Aquel que canta no pretende que sus cavatinas

sean una cosa desconocida; todo lo contrario,

se precia de que los pensamientos altaneros y perversos

de su héroe estén en todos los hombres.

Cantos de Maldoror

-¿Por qué insistes Mané en tratar de divulgar la ciencia –esos pensamientos altaneros y perversos- cuando la gente está más preocupada por procurar el diario sustento para su familia y protegerla, y el saber científico poco le importa?

         En lugar de responder a quien lo interpela, Mané se hunde en una meditación teñida por la tristeza. Pero esa misma atormentada meditación lo conduce a ciertos recuerdos que le sugieren una respuesta.

         Mané recuerda que hace no mucho tiempo, un colega experto en física atómica le había referido una curiosa anécdota. Resulta que a Sergio, nombre del amigo, le habían llamado de una popular radiodifusora, conocida como El Patrón, para invitarlo a compartir con el público radioescucha sus conocimientos sobre la partícula llamada bosón de Higgs. Pues, según le explicaron, habían recibido numerosas solicitudes del público para que se invitara a un especialista a dar una charla sobre el tema; ya que, en esos  días, se decía en los medios que estaba a punto de realizarse un crucial experimento para confirmar la existencia del tal bosón de Higgs,  y corría el rumor de que existía el riesgo –por la alta energía que se emplearía- de crear un hoyo negro que podría destruir el planeta entero.

         Sergio comentó que no se había animado a aceptar la invitación de la radiodifusora pues consideraba que no sería capaz de explicar, sin emplear ecuaciones matemáticas, lo que era la mencionada partícula y en que consistía el experimento que, por supuesto, no entrañaba el riesgo mencionado.

         Pasado un tiempo, y considerando la necesidad manifiesta de un sector social por acercarse al conocimiento de la física atómica, Sergio aceptó otra invitación –esta vez del propio Mané- para escribir un artículo de divulgación sobre el tema e impartir una conferencia sobre lo mismo. Por cierto, estas dos actividades de divulgación fueron exitosas pues se alcanzó el objetivo de acercar el conocimiento de un área muy compleja de la física moderna a un público no especialista.

¡Oh matemáticas severas!, nunca os he olvidado desde que vuestras sabias lecciones, más dulces que la miel, filtraron en mi corazón como agua refrescante…

         Así pues, consideró Mané, sí existe una necesidad social por saber, por acercarse al conocimiento científico. Y recordó otra situación que recientemente le había referido un colega. Resulta que al visitar una de tantas comunidades marginadas en el estado con motivo de la puesta en marcha, en estas localidades, de instalaciones conocidas como módulos de la ciencia, se había conversado con habitantes del lugar acerca de sus expectativas sobre dichas instalaciones.

         Desde luego que quienes gestionaron tales módulos y quienes asistieron a su inauguración –todos ellos académicos y funcionarios citadinos- tenían claro en su imaginario el propósito de tales facilidades: promover el interés de niños y jóvenes por la ciencia, con el objetivo de detectar a “futuros científicos”. Tal fue el discurso de quienes hicieron la inauguración, se tomaron la obligada foto, y se retiraron al momento.

         Como se ha dicho, un grupo de universitarios permaneció en el sitio charlando con los habitantes del lugar y se sorprendieron al escuchar lo que los residentes de aquel apartado lugar manifestaron sobre sus expectativas acerca del conocimiento científico, muy distintas a los objetivos trazados por los burócratas. Los visitantes también tenían sus propias creencias sobre lo que la ciencia podría aportar a aquellos marginados lugareños: técnicas para mejorar sus cultivos, procedimientos para cuidar mejor su salud, etcétera.

         Pero todas las expectativas sobre lo que la ciencia podría proporcionarles, se sintetizaron en una sola respuesta. Una de las tantas personas que se acercaron a la inauguración del módulo de la ciencia, un hombre adulto, respondió con espontánea sencillez: “¿Ahora sí nos van a explicar como funciona el planeta?”

         ¿Dónde estoy?¿No he cambiado de personalidad? Siento que un potente soplo de consuelo roza mi frente serenada, igual que la brisa primaveral reanima la esperanza de los viejos. ¿Quién es este hombre que con sublime lenguaje ha dicho cosas que nunca podría pronunciar un recién llegado?

         Mané se da cuenta que la respuesta de aquel humilde personaje encierra un complejo universo  de ideas, sueños y esperanzas. Aquel hombre, portavoz involuntario de su comunidad, manifestó su deseo de conocer, de saber como funciona el mundo en que vive, no sólo su entorno inmediato, sino el planeta en que este marginado sitio se ubica.

         Mané es arrastrado por un torbellino de emociones, imágenes, sueños, deseos y sentimientos desbordantes. ¡Claro que todos los hombres y mujeres de esta tierra, por muy precaria o mísera que sea su condición de vida, tienen la necesidad de conocer! Para vivir mejor, sin duda.

         Reflexionar para comprender lo que se ve y lo que no se ve.

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