Esta fotografía del Sol, en continuo cambio, captura grandes bucles de filamentos y potentes erupciones alejándose de la superficie de nuestra estrella.
El disco solar es una amalgama de áreas activas y calientes entremezcladas con serpenteantes filamentos fríos y oscuros que rodean toda la estrella. Alrededor de la tumultuosa superficie se encuentra la caótica corona, una atmósfera enrarecida de plasma sobrecalentado de varios millones de kilómetros de espesor.
El plasma de la corona puede alcanzar temperaturas de varios millones de grados en algunas zonas – mucho más caliente que la superficie del Sol, que en comparación ‘sólo’ se encuentra a unos 6.000°C. Estas temperaturas tan extremas hacen que la corona brille con intensidad en las bandas del ultravioleta y del ultravioleta extremo. Al analizar una única frecuencia en esta banda, el instrumento SWAP del satélite europeo Proba-2 es capaz de distinguir las estructuras de esta región que se encuentran a un millón de grados centígrados.
Como se puede ver en esta imagen, tomada el 25 de julio de 2014, el plasma forma grandes bucles y estructuras en forma de abanico, estabilizadas por el intenso campo magnético del Sol. Algunos de estos bucles se mantienen cerca de la superficie, pero otros se alejan demasiado y terminan siendo arrastrados por el viento solar – un flujo continuo de partículas energéticas que baña todo el Sistema Solar, incluyendo a la Tierra.
Aunque muchos bucles puedan parecer inofensivos al principio, pueden acabar intensamente enredados al cabo de un tiempo, almacenando tanta energía que acabarán partiéndose y liberando intensas llamaradas conocidas como eyecciones de masa coronal. Estas erupciones solares están formadas por una gran cantidad de gas envuelto en líneas de campo magnético, y pueden ser muy peligrosas para los satélites, interferir con los equipos de comunicaciones y dañar importantes infraestructuras en la Tierra.
A pesar de que el Sol sea la estrella más importante de nuestro firmamento, todavía no se comprenden muchos aspectos de su comportamiento. El estudio de su corona nos ayudaría a conocer mejor sus mecanismos internos, el errático movimiento de sus capas exteriores y sus potentes erupciones.
Dos nuevas misiones de la ESA se centrarán en este campo de estudio: Solar Orbiter ha sido diseñado para estudiar el viento solar y la región del espacio dominada por el Sol, y para observar las regiones polares de la estrella. Proba-3 analizará una zona de la corona muy próxima a la superficie solar, que hasta la fecha ninguna misión ha sido capaz de observar.
(ESA)