Aquí y allá, a mitad de la callejuela, unos hombres vestidos de pringoso mandil

freían carne de cerdo dentro de grandes peroles, mientras, en torno,

los compradores aguardaban con un extraño aire de aflicción anhelante,

sin apartar la mirada de los trozos que hervían dentro de la manteca derretida.

José Revueltas: En algún valle de lágrimas.

Tal vez por olvido u omisión conveniente y no tan involuntaria,  el mundo cultural “oficial” (es decir, dedicado a la expedición de oficios) ha excluido a José Revueltas de los homenajes a los “centenarios”: aquellos distinguidos escritores mexicanos de quienes este año se conmemora  el centenario de su natalicio.

            Es de extrañarse, sobre todo en un medio –el cultural- que presume de democrático y plural. Posiblemente no podría ser de otra manera pues Revueltas, además del extraordinario vigor de su obra literaria, también fue un lúcido ensayista haciendo objeto de su reflexión crítica a la realidad mexicana, a la realidad de México en el siglo XX. ¿Será por esto que en algunos círculos del mundillo cultural se considera a José Revueltas un tanto “incómodo”?

             Uno de sus más singulares ensayos es el titulado “México: una democracia bárbara”, en el cual Revueltas hace objeto de análisis crítico al proceso desatado por la Revolución Mexicana y que devino en una negación de los objetivos revolucionarios planteados por aquel movimiento: “Al mistificar su ejercicio del poder y el contenido del Estado, la democracia de 1917, en su negación relativa del porfirismo, conserva, no obstante, la relación positiva con la que el propio porfirismo mantuvo su sistema de dominación: la dictadura. Así, no opone al México bárbaro de Porfirio Díaz, la democracia real, racional e histórica, sino la democracia bárbara que impera en nuestro país desde que fue promulgada la Constitución de Querétaro.”

A las cajas de muerto que se vendían en Tabaqueros las llamaban bataclanas, por lo desnudas, por lo faltas de adorno que estaban, con su humilde madera de oyamel u ocote, revestidas apenas con una tosca manta de cielo, olorosa a fuchina negra, el más barato de los colorantes.

            ¿Qué es lo que nos mantiene engañados con la ilusión de que en México, el México de hoy día, vivimos una democracia “normal”?

            Con claridad, Revueltas apuntaba que si queremos poner al descubierto la esencia del fenómeno socioeconómico y político mexicano, es preciso subrayar el papel que desempeña la ideología dentro del complejo del poder, pues es precisamente –decía el escritor- en las “regiones nebulosas” de lo ideológico y de las ideologías, donde se agazapa y disimula la manipulación real que constituye una de las bases primordiales en que se sustenta el sistema de dominio al cual se encuentra enajenada la sociedad mexicana en su conjunto.

            Esto lo apuntaba Revueltas en su ensayo publicado en 1958, pero no es tan difícil constatar que el papel de la ideología, en el sentido descrito, se ha acentuado en cuanto a su función como instrumento de control y engaño.

            Sin embargo, no escapaba al análisis revueltiano el carácter contradictorio de la ideología: “La ideología, bien en su fase ascendente –cuando se encuentra en lucha contra una praxis inerte a la que intenta sustituir por una nueva praxis revolucionaria-, o bien como ideología establecida que se apoya en el poder del Estado, se convierte en una poderosa fuerza material muy difícil de ser suprimida al no oponérsele otra fuerza material considerablemente superior, pues la lucha no se plantea como si se tratara sólo de dirimir la cuestión entre ideologías opuestas, dentro de un ámbito ideológico puro, sino entre clases sociales –de las que las ideologías no son sino un reflejo- que pugnan por imponer a las demás su derecho a la existencia.”

La viuda llamó a un cargador para que le llevara el cajón del marido, ya que se puso de acuerdo sobre el precio con el propietario de la agencia, y no tuvo empacho en esperar a que el propio cargador terminara de comer, junto a las cacerolas de carne, entretanto ella escuchaba, triste y complacida, a los músicos. Había en todo aquello un contrasentido en el que nadie reparaba, en el que era imposible que nadie reparara.

            Es precisamente este contrasentido que se manifiesta cotidianamente ante nuestros ojos, y en el que no reparamos, el que conforma este México bárbaro y que se manifiesta en la cotidianidad, oculto por virtud de la niebla ideológica que se tiende ante nuestros ojos.

            Paradójicamente, es esta neblina ideológica –sobre la que nos advertía Revueltas- la que no nos permite ver el contrasentido bárbaro en que se incurre al ignorar a José Revueltas y, sobre todo, menospreciar su obra misma. Pero no hay por qué alarmarse, ya que la ideología deviene en una pura manipulación ideológica que aparece entonces bajo el aspecto de la “lógica de las cosas”.

            Reflexionar para comprender lo que se ve y lo que no se ve.

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