el desarrollo tecnológico con ánimo nacionalista- está en crisis gracias no  a “equivocadas” políticas del Estado mexicano, sino a una intención deliberada para encallar la ciencia y la tecnología autóctonas y favorecer la perenne dependencia del gran capital transnacional.

Si se aprueba la Reforma Energética, estos esfuerzos se perderán y el petróleo, recurso estratégico fundamental para fortalecer la soberanía volverá a las manos de las poderosas compañías transnacionales. Las reformas de Enrique Peña Nieto –la Energética y la Educativa, sobre todo- cierran la pinza sobre el pueblo mexicano.

Reflexionar para comprender lo que se ve y lo que no se ve.

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