“La genómica, la antropología y la paleoantropología nos están mostrando pinceladas de nuestra evolución”

Esteban Hasson, especialista en evolución. / CONICET.


El 10 de septiembre la revista científica eLife reportó el hallazgo de más de 1.500 fósiles, correspondientes a más de 15 individuos, en la cueva de Dinaledi, en África. Según los autores del trabajo, Homo naledi habría tenido un tamaño similar al de los hombres actuales de pequeño tamaño, con un peso entre 39.7 y 55.8 kg y una estatura estimada entre 144 y 148 centímetros.

Aunque muchos están comenzando a considerarlo como el ‘eslabón perdido’ entre el Australopithecus – un género extinto de homínidos que comprendía seis especies -, y el Homo sapiens – el hombre actual -, Esteban Hasson, investigador principal del CONICET en el Instituto de Ecología, Genética y Evolución de Buenos Aires (IEGEBA, CONICET-UBA), explica que en realidad su hallazgo contribuiría a entender mejor la historia evolutiva del hombre. Que no fue una progresión lineal, sino el fruto de la interacción entre diferentes especies, en diferentes regiones, a lo largo de miles de años.

 

¿Cuál es la relevancia, en términos evolutivos, de este hallazgo?

La genómica, la antropología y la paleoantropología nos están mostrando pinceladas de nuestra evolución que eran impensables hace algunos años. Este descubrimiento confirma temas relacionados con el patrón de evolución anatómica del ser humano, que podría ser imaginado como un patrón en mosaico y no como un patrón lineal, como se pensaba. Nuestra evolución se pensaba como una línea progresiva, donde primero el hombre está en cuatro patas, después se va levantando de a poquito y le crecen progresivamente la cabeza y el cerebro hasta llegar nuestra especie tal como la conocemos hoy en día. Sin embargo no ocurre así, sino que resulta de la combinación de caracteres en las diferentes especies.

 

¿A qué se refiere con una evolución ‘en mosaico’?

Uno se encuentra en las distintas especies con combinaciones de características derivadas y ancestrales. En una misma anatomía coexisten características donde aparentemente hay ciertos rasgos, como por ejemplo las manos, que son muy parecidas a las nuestras; o rasgos del rostro o de la cabeza que también son similares. En el caso del Homo naledi, por ejemplo, los ejemplares tienen un cerebro mucho más pequeño que el nuestro del tamaño de una naranja.

 

¿Se trata de un ‘eslabón perdido’, como algunos postulan?

Algunos especialistas están hablando de eso. Hay que entender que dentro de los homínidos están, entre otros, el género Homo y el géneroAustralopithecus, con el cual compartimos un ancestro común. Homo naledi parece ser el Homo más antiguo – aunque aún no se cuenta con una datación precisa -, es decir el que está más cerca de un ancestro común con los Australopithecinos. Pero no se podría hablar de un eslabón perdido, directo, porque la historia evolutiva no es lineal.

 

¿El Australopithecus es un ancestro común de los homínidos?

No, y esa es una creencia que habría que desterrar de la divulgación. No es nuestro ancestro. Desde el punto de vista técnico es mucho más correcto decir que nuestro género, Homo, compartió un ancestro común con Australopithecus.

 

Siguiendo este esquema de evolución en mosaico, ¿podríamos hablar de diferentes géneros en diferentes regiones?

Nosotros representamos la historia evolutiva de los organismos en forma de árboles, no como líneas rectas. Por eso es que hay un tronco común, dos linajes que comparten un ancestro de los cuales derivan dos nuevos linajes, y así sucesivamente, en un patrón que tiene forma de árbol. Las investigaciones paleontólogicas han ido poblando ese árbol de tal manera que se observa la coexistencia de especies en diferentes momentos de nuestra historia evolutiva. Hoy en día se cuenta con evidencia de que nuestro linaje coexistió con el hombre de Neanderthal (Homo neanderthalensis), con el cual no sólo coexistimos geográficamente sino también reproductivamente. Y también hay evidencia de que coexistimos con otra forma deHomo, de la cual todavía no hay suficiente evidencia fósil para describirla, aunque sí suficiente para la extracción de ADN antiguo que permitió la secuenciación de su genoma. Pero se pudo inferir su existencia a partir de la genómica comparativa. En efecto, en el genoma de Homo sapiens hay regiones cuya presencia solo podría explicarse por cruzamientos con individuos de otra especie, que en la paleoantropología se han denominado denisovanos, hombres de la cueva de Denísova, en Siberia. Todos estos hallazgos han cambiado muchas nociones que tenemos hoy en día de nuestra evolución. La paleoantropología, junto el aporte reciente de la genómica, ha ido, con el tiempo, poblando el árbol de nuestra historia evolutiva.

(CONICET/DICYT)

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