Manuel Martínez Morales
-No tengas miedo preciosa, estás conmigo y además yo soy el conductor del teleférico, así que estamos seguros en esta cabina en la que ahora nos desplazamos por encima de la ciudad. También considera que estamos solamente tú y yo en el vehículo, por lo que no hay mirones que sean testigos de este amor que no se dice ni se hace, intangible pero real y que nos mantiene unidos: si esto se viene abajo, abajo iremos sin separarnos. Para que te diviertas un poco, te mostraré el mirador de cristal en el piso, que permite ver con distintos grados de resolución lo que acontece en la ciudad y, si amplificas lo suficiente, lo que ocurre en el país y en el mundo.
Aumenta la resolución y presta atención a esas personas que parecen hormiguitas que se mueven inquietamente en territorio estadounidense, inquietas por lo que pudiera ocurrirles como consecuencia de las ocurrencias del alucinado Donald Trump. Si prestas atención verás que no son solamente inmigrantes ilegales y mujeres, ahora se han sumado también los científicos pues quieren censurar los resultados de sus investigaciones. Lo que se traduce en que se pretende que se imponga un tipo de discriminación, segregando a quien no tenga acceso al conocimiento científico.
Aunque debe decirse que hace tiempo la UNESCO emitió una resolución al respecto, plasmada en el documento: «Libre acceso a la información científica». Éste comienza con la afirmación siguiente: «La información científica, principal fruto de los investigadores, es también el recurso más importante de la innovación tecnológica. La UNESCO promueve y apoya el libre acceso a ella, es decir, la accesibilidad en línea a la información académica para todos, libre de la mayoría de las barreras impuestas por las licencias y los derechos de autor, para promover el intercambio del conocimiento en el plano mundial, la innovación y el desarrollo socioeconómico.»
Y continúa el documento: La UNESCO promueve el libre acceso, particularmente a la información científica (artículos de publicaciones periódicas, ponencias de conferencias y conjuntos de datos de varios tipos) proveniente de la investigación financiada con fondos públicos. La UNESCO trabaja junto a sus asociados para dar a conocer mejor los beneficios del libre acceso a los responsables de la elaboración de políticas, los investigadores y los administradores del conocimiento. A través de su red mundial de oficinas fuera de la Sede, institutos y centros, la UNESCO facilita la elaboración y la adopción de políticas que posibiliten el libre acceso. Además, la UNESCO participa en debates mundiales sobre el libre acceso y coopera con iniciativas locales, regionales y mundiales de apoyo al libre acceso.
El programa de la UNESCO a favor del libre acceso presta especial atención a los países africanos y otros países en desarrollo, en los que, a pesar de las mejoras considerables en cuanto a la accesibilidad a las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), el libre acceso a la información, tanto por lo que se refiere a su producción como a su utilización, sigue siendo escaso.
El libre acceso beneficia a los investigadores, innovadores, docentes, estudiantes, profesionales de los medios de comunicación y al público en general. Promueve el intercambio del conocimiento en el plano mundial para alentar los descubrimientos científicos, la innovación y el desarrollo socioeconómico.»
Lo cual resulta de primera importancia en estos días en que se habla de la post-verdad, la cual, según entiendo, consiste en hacer pasar por verdades lo que no es otra cosa que una opinión o un posicionamiento político o ideológico. Todo ello apoyándose en los medios masivos de comunicación, incluyendo las redes sociales.
Por ejemplo -cito a Fabrizzio Andreella-: «Desde la amenaza judía en la Alemania hitleriana y las armas de destrucción masiva de Saddam, hasta las patrañas de Trump («Obama es el fundador de Isis» y «el desempleo en Estados Unidos ha llegado al cuarenta y nueve por ciento»), son todas mentiras que han hecho historia. La falsedad crea la realidad. En Rusia, el gobierno de Putin no solamente controla la información y elimina físicamente a los periodistas disidentes (como Anna Politkóvskaya y otros cien o más). Crea además noticias falsas sobre sus adversarios y paga a trolls para diseminarlas en la red.
En Estados Unidos hay quien hace de la creación y difusión de noticias falsas una profesión, como Paul Horner, que dijo al Washington Post: «Pienso que Donald Trump está en la Casa Blanca gracias a mí.» Y agregó: «La gente es estúpida, hace circular cualquier cosa. Nadie averigua las noticias. Así es como Trump fue elegido. Decía cualquier cosa y la gente creía todo, y cuando las cosas resultaron falsas, a la gente no le importó porque ya las habían aceptado.»
Para tener una idea de las dimensiones del problema, durante la campaña para la elección presidencial en Estados Unidos más de 150 sitios con base en Macedonia hablaban de política estadunidense difundiendo invenciones reaccionarias, racistas, sexistas, ya que entre más exageradas son las mentiras, más gente las lee y las hace circular, y más remunerativas son para quien las inventa. Con la credulidad de los estadunidenses, los macedonios han ganado mucho dinero a través de la publicidad de Google.» (La realidad en la época de la post-verdad. La Jornada Semanal; 05/02/17)
Y esta grave situación no es nada nueva, querida amiga, sino que esta confrontación entre verdad falsedad, o entre episteme y doxa -como la denominaban los filósofos giregos- ha estado siempre presente sobre todo desde los inicios de la ciencia moderna y, en términos marxistas, se ha denominado la confrontación entre ideología y ciencia que, según esta línea de pensamiento, tiene su origen en la confrontación de clases: a la clase en el poder no conviene que los desposeídos -dominados y explotados por ésta- conozcan el origen y naturaleza de esta estratificación social, pues ese conocimiento a la vez les daría la clave para terminar con tal circunstancia. Si nos atenemos a los ejemplos citados por Andreella, veremos la comprobación de la tesis marxista.
Las conclusiones de Andreella son terribles:
«Ya sea que se hable de previsiones meteorológicas o de política, de deporte o de economía, las palabras siempre van cargadas de dramatización para lograr la atención del consumidor de noticias. El resultado es que ahora la realidad es algo menos interesante y creíble que su descripción exacerbada.
Estamos acostumbrados (y probablemente somos adictos) a un mundo más agitado, excitante o siniestro de lo real. Un mundo de noticias más que de hechos, donde todo es sazonado con la picosa salsa de los superlativos y las hipérboles.
Esto nos obliga a vivir de una forma muy emocional en una realidad construida con exageraciones espectaculares que nos cautivan por ser freak, kitsch o shock, es decir, los estrógenos en la carne de las noticias.»
Entonces, cariño mío, ahora que se acerca la noche, creo que es mejor abrir la escotilla superior que, en lo que nos resta del trayecto, nos permitirá ver un hermoso cielo estrellado y olvidarnos de lo que es verdad o mentira, al fin que como dijo el poeta -y los postmodernos- nada es verdad o mentira, todo es según el color del cristal con que se mira.
¿Qué más podemos pedir?/ los hombres duros dejan a sus hijos desperdigados por los grandes espacios de Norteamérica y Latinoamérica/ Antes de enfrentarse con la muerte/ Antes de recibir con el rostro arrugado por la indiferencia la visita de la Madrina, de la Soberana/ De la Pingüina, de la Peluda, de la Más fea del Baile/ De la Más Fea y la Más Señalada del Baile.