…y la tarde se escapa verso adentro
y yo sigo buscando sin encontrar mi centro,
y pongo ladrillo sobre ladrillo
y sigo sin dar con el estribillo.
Jorge Drexler
Si aceptamos que la técnica es una peculiar transacción que se da entre los seres humanos como entre éstos y su medio ambiente, entonces debemos aceptar también que esta transacción define no sólo lo que el hombre hace, fabrica y conoce, sino fundamentalmente lo que el hombre es y puede llegar a ser. Definición que, según J. Fisher, parte de un concepto de técnica amplio y poco usual, concepto que la entiende como expresión de un conjunto sistémico de elecciones y acciones orientadas por creencias y valores, que no puede reducirse a la mera artesanía ni a la tecnología, y que se abre para subsumir conceptualmente a la ciencia y a la política como prácticas referidas a los contingentes asuntos humanos. (Jaime Fisher: El hombre y la técnica. Hacia una filosofía política de la ciencia y la tecnología. UNAM, 2010)
Estas consideraciones, a mi juicio, implican la inserción de éstas prácticas humanas (ciencia, técnica y política) en el marco económico, esto es, la forma en que los hombres en sociedad satisfacen sus necesidades.
De lo anteriormente dicho se sigue que para comprender la situación actual de la técnica en México si bien hay que considerarla en su dimensión política, debe atenderse sobre todo su condicionamiento por el contexto económico.
La economía de nuestra nación ha estado basada, desde su origen colonial, en una explotación extensiva del trabajo y de los recursos En el transcurso del establecimiento y consolidación del poder colonial, al enfrentarse dos tipos de técnica (la indígena y la europea), se instaura un proceso de explotación que parte de las condiciones preexistentes pero que se combina con las técnicas españolas. El proceso de explotación siguió un patrón “extensivo” de producción tanto en el trabajo como en los recursos naturales.
Que el proceso colonial siguiera un patrón “extensivo” de explotación significa que se explotaban tanto el trabajo indígena, como los recursos naturales, a pura “fuerza bruta”, es decir con mínima intervención de instrumentos y procesos técnicos. En mi opinión, este esquema de explotación extensiva todavía predomina en la producción económica nacional, lo cual explica en buena medida el atraso científico y tecnológico hoy en día. Esquema que a su vez obedece a la lógica de acumulación de capital –visto en escala global- que trata de obtener la máxima ganancia al menor costo posible.
Consideremos la introducción de los ferrocarriles en México a mediados del siglo XIX. Los ferrocarriles inician sus operaciones en 1850, con una vía de 11.5 km de Veracruz a El Molino. En el decenio de 1860 se construyen 139 km que unen a la ciudad de México con Apizaco. Estos dos extremos se extienden hasta que la primera línea completa de ferrocarril es la de Veracruz a la ciudad de México, concluida en 1873 y que corresponde a la empresa Ferrocarril Mexicano, construida con capital inglés y subsidio federal. Para 1890 existen 9 mil 544 km de vía hasta alcanzar en 1910 cerca de 20 mil km.
El caso de los ferrocarriles es muy ilustrativo ya que éstos –en la época considerada- posibilitan la integración del mercado interno y las exportaciones; el transporte por ferrocarril trae un enorme ahorro unitario en las operaciones de carga y permiten que prosperen la minería y las industrias de exportación agrícola. Además de que la construcción de máquinas y vagones ferroviarios demanda la producción de acero y de herramientas y otros insumos técnicos, lo cual supondría una dinamización de la producción industrial y de la técnica misma.
Pero he aquí que las condiciones antedichas –producción extensiva y subordinación económica- frenan el desarrollo técnico e impiden la integración industrial.
En general, puede decirse que las técnicas utilizadas –hasta la fecha- no configuran una trayectoria que permita acumular una capacidad productiva nacional. El retraso implica incorporar tecnologías sin una capacidad local, y cuando se decide impulsarla no se obtienen los efectos económicos y técnicos del periodo de creciente demanda.
Si se aplicara un análisis semejante al desarrollo de la industria eléctrica, la automotriz o cualquier otra, veríamos patrones semejantes al descrito para los ferrocarriles. En síntesis, hay que plantearse el resolver los problemas recurrentes que han frenado el desarrollo científico y tecnológico en nuestro país y que aún permanecen: 1) ambientes económicos e institucionales que promueven la producción extensiva de recursos naturales y de fuerza de trabajo, en lugar de una intensiva que reclame mayor uso de tecnología y conocimientos; 2) procesos de industrialización con efecto económico limitado; y 3) infraestructuras incompletas o truncadas que no han asimilado los efectos de la última revolución tecno-científica.
Reflexionar para comprender lo que se ve y lo que no se ve.