Manuel Martínez Morales
En su sentido más común se considera que la barbarie es una crueldad que proviene de la ignorancia, de la estupidez, del error, de la superstición, de las preocupaciones; en una palabra, de falta de educación, instrucción y talento. A partir del término barbarie podemos referir la fiereza y la crueldad que dispone en su esencia y en su manera de comportarse un individuo, un grupo, entre otras alternativas. También, resulta muy común el empleo del término a la hora de querer dar cuenta de la rusticidad y la falta de cultura, que alguien, o un grupo, presentan en su accionar. Normal e históricamente, al concepto de barbarie se lo presenta en contraposición al concepto de civilización.
En este sentido es claro, dice Mané, que el sistema político mexicano muestra acusados signos de barbarie que se agudizan día con día. Y si la barbarie se contrapone a la civilización, entonces México se mueve – sí, se mueve- en un proceso contra-civilizatorio que se vuelve amenazante para la mayoría de quienes habitamos este hermoso y contradictorio país.
La expresión “socialismo o barbarie” fue utilizada por primera vez por Rosa Luxemburgo, en 1916, para señalar la disyuntiva que enfrentaba el mundo de entonces: continuar por el camino depredador y destructivo hacia el cual se encaminaba el capitalismo y que no podía desembocar más que en la barbarie, o bien cambiar el rumbo y construir otra forma de organización social que no podía –ni puede- ser otra que el socialismo.
Parafraseando la consigna de Luxemburgo, ajustada al aquí y ahora del México bárbaro, bien podríamos proclamar que no tenemos otra alternativa más que elegir entre educación o barbarie, para acceder a mejores niveles de vida y bienestar.
Entendida la educación –insiste Mané- en su sentido más profundo, es decir como el proceso mediante el cual hombres y mujeres se hacen de los conocimientos, instrumentos, recursos y valores que les permiten “estar mejor” en el mundo. Situados en esta perspectiva puede apreciarse cómo lo que hoy se hace pasar por educación –basada en las nociones más rupestres derivadas de un conductismo trasnochado- es sencillamente la reducción de ésta a la simple “instrucción”: asimilar información y adquirir competencias y habilidades; dejando de lado el conocimiento que apunta a “la razón profunda de las cosas” y, sobre todo, a la valoración crítica (por tanto, ética) de “estar en el mundo”.
La adquisición de habilidades y competencias, esto es la instrucción, forma parte de todo proceso educativo para que los sujetos educados contribuyan, en el ejercicio de su oficio o profesión, al bien común. Pero la educación no puede ser suplantada por la mera instrucción, ni mucho menos ser orientada exclusivamente en torno la “demanda laboral” de un supuesto mercado abstracto que, en última instancia, se limita a requerir mano de obra calificada y profesional a precio de oferta.
En cuanto al verdadero sentido de educar, estar mejor en el mundo significa estar en mejores condiciones para relacionarse con el medio y con nuestros semejantes, en forma tal que la vida sea lo más amable posible para todos los que formamos parte de una comunidad; una vida útil y satisfactoria para el individuo y para la sociedad, y además armonizada con nuestro entorno, el cual incluye las relaciones sociales, lo que nos permitiría asumir y fortalecer nuestra dignidad humana, en cuanto condición para asegurar la supresión de la injusticia, la opresión y las desigualdades.
Entonces, si aceptamos que la educación debe orientarse por estos fines, es obvio que el sistema educativo actual está muy alejado de éstos y, por el contrario, lo que se hace pasar por educación favorece el proceso anti-civilizatorio derivado de la dinámica capitalista –hoy en su fase neoliberal- contribuyendo a mantener las condiciones de barbarie hoy presentes en México.
Actualmente, luego de más de treinta años de paciente diseño de una nueva política educativa, las universidades públicas y los otros centros de educación superior han sido sometidos por el poder, intentando desbaratar cualquier posibilidad de que asuman un papel protagónico en la dinámica social, y mucho menos que se conviertan en centros de concientización social y acción política. Por distintos medios, la clase dominante, asesorada por los expertos del Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la CIA, y con políticas educativas dictadas a través de organismos como la OCDE, ha logrado por el momento sujetar la educación superior a los intereses del gran capital y sus aliados nativos.
En tanto, en los recintos universitarios no se discuten estos asuntos porque no es pertinente, no es políticamente correcto ni conveniente, no es “académico”. El deterioro en la calidad los procesos de enseñanza aprendizaje en los centros universitarios sigue su marcha; la mayoría de los jóvenes que aspiran a realizar estudios universitarios son excluidos y lanzados a la nada de la vagancia o el subempleo; fuera de las aulas el deterioro económico, político y cultural sigue afectando a millones de mexicanos. Todo ello aunado al estado de plena barbarie y descomposición en que han hundido al país quienes dicen gobernarlo.
Y la reforma educativa va, dice el presidente.
Reflexionar para comprender lo que se ve y lo que no se ve.